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Chile condena a dos exmilitares por la muerte del padre de Bachelet

El general Alberto Bachelet murió en 1974 después de haber sido torturado por su propios compañeros de armas

Rocío Montes
Alberto Bachelet Martínez.
Alberto Bachelet Martínez.

Después de tres años de investigación, el magistrado Mario Carroza ha condenado a dos exmilitares chilenos por haber torturado y causado la muerte en marzo de 1974 al general Alberto Bachelet Martínez, padre de la presidenta socialista Michelle Bachelet. “Finalmente se hizo justicia, esto no se trata de una venganza”, ha señalado a CNN Chile la madre de la gobernante, Ángela Jeria, de 88 años, que desde el inicio de la dictadura en 1973 asumió un papel activo en la lucha por los derechos humanos y el restablecimiento de la democracia. “Lo importante es que se sepa la verdad y eso significa que los culpables tienen que asumir”.

La Justicia ha determinado que Edgar Cevallos Jones (de 82 años) y Ramón Cáceres Jorquera (de 80), ambos coroneles en retiro de la Fuerza Aérea de Chile (FACh), deberán cumplir una pena efectiva de cárcel. De acuerdo al fallo, “se pudo determinar que el general Bachelet, el día anterior a su muerte –el 12 de marzo de 1974, seis meses después del Golpe de Estado de Pinochet– comentó haber sido sometido a una intensa y aguda sesión de interrogatorio, con apremios psicológicos y exigencias físicas”. El general tenía 50 años y algunos problemas de salud ligados a una deficiencias cardiorrespiratorias. La investigación del magistrado Carroza indica que “existió una directa y evidente relación entre la muerte de la víctima y su último interrogatorio, toda vez que ello es lo que desencadena la descompensación de su patología cardíaca, secundario a un estado de estrés físico y mental previo”.

El general Bachelet tenía un alto rango en la FACh, llevaba 40 años en la institución y en enero de 1973 fue nombrado por el presidente Salvador Allende como encargado de la Dirección Nacional de Abastecimiento y Comercialización (DINAC), un cargo político del Gobierno de la Unidad Popular cuya función era luchar contra el mercado negro y el acaparamiento de productos. Era un hombre de izquierda, pero sobre todo republicano. Fue la razón por lo que en los meses siguientes sus compañeros que conspiraban contra Allende lo mantuvieron al margen de las conversaciones donde se planificó la conjura.

Sus compañeros que conspiraban contra Allende lo mantuvieron al margen de la conjura

El 11 de septiembre de 1973, Bachelet fue detenido y maltratado por sus subalternos, aunque por la noche lo dejaron en libertad. Tres días después, sin embargo, nuevamente lo apresaron en su domicilio, donde residía con su esposa y la segunda de sus dos hijos, Michelle, que en ese tiempo estudiaba Medicina en la Universidad de Chile y militaba en la Juventud Socialista. Desde ese momento, comenzó una etapa de prisión que mantuvo al general Bachelet entre la Cárcel Pública, su casa y el centro de detención de la AGA, donde fue objeto de “apremios ilegítimos”.

De acuerdo a diferentes investigaciones, entre ellas el libro Hijas de general, de Nancy Castillo y esta periodista, Bachelet hasta el último momento esperó que sus compañeros de la institución tuvieran algún gesto con él y restituyeran su honor de militar, pero nadie hizo nada. El comandante en jefe de la Fuerza Aérea e integrante de la Junta Militar de Pinochet, Gustavo Leight, había sido uno de sus mejores amigos desde la adolescencia, pero se mantuvo implacable respecto del general allendista y promovió los Consejos de Guerra para los oficiales de sus filas, entre ellos Bachelet. En una entrevista concedida a revista Análisis en febrero de 1988, Leigh señaló: “Yo no podía hacer nada. Yo estaba preocupado de mil cosas que me abstraían completamente”.

En el marco de la investigación del juez Carroza, tanto Bachelet como su madre entregaron numerosos antecedentes sobre las torturas al general que le provocaron una parada cardiorrespiratoria en la Cárcel Pública el 12 de marzo de 1974, hace 40 años. La gobernante señaló en 2011 que “los apremios físicos consistían en estar de pie muchas horas, amarrado de manos en su espalda, no recibir ni agua ni comida, ni permitírsele ir al baño, no obstante hacer correr una llave de agua, además de ponerla una capucha en su cabeza”. La viuda agregó ante la Justicia chilena que “una de las cosas que más le angustiaba era cuando lo tenían en la Academia de Guerra durante muchas horas de pie y encapuchado y con las manos amarradas en la espalda. Y, como no podía respirar de manera normal, porque la capucha se le metía entre la boca y la nariz, buscaba alguna pared para apoyar la frente y trababa que la capucha colgara sin que le impidiera respirar”, según se señala en Hijas de general.

El ministro Carroza ha determinado que Cáceres deberá permanecer tres años y un día en la cárcel como coautor del delito de “aplicación de tormentos”, aunque su abogado ha señalado que apelará a la condena. El magistrado le ha rebajado la pena a dos años y un día a Cevallos Jones por problemas de salud mental. Aunque ha dictaminado que sufre de un deterioro cognitivo progresivo de origen vascular, para Carroza este estado no lo exime de su responsabilidad penal y sólo lo ha considerado como un atenuante. De acuerdo a su familia citada por el vespertino La Segunda, el exuniformado se encuentra internado hace seis meses en una clínica geriátrica de la zona oriente de Santiago, la capital chilena.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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