Erdogan abre las puertas de su nuevo y enorme palacio en Ankara
Se ha construido a pesar de órdenes judiciales en su contra.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha estrenado este miércoles, coincidiendo con el Día de la República Turca, el nuevo palacio presidencial en Ankara, un enorme complejo envuelto en una polémica legal y criticado por la oposición. Aunque un accidente en una mina de carbón en el sur del país, donde 18 mineros han quedado atrapados, obligó a cancelar el acto oficial en su nueva residencia, por la mañana Erdogan ya recibió a algunos visitantes en el propio palacio, desde donde declaró a la televisión: “No habría sido apropiado celebrar la recepción [oficial] en un momento así”. El accidente minero ha traído a la memoria de los ciudadanos la mayor tragedia de este tipo en Turquía, cuando el pasado mayo murieron 301 mineros en Soma.
La recepción oficial en el nuevo recinto estaba prevista como una simbólica ruptura con la tradición, ya que desde la fundación de la república en 1923 se había celebrado en el Palacio de Cankaya, hasta hoy sede de la presidencia y que originalmente perteneció a Mustafá Kemal, Ataturk, el fundador de la Turquía moderna.
En un principio, el nuevo edificio iba a servir de residencia y oficina al cargo de primer ministro. Pero tras ganar las elecciones presidenciales en agosto Erdogan decidió que sería él como jefe del Estado quien lo ocuparía, aparentemente en concordancia con la idea de una “Nueva Turquía” en la que ha insistido desde su llegada a la presidencia. Considerada hasta ahora una figura ceremonial, ya antes de los comicios Erdogan había dejado claro que él sería un presidente activo e intervencionista, y su partido querría cambiar la Constitución para otorgar poderes ejecutivos a la jefatura del Estado.
La construcción del nuevo palacio se ha llevado a cabo a pesar de varias órdenes judiciales en su contra, debido a que presuntamente estos terrenos no eran edificables. “Que lo demuelan si tienen suficiente poder para ello (…). No van a ser capaces de detenerlo. Yo lo inauguraré y yo lo ocuparé”, declaró a la prensa el entonces primer ministro Erdogan en marzo de este año, antes de las elecciones presidenciales y después de que un tribunal ordenara parar la obra.
Edificado en una zona boscosa que perteneció al propio Ataturk y que este donó al Estado en 1937, la finca ocupa 200.000 metros cuadrados de los que se han edificado 40.000, y su coste, que no se ha hecho público, se ha estimado en unos 275 millones de euros, según diversas informaciones en la prensa local. Conocido popularmente como Ak Saray, palacio blanco en turco y que juega con las siglas del partido de Erdogan, AK Parti, el compejo cuenta con 1.000 habitaciones y grandes medidas de seguridad, que incluyen búnkeres, túneles para protegerse de ataques químicos, defensas contra ciber-ataques y una “sala de guerra” subterránea. Además, una de sus oficinas está inspirada por el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington, según la prensa local, que además no tendría ningún elemento eléctrico para protegerla así del espionaje.
En cuanto a su aspecto, se ha dicho que su arquitectura es una actualización del estilo selyúcida, en referencia a un pueblo precursor de los turcos que derrotó al Imperio Bizantino en 1071 y estableció un extenso imperio desde Anatolia hasta más allá de Persia y del Asia central.
La oposición turca ha criticado el traslado de la residencia y la oficina presidenciales desde Cankaya al nuevo palacio, que consideran excesivo y una muestra más del creciente “autoritarismo” del actual presidente turco. “Erdogan quiere equipararse con Ataturk. Quiere decir: ‘Al principio estuvo Ataturk en la construcción de la república y ahora estoy yo”, se quejó Ozcan Yeniceri, diputado del opositor Partido del Movimiento Nacionalista, cuando Erdogan anunció que el nuevo palacio sería para él y no para el primer ministro.
"Hay que poner fin a esas tonterías. Muchos políticos tienen ambición de poder y nada justifica que la de Erdogan sea excesiva", responde a EL PAÍS Akin Ozcer, exdiplomático turco y escritor. "Si yo fuera presidente de la república, y [como Erdogan] decidido a eliminar la tutela burocrática, no viviría en el palacio [de Cankaya] donde murió el presidente Ozal en condiciones al menos sospechosas", elabora Ozcer, en referencia a la muerte en 1993 de Turgut Ozal, de quien se ha señalado que pudo haber sido envenenado y cuyas políticas lo habían enemistado con elementos nacionalistas y militares del Estado.
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