Tom Magliozzi, el locutor que llevó el humor a los motores
El programa 'Car Talk' mantuvo durante 25 años las cotas más altas de audiencia de Estados Unidos
El pasado 3 de noviembre nos quedamos sin Tom Magliozzi, la risa más contagiosa de la radio estadounidense. Tenía 77 años y se lo llevó el alzhéimer. Ahora entiendo lo que de vez en cuando me comenta algún oyente sobre la sensación de orfandad que le dejó la marcha de Gomaespuma. Me ocurre lo mismo con la ausencia de Car Talk, un programa donde dos mecánicos resolvían en antena los problemas de motor que les planteaban las llamadas.
Junto con su hermano Ray, Tom nos enseñó que la clave de esta vida reside en la modestia. En entender que no hemos venido para enseñarle nada al mundo, sino para aprender de él y compartir con los demás nuestros hallazgos. En ello residía la grandeza de Car Talk. Los Magliozzi, conocidos popularmente como Click y Clack, mantuvieron durante 25 años las cotas más altas de audiencia de Estados Unidos; demostrando que cualquier tema en la vida, si se cuenta de manera amena, puede traspasar las fronteras del público especializado y llegar al general.
Yo, que no distingo un Renault de un Pontiac, me pasaba las horas del sábado escuchando detalles sobre bujías y juntas de la culata. Su truco no consistía en ofrecer datos, sino en transmitir emociones.
Recuerdo un Car Talk al que llamó una chica desesperada porque una ristra de misteriosos pelos asomaba por su tubo de escape. En un taller le dijeron que no tenían ni idea de lo que podía ser, y en otro dedujeron que le habían metido una muñeca Barbie para hacerle una gracia. Ray comentó que, con tanto pelo, lo mejor sería hacerle una trenza. Tom simuló enfadarse. “Nada de trenzas. Tienes que coger las tijeras y dejarle el flequillo corto, que es lo que se lleva”, sentenció antes de explotar en carcajadas. Por fin, ambos explicaron que el tubo lleva una madeja enrollada para evitar que suene como una metralla. “Lo que pasa”, se quejó Tom, “es que los mecánicos de hoy en día solo están acostumbrados a reemplazar piezas. Quitan la vieja y ponen otra, pero nunca han destripado un motor y no tienen ni idea de cómo funciona nada”. “¿Entonces, no es nada grave?”. “No”. La chica respiró aliviada y, con ella, toda la audiencia.
Tom llevaba enfermo dos años y NPR (National Public Radio) programaba repeticiones de Car Talk en espera de su mejoría. Ahora sabemos que no podrá ser, pero nos queda la esperanza de que su hermano pequeño se anime a continuar. Al final no son las personas, sino el espíritu que transmiten. ¡Anda, leñe! Ahora que lo pienso: ¿todavía no se le ha ocurrido a nadie que Juan Luis Cano podría dirigir un despertador estupendo?
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