Las claves de la crisis nuclear con Irán
Qué se negocia, con qué perspectivas, qué se ha logrado y qué falta por conseguir
Irán y seis grandes potencias internacionales acaban de prolongar siete meses las conversaciones sobre el programa nuclear de Teherán. El acuerdo alcanzado implica que en este tiempo Irán no enriquecerá uranio por encima del nivel del 5%, incompatible con usos militares y, a cambio, las potencias implicadas en la negociación permitirán que cada mes el país siga accediendo a 700 millones de dólares (565 millones de euros) de los activos iraníes bloqueados en el extranjero. Los demás detalles de las conversaciones están pendientes de cerrarse en las reuniones que se celebran en Viena (Austria).
Éstas son las principales claves de estas complejas negociaciones:
¿Quiénes son los negociadores?
Por un lado, por supuesto, Irán. Por el otro, el grupo de los Seis, que componen los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU —Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia—, más Alemania.
Ambos grupos de negociadores se han acusado en repetidas ocasiones de plantear demandas poco realistas, pero al mismo tiempo reconocen que los avances han sido productivos.
El motivo de la crisis
Los Seis consideran que Irán ha ocultado parte de su programa nuclear y que durante años podría haber estado dotándose de los instrumentos para construir una bomba nuclear.
Irán responde a esto que su programa es pacífico y que, como nación soberana, tiene derecho a llevarlo a cabo.
¿Cuándo surgió el desencuentro?
Un grupo de opositores iraníes denunció en 2002 que en la planta nuclear de Natanz se enriquecía uranio, mientras se construía un reactor de agua pesada en Arak que producía plutonio.
Ante las presiones que se desencadenaron, el Gobierno iraní permitió que inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) revisaran sus instalaciones, pero estos dictaminaron que no tenían las evidencias necesarias para avalar que el programa nuclear iraní fuera exclusivamente pacífico.
Estados Unidos y Europa presionaron a Teherán para que dejara de enriquecer uranio, pero la llegada de Mahmud Ahmadineyad, contrario a cualquier concesión a Occidente, frenó los esfuerzos diplomáticos. Los expertos de la OIEA denunciaron a la ONU una posible violación iraní de los tratados de no proliferación nuclear. Desde entonces la ONU ha adoptado seis resoluciones contra Irán, y en 2012 EE UU y la UE lanzaron un plan de sanciones económicas que ha dañado seriamente la economía iraní.
Las conversaciones entre Irán y el grupo de negociadores internacionales siguieron fracasando durante años – en 2009 se descubrió que existía una planta de enriquecimiento de uranio adicional, en 2011 la OIEA publicó un informe que alertaba sobre la posibilidad de que Irán investigara en busca de una bomba desvelaba instalaciones sospechosas... – hasta que en 2013 Hassan Rouhani llegó al poder. Cinco meses después se firmó un primer acuerdo provisional.
¿Qué se ha pactado por ahora?
Irán mantendrá congelada la construcción del reactor de agua pesada de Arak. Además, también está suspendida la instalación de más centrifugadoras y se mantienen apagadas el millar ya instaladas.
A cambio de esas concesiones, se prolongará el respiro económico a Irán. Seguirá recibiendo dinero que tiene congelado en bancos extranjeros y que procede de la venta de petróleo. También continuarán suspendidas las sanciones a la importación de repuestos automovilísticos y de aviación comercial, maquinaria y herramientas, oro y metales preciosos, además productos petroquímicos. Igualmente, continúa abierta una vía segura para que Teherán conceda becas académicas, compre medicinas y bienes humanitarios a través de determinados bancos.
El valor total de ese respiro económico se estima en una quinta parte de los entre 25.000 y 30.000 millones de dólares que el país pierde cada seis meses a causa de las medidas de castigo internacionales.
¿Cuál es el objetivo final?
Ante un acuerdo final, la principal exigencia internacional es la de eliminar el uranio enriquecido al 20% que ya posee Teherán. Para ello Irán debería o bien diluirlo, convertirlo en barras de combustible o en polvo de óxido, fórmulas todas ellas que lo inutilizan para uso militar.
Irán podrá continuar enriqueciendo uranio por debajo del 5%, pero limitará sus reservas de ese producto al nivel actual. Esta fórmula (que nunca fue del agrado de Israel y Arabia Saudí, los dos países enemigos de Irán que quedan dentro del radio de acción de su completo arsenal de misiles) permite a Irán mantener ante sus ciudadanos que la comunidad internacional reconoce su derecho a enriquecer uranio.
¿Por qué se resiste Irán?
Las primeras razones son el honor, la sensación de sufrir una injusticia, y la defensa de la soberanía nacional. Algunas exigencias de los Seis, como las de limitar la capacidad de los investigadores iraníes por 20 años, son percibidas como un abierto abuso de poder. Un acuerdo que sea percibido como humillante para el país puede terminar con muchas carreras de políticos locales, y los partidos se vigilan unos a otros para saber qué se puede prometer tanto dentro como fuera del país.
Las alegadas razones prácticas iraníes son que necesita mantener su capacidad de enriquecer uranio para alimentar la planta de Bushehr, que ahora mismo funciona con combustible suministrado por Rusia según un acuerdo que expira en 2021. Los Seis aseguran que esto no es necesario porque Rusia puede continuar proveyendo a la planta.
¿Qué supondría un éxito de las negociaciones?
El fin de décadas de enfrentamiento con Occidente y el eventual levantamiento de las sanciones supondría la incorporación al mercado internacional de un país con cerca de 80 millones de habitantes e importantes reservas de hidrocarburos. Los gobernantes iraníes necesitan acabar con esa situación para renovar sus infraestructuras petroleras e industriales y ofrecer un futuro a su joven población.
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