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EDUARD LIMÓNOV | Escritor y político opositor ruso

“Ucrania debería haber sido generosa y haber devuelto lo que se le dio”

Nacido en Rusia y criado en Járkov, hoy Ucrania, ha participado en muchas guerras europeas

Limónov sale del Supremo ruso, en diciembre de 2011.
Limónov sale del Supremo ruso, en diciembre de 2011.DENIS SINYAKOV (REUTERS)

Eduard Limónov, hasta hace poco conocido por solo un pequeño círculo en Occidente, es hoy un personaje famoso gracias al libro Limónov (Anagrama) que le ha dedicado Emmanuel Carrère. Nacido en Rusia en 1943 con el nombre de Eduard Savenko y criado en Járkov, hoy Ucrania, Limónov es un escritor y político, que pasó una parte importante de su vida en Estados Unidos y Francia. Regresó a Moscú una vez desaparecida la URSS.

Curiosamente, el emigrado soviético no volvió para unirse a los sepultureros del comunismo, sino para engrosar el bando antirreformista. Savenko se transformó en Limónov, ácido como el cítrico y explosivo como una granada (limonka en el argot ruso). En 1993, fundó el Partido Nacional-Bolchevique, hoy prohibido, pero que sigue funcionando bajo el nombre de La Otra Rusia.

Delgado, de gafas, perilla y bigotes, no da la impresión de ser lo que es: un duro, un hombre de acción, que ha participado en las guerras yugoslavas apoyando a los serbios, en la de Abjazia contra los georgianos, en el Transdniéster del lado de los rusohablantes. Recibe a EL PAÍS en su apartamento del centro de Moscú, mientras afirma que cuenta con destacamentos que combaten en el este de Ucrania.

Pregunta. Rusia vuelve ahora a dominar Crimea

Respuesta. ¡Por fin! Hace 23 años que dije que Crimea era tierra rusa, poblada por rusos. Kiev heredó de la Ucrania soviética mucho territorio que no le pertenecía, que se le había incluido por comodidad administrativa, como Crimea o la provincia de Járkov. Allí viví mis primeros veintitantos años y la conozco bien: podías pasear durante días sin oír el ucranio. Trescientos años formó parte de Rusia. Lo mismo puede decirse de Donbás, en cuyas minas de carbón trabajan desde siempre rusos. Ucrania, en 1991, cuando recibió esta herencia, debería haber hecho un acto de generosidad y haber devuelto todo. Lo mismo ha sucedido con Georgia, que se fue con una herencia que incluía Abjazia, Adzharia y Osetia del Sur. Crearon sus pequeños imperios y se resisten a entregar lo que no les pertenece. Pero la dote hay que devolverla.

P. ¿Quiere usted decir que Rusia debe recuperar su antiguo imperio?

R. Mi posición es clara: Crimea y la zona de Donbás son tierras rusas. Así lo creemos y así es.

P. ¿Cómo ve usted la situación en el sureste de Ucrania?

R. Allí viven rusos y ucranios, pero estos ucranios no son como los que habitan el oeste del país. Las primeras regiones ucranias occidentales fueron incorporadas solo en 1939 y las últimas en 1945. O sea, ellos no han vivido toda su historia con nosotros, vivieron con el Imperio Austrohúngaro, con Polonia. Es de esas regiones que ha llegado la ideología que domina en Kiev y que venció en el Euromaidán. Desde 1991 hasta el 2014 los primeros ministros ucranios han sido todos unos estafadores, todos mercanchifles y truhanes. Donbás y Járkov los soportaron, pero cuando llegaron al poder los gamberros del Euromaidán, cuando los vieron esos brazaletes y sus bates de béisbol, su agresividad, la gente del este de Ucrania se asustó.

P. ¿Qué le parece la posición del Kremlin frente al este de Ucrania?

R. Lo que sucedió en Kiev el 22 de febrero fue algo inesperado para todos, incluso para el Kremlin. Crimea reaccionó rápidamente, la gente quería ser parte de Rusia y en cuanto se les presentó la oportunidad se organizaron y celebraron el referéndum. Putin en realidad no quería nada de esto; lo arrinconaron, no le quedó otra salida.

P. ¿Qué futuro le espera a la oposición? El poco espacio que tenía parece haberlo perdido.

R. Totalmente de acuerdo. Mi análisis no me gusta: los liberales perdieron el poder en 2003 cuando se vieron sin representación parlamentaria, y en estos 10 años se han ganado el odio general. Ellos mismos se han sepultado, aunque en sus filas haya intelectuales, tengan medios de comunicación. Poseían mucha fuerza, pero lo han dilapidado todo, todo lo hicieron mal. En 2011, cuando sacaban a la calle a 100.000 personas, en lugar de dictar las condiciones al régimen, firmaron acuerdos con él.

P. ¿Y la izquierda?

R. Cual elefante, el rincón izquierdo lo ocupa el Partido Comunista, organización muy dañina que se apropió del lugar de los comunistas cuando no lo son, son unos impostores. Como resultado, los otros partidos pequeños de izquierda están condenados a llevar una vida lastimera.

P. ¿No hay futuro, entonces?

R. Una posibilidad es que la libertad nos llegue del este de Ucrania, de la Ucrania sublevada. Y nosotros tenemos esperanzas de convertirnos en un partido de masas, hace ya mucho que existimos como organización, pero bajo este estado policiaco no lo hemos conseguido. Esperamos lograrlo con el lema de «Requisar y dividir», nacionalizar las fortunas de los oligarcas -y a ellos expulsarlos-, los recursos naturales.

P. ¿Qué le espera a Putin?

R. Si estamos de acuerdo en que la oposición pasa por malos tiempos, podemos concluir que a Putin le espera un futuro esplendoroso.

P. ¿Está de acuerdo con lo que escribe Carrère sobre usted?

R. ¿Sabe?, estoy contento de que ese libro haya aparecido, es un reconocimiento enorme, ha sido traducido a una veintena de idiomas. Me he negado a criticarlo, porque ha creado un mito sobre mi persona; lo que hizo Carrère es mejor que haber recibido el Nobel, es como lo que sucede con un escritor que ha muerto 20 años atrás y de pronto lo redescubren. El éxito ha sido fantástico, solo en Francia se han vendido más de 600.000 ejemplares del libro dedicado a mí, esto es muy bueno para mí. Como cualquier otra persona, escritor y político, aspiro a ser conocido. Carrère ha ganado mucho dinero, e incluso yo recibí algo por una película que piensa rodar Saverio Costanzo, que en Cannes compró los derechos del libro. El productor es muy conocido, el mismo de Bertolucci, así es que espero que la sea buena, aunque, por supuesto, no seré yo el retratado allí, sino el mito que se ha creado, pero entiendo perfectamente que esto es bueno para mí.

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