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La quinta mafia de Italia

La justicia descubre una organización criminal en Roma que logró suculentos contratos del Ayuntamiento

El exalcalde de Roma, Gianni Alemanno.
El exalcalde de Roma, Gianni Alemanno.CORDON PRESS

El triángulo era perfecto. En un vértice, un antiguo terrorista de extrema derecha apodado El Tuerto desde que perdió un ojo en un enfrentamiento con la policía, un tipo escurridizo, capaz de infundir el suficiente temor como para no tener que usar la violencia. En el siguiente, un empresario sin escrúpulos, de orígenes izquierdistas y muy bien conectado con la infantería del hampa después de haber pasado una larga temporada a la sombra por el asesinato de un viejo socio. Ya solo faltaba cerrar el triángulo con un político, o un grupo de políticos, con la capacidad de desviar toneladas de dinero público hacia una nueva organización mafiosa más sutil que las otras cuatro que ya operan en Italia, todas ellas apegadas a las raíces del sur, a los códigos, al honor, a la familia y a ese ritual escénico de sangre y tiros que en la descreída Roma no es tan necesario. Es así como, casi inadvertida a fuerza de estar presente, fue creciendo una quinta mafia sin nombre que solo ahora, después de resultar golpeada por la policía, ha sido bautizada como Mafia Capital.

El pasado martes, a primera hora de la mañana, muchas viejas preguntas -¿hay mafia en Roma? ¿por qué está tan sucia y es tan caótica la capital de Italia? ¿por qué los fondos destinados a acoger a inmigrantes y refugiados no son nunca suficientes?- empezaron a tener respuesta.

Una operación policial puesta en marcha por la fiscalía de Roma y ejecutada por agentes de los Carabinieri (la policía militarizada italiana) permitía la detención de 37 personas bajo la acusación de asociación mafiosa, corrupción, extorsión y blanqueo de capitales. La fiscalía informó de que otras 76 personas están siendo investigadas.

La policía arrestó a 37 personas y está investigando a otras 76

A los detenidos se les confiscaron bienes y dinero en metálico por un valor superior a los 200 millones de euros. Entre ellos destacan los nombres del anterior alcalde de Roma, el exfascista Gianni Alemanno, hasta hace muy poco miembro del partido de Silvio Berlusconi, y de otras figuras relevantes de la política y la Administración local y regional. Unos de derechas y otros de izquierdas, porque no era la política la mayor fuente de sus desvelos ni tampoco de sus ingresos. Todos ellos unidos por su papel protagonista en un libro de tapas negras en el que la secretaria de uno de los capos iba anotando, con la precisión de un viejo contable, cada uno de los pagos que realizaba la trama mafiosa a los políticos. Desde 700 euros mensuales a 15.000. Una maquinaria de corrupción muy bien engrasada gracias a la cual los dos personajes principales de la organización -el exterrorista Massimo Carminati y el empresario Salvatore Buzzi- obtenían suculentos contratos de la Administración local.

Los políticos implicados recibían pagos de 700 a 15.000 euros al mes

No le hacían ascos a nada. La infinidad de cooperativas -la mayor parte de ellas formadas por expresidiarios- que manejaba Buzzi servían igual para recoger las hojas del otoño que para reciclar la basura o para gestionar los centros de acogida de inmigrantes o los campos para nómadas. "Con los inmigrantes", llegaba a reconocer uno de los detenidos en una de las muchas conversaciones interceptadas por la policía, "se gana más que con la droga".

El alcalde "marciano" ya no va en bicicleta

Massimo Carminati
Massimo Carminati
P. O., Roma

Una vez conocida la poderosa red criminal que operaba en Roma, cobra más relevancia una imagen sencilla que hasta ahora se producía casi a diario en el centro de la ciudad. El alcalde, Ignazio Marino, elegido en las filas del Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi, llegaba cada mañana a un café de la plaza de San Eustaquio, a pocos metros de su domicilio, dejaba la bicicleta en la puerta y tomaba un rápido desayuno. Lo hacía casi siempre solo, o más que solo aislado por unos conciudadanos que veían en él al ciudadano extraño que sin duda es: un cirujano prestigioso en Nueva York -como tantos otros italianos que se ven forzados a emigrar para triunfar en sus profesiones- que un día decide regresar a su país para intentar cambiarlo.

Después del café, Marino, seguido por un par de policías municipales también en bicicleta, partía hacia su despacho en la colina del Campidoglio sorteando el tráfico encanallado por la falta de civismo, los baches heredados de su turbio predecesor y, sobre todo, los desagradables charcos de escepticismo de quienes, incluso habiéndolo votado, nunca se llegaron a creer del todo que Marino, "un marciano en Roma", según su propia definición, venciera sobre el desánimo y la corrupción heredada.

Ahora se sabe el peligro que corría. Su delgada figura pedaleando entre los lujosos coches oficiales aparcados en doble fila en los aledaños del Senado ya no se verá más. Las mismas autoridades que ahora mismo valoran la posibilidad de disolver su Ayuntamiento por infiltración mafiosa, han decidido ponerle una fuerte escolta porque consideran que las mafias -heridas pero no muertas- quieren quitárselo del medio. Marino intentaba cambiar su ciudad con el ejemplo, a golpe de pedal. No pudo ser.

El método para acumular una inmensa fortuna aún por cuantificar era viejo: amañar las concesiones municipales, inflar los costes, justificar con facturas falsas lo sustraído a romanos e inmigrantes.

La filosofía también es propia de la mafia, pero envuelta en la sofisticación que a Carminati -exterrorista y exsicario de la mítica Banda de la Magliana, pero también aficionado a las obras de Pollock o Warhol- le gustaba exhibir junto a su fiereza. Carminati explica así su labor mafiosa de mediación entre el poder y el crimen: "Es la teoría de la Tierra Media. Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran. A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo les haga cosas que no puede hacer nadie, y entonces todo se mezcla".

Tanto se mezcla que, desde el martes, Roma vive en el desconcierto. Hasta ahora se sabía que había corrupción. Y repetidas operaciones policiales habían dejado constancia de que la Camorra napolitana, la Cosa Nostra siciliana, la temible 'Ndrangheta calabresa e incluso la más modesta Sacra Corona Unita -de Puglia- tenían algunos tentáculos en la capital.

No se conocía, en cambio, ni la existencia de una verdadera mafia local ni que hubiese crecido como una enredadera abrazada a los más señeros palacios del poder.

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