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La prolongada sequía agudiza la inseguridad alimentaria en Centroamérica

El Programa Mundial de Alimentos advierte del riesgo de una crisis humanitaria en la región

Un par de niños observan una vaca muerta por la sequía en Nicaragua.
Un par de niños observan una vaca muerta por la sequía en Nicaragua.OSWALDO RIVAS (REUTERS)

Alrededor de dos millones de centroamericanos, residentes en el llamado “corredor seco” –una franja que atraviesa Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua–, se encuentran en alto riesgo de perder sus cosechas y, con ello, su única fuente de alimentos, reconoce el director para América Latina y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Miguel Barreto.

“Nos preocupa la situación que la prolongada canícula ha creado en América Central. La falta de lluvia ha puesto en alto riesgo la primera de las dos cosechas anuales. Si la sequía se extiende, podría afectar la postrera”, comenta el funcionario. “Este corredor seco”, puntualiza, “tiene la particularidad de albergar a agricultores de subsistencia, altamente dependientes de las cosechas de maíz y de frijol. Esto significa que es una zona de altísima vulnerabilidad. Es la zona donde se registran los más altos niveles de inseguridad alimentaria de Centroamérica”.

Barreto señala que una sequía como la que afecta a la región, “impacta de manera directa en la mesa familiar”, algo muy grave en hogares donde sólo se tiene acceso a los alimentos que cosechan. A esto suma la pérdida de ingresos por los estragos que la roya ha provocado en los cultivos de café, cuando para muchos campesinos la única fuente de ingresos es la recogida del grano.

La gravedad de la situación se entiende mejor cuando se considera que, por razones culturales, la alimentación de los centroamericanos gira en torno al maíz y al frijol. “No existe una diversidad de dietas que permita a los campesinos acceder a otro tipo de productos, como las hortalizas, que mejorarían mucho su condición alimentaria, o que puedan adaptarse al consumo de productos más resistentes a la sequía”.

La falta de lluvias también ha provocado un alza generalizado en los precios de los alimentos, algo muy grave para una población que depende de la insuficiente producción propia y que ha quedado sin el empleo temporal que es su única fuente de ingresos. Si esto no cambia, la región puede enfrentar una crisis humanitaria semejante a la provocada por el huracán Mitch que asoló la región en octubre y noviembre de 1998 y que dejó cerca de 11.000 muertos.

“El hecho de que una población dependa de sus propios cultivos y de los ingresos de los trabajos temporales conlleva un alto riesgo de general una crisis humanitaria de dimensiones insospechadas”, advierte el funcionario del PMA. Informa que los cálculos iniciales de los gobiernos de la región apuntan a que por lo menos 2,5 millones de personas sufren directamente el impacto de la inseguridad alimentaria, y que precisan ayuda a la brevedad.

“El riesgo real que vislumbramos en términos de respuesta, es que en este momento los stocks de emergencia del Programa Mundial de Alimentos están muy reducidos, porque hasta antes de la crisis todos los esfuerzos se encaminaron a apoyar, con actividades como alimentos por trabajo, a los afectados por la roya”, y añade que el organismo internacional necesitaría de dos a tres meses para poder atender a los damnificados.

Por lo menos 2,5 millones de personas sufren directamente el impacto de la inseguridad alimentaria en Centroamérica

“De llegar a una situación de emergencia, no tenemos en este momento una capacidad de respuesta, lo que podría aumentar los niveles de desnutrición aguda en los niños menores de cinco años, que son los más vulnerables”, advierte Barreto, para señalar que “mientras no se invierta en nutrición infantil, nunca se sacará de la pobreza a los niños que dentro de 20 años serán adultos y no estarán en capacidad de incorporarse al mercado de manera competitiva”.

El director regional del PMA concluye con una llamada a los gobiernos del área afectada para que realicen inversiones de corto, mediano y largo plazo para reforzar las estrategias de respuesta a las sequías, con énfasis en los sistemas de irrigación. “Hay que invertir en infraestructura, particularmente hídrica, para no depender exclusivamente de la lluvia y no verse, cada año, en situaciones de emergencia”. A esto suma la necesidad de diversificación de cultivos, como la siembra de mango, marañón o aguacate, más resistentes a las sequías, que mejorarían la dieta alimentaria y permitirían a la población insertarse al mercado con sus excedentes, y tener un ingreso adicional.

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