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Muchas objeciones para una posición común

Graves divergencias dificultan el desarrollo de la política energética europea

Alicia González

En los últimos meses, el enfrentamiento con Rusia por el conflicto de Ucrania y el cambio estructural que ha supuesto la irrupción de EE UU como gran productor de gas de esquisto han impulsado la necesidad de abordar los problemas de seguridad del suministro y del coste de la energía. Como siempre en Europa, una cosa es plantear el debate y otra, lograr una posición común.

La Comisión Europea planteó en enero sus objetivos sobre política de energía y cambio climático, con el objetivo de alcanzar para 2030 una reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero del 40% respecto a los niveles de 1990, lograr que el 27% de la energía proceda de fuentes renovables y mejorar la eficiencia energética, es decir, reducir el consumo, en un 30%. Es la continuación de la agenda 2020, que en 2009 estableció una meta del 20% sobre esos mismos objetivos.

Las metas definitivas tendrán carácter obligatorio y servirán para fijar cuál será la posición común europea en la cumbre del clima de Naciones Unidas que se celebrará a finales de 2015 en París. Pero no será un objetivo sencillo. Los Estados mantienen la soberanía sobre la política energética, con muchos intereses en juego.

» Eficiencia energética. Reino Unido y Chipre se oponen a establecer un objetivo obligatorio de reducción de consumo. Sostienen que los subsidios a las renovables ya supondrán un notable encarecimiento de los costes energéticos y rechazan añadir más presión a la industria con estas medidas.

» Reducción de emisiones. Polonia lidera el rechazo de otros países, como Hungría, Rumania, República Checa y Bulgaria, al objetivo de reducción de emisiones. El objetivo es proteger, por un lado, su importante industria minera y evitar, por otro, tanto una subida de los precios como aumentar su dependencia del gas de Rusia.

» Coste de la energía. En Alemania, diversas asociaciones empresariales han alertado de que habrá miles de millones de euros en pérdidas y en puestos de trabajo si Europa lleva a cabo en “solitario” los esfuerzos de reducción de emisiones. Lo cierto es que, además, el Gobierno alemán decidió abandonar la energía nuclear tras el accidente de Fukushima y que sus competidores estadounidenses disfrutan de unos costes de producción más baratos con la explotación de las reservas de gas de esquisto del país.

» Interconexión eléctrica. España y Portugal exigen que se establezca un objetivo de capacidad de interconexión eléctrica del 15% y que sea obligatorio, frente al 10% orientativo actual. Eso permitirá elevar el intercambio de energía entre los Estados y, con ello, abaratar los costes. La media de interconexión se sitúa en el 8% pero Reino Unido, Irlanda, Italia, España, Portugal y los países bálticos se encuentran entre el 3% y el 5%..

» Dependencia de Rusia. La crisis de Ucrania ha puesto una vez más en evidencia la fuerte dependencia energética europea del gas ruso, especialmente en el caso de Estonia, Lituania y Letonia, que lamentan su situación de “islas energéticas” tanto en gas como en electricidad y su fuerte dependencia de la rusa Gazprom.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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