Ferguson busca respuestas al tiroteo que muchos venían venir
La muerte de un joven por disparos policiales enfurece a la población negra de la periferia de San Luis
Las frases que más se repiten en Ferguson (Misuri), epicentro de la última erupción de tensión racial en Estados Unidos, son “queremos justicia” y “se venía venir”.
Varios grupos de afroamericanos se concentraban la mañana de este miércoles en el centro de la calzada de la humilde calle residencial donde un agente de policía tiroteó el sábado pasado a un joven negro desarmado. Los vecinos de este suburbio de 21.000 habitantes ubicado a unos 15 kilómetros al norte del centro de San Luis, en el Medio Oeste de EE UU, seguían buscando respuestas a un suceso rodeado de incógnitas.
Lo que nadie cuestiona en Ferguson es que Michael Brown, de 18 años, recibió varios disparos el sábado al mediodía cuando volvía junto a un amigo de una tienda de alimentación cercana a la casa de su abuela. La policía del condado asegura que un agente -cuya identidad no se ha revelado alegando motivos de seguridad- mantuvo “un encuentro con dos individuos” y que Brown lo “atacó” y el agente respondió con varios disparos mortales.
Sin embargo, la familia y algunos vecinos cuestionan esta versión. El chico que lo acompañaba asegura que Brown alzó sus brazos en una señal pacificadora y que el policía abrió fuego cuando rechazó trasladarse del centro de la calzada a la acera. El FBI anunció el lunes que se ha sumado a las pesquisas sobre lo ocurrido y el Departamento de Justicia investiga si se han violado derechos civiles.
“Recibió ocho disparos y el policía lo remató”, afirmaba este miércoles en el lugar del suceso un vecino negro de mediana edad que declinó dar su nombre. A su lado, una mujer treintañera, que bebía una cerveza a primera hora de la mañana, añadía con una mezcla de resignación e indignación: “Estoy segura de que no habría disparado si hubiera sido un chico blanco”.
Los vecinos de esta calle tranquila con edificios bajos de ladrillo, poblados mayoritariamente por afroamericanos con pocos recursos, acusan a la policía de actuar frecuentemente con motivos racistas. Y la muerte de Brown ha liberado una ira y un rencor enquistados durante mucho tiempo.
“La tensión venía aumentando desde hace tiempo en la zona”, agregaba otro hombre de unos 40 años al lado de una farola repleta de osos de peluche, globos y cartones en recuerdo de Brown, que tenía previsto asistir el pasado lunes a su primer día de clase de una carrera técnica en la universidad. En medio de la calzada, donde fue tiroteado, había decenas de velas consumidas y varias pintadas reclamaban “justicia” y “paz”.
“La policía hostiga a los jóvenes en éste y otros suburbios de San Luis, pero nunca se hace nada al respecto”, proseguía el hombre junto a la farola con la voz apagada y destilando una sensación de impotencia. “No confiamos en la policía, a algunos de los vecinos les da miedo que si cuentan lo que vieron en los disparos, sufrirán consecuencias”, añadía la mujer treintañera, revelando una corriente de alienación con las fuerzas del orden.
Al pasar junto al lugar de los disparos, varios conductores levantaban su brazo derecho por la ventana en señal de homenaje a Brown. Uno de ellos, blanco, se paró durante varios minutos a charlar con los vecinos. “Tenéis que coordinaros para cambiar a los políticos”, afirmaba el hombre, que vive en una localidad cercana y que acusaba al alcalde de Ferguson de tratar de encubrir los hechos. Dos tercios de la población de este suburbio son afroamericanos, pero los cargos políticos y policiales están colmados de blancos.
A pocos minutos andando de la calle en la que murió el joven se llega a Florissant, una amplia avenida con establecimientos comerciales y humildes casas, similar a las que hay en los suburbios de las grandes ciudades estadounidenses. Es la zona cero de las protestas que han tenido lugar cada tarde desde el sábado reclamando justicia y el arresto del agente que disparó a Brown.
Al caer la noche, las protestas han derivado en disturbios. Los más graves ocurrieron el domingo, cuando varios comercios fueron saqueados. El rastro de la destrucción sigue bien visible. Pero en la madrugada del martes al miércoles, aunque los disturbios fueron más acotados ante el amplísimo dispositivo de seguridad, la policía volvió a lanzar gases lacrimógenos y disparó a un joven de 19 años que amenazó con una pistola a un agente, según la policía. El joven se encuentra en estado crítico. Otra mujer recibió en esa zona un disparo desde un coche, pero su vida no corre peligro y se desconocen las causas del suceso.
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