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Un guerrillero ‘español’ venció al ejército de Gadafi en Chad

Un coronel nacionalizado infligió en 1987 la derrota al general golpista que tiene en jaque Libia

Javier Casqueiro
El coronel Adum Yacub Kugu, tras la batalla de Uadi Dum.
El coronel Adum Yacub Kugu, tras la batalla de Uadi Dum.

El general golpista que tiene ahora en vilo a Libia y a todos los países de su entorno fue derrotado en una mítica y peliculera batalla en pleno desierto del Chad por un guerrillero nacionalizado español, residente en Barcelona. El coronel Adoum Yacoub Kougou está ahora buscándose la vida de ‘consultor’ en África, tiene 62 años, y recuerda bien para EL PAÍS desde Sudán aquel día polvoriento en el que venció a Jalifa Hifter y frenó las ansias expansionistas de Muamar Gadafi. Aquel humillado alto mando libio se refugia en esta jornada de elecciones generales en Libia en una de sus bases itinerantes y sin electricidad cerca de Bengasi, la ciudad que mantiene sitiada en su lucha reabierta contra el “yihadismo terrorista”.

Hifter presume de que mantiene el respaldo de casi todas las fuerzas armadas y que le costará llegar al poder en Libia, al margen de lo que decidan los votantes, seis meses. No descarta pedir apoyos externos de Egipto o, incluso, de Estados Unidos. Pero al veterano general le persigue una derrota sonrojante.

La batalla de Ouadi Doum está en los libros y en las hemerotecas. Miembros de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Francia la catalogaron pronto como una maniobra “fantástica y brillante” propia del abordaje a la estrella de la muerte en la serie de la guerra de las galaxias. Se libró entre las fuerzas bien fortificadas por Libia y comandadas por Hifter en ese enclave estratégico y fronterizo, entre Chad y Sudán, a unos 2.000 kilómetros al sur de la costa, en pleno desierto del Sáhara. Ocurrió en la primavera de 1987. Las autoridades militares del Chad y algunas guerrillas del país se unieron para repeler las ansias expansionistas en ese cruce del desierto del dictador libio Muamar Gadafi.

Parecía imposible tomar Ouadi Doum. Los militares libios, al mando del entonces comandante Hifter, estaban muy bien instalados allí en todos los sentidos. Pero algo les falló. Y, además, estaba también el factor Yacoub. El guerrillero, entonces chadiano, fue el ayudante clave del jefe del Estado Mayor de Chad, Hassan Djamous, en esa victoria que ha pasado a los libros de historia del país. Yacoub no disponía entonces de rango oficial porque era un miliciano rebelde, que había gastado años y vidas, desde 1977 hasta 1986, en múltiples peleas, también aliado a veces con Libia contra el gobierno del dictador chadiano Hissene Habre.

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Jalifa Hifter, por su parte, había sido enviado a la zona para fijar los poderes de Gadafi sobre un terreno aparentemente muy pobre pero que se consideraba fundamental para evitar invasiones o luchas incontroladas. En la capturada base libia había entonces más de 300 tanques soviéticos, 11 bombarderos checos L-39, tres cazas MI-24, helicópteros, antimisiles y unos 5.000 soldados.

“Nosotros éramos unos 3.000 pero solo teníamos nuestros Toyota pickup, unos 20 AHL-90 blindados, y algunos antimisiles Milan. Pero la respuesta que había que dar la pensé yo. Conocía el terreno mejor que ellos y sabía que entrar en esa base era muy difícil. Es una zona muy áspera. Sin árboles ni vegetación y en la que la visibilidad alcanza más de 20 kilómetros ¿Qué hicimos? Cazarlos. ¿Cómo? Esperamos a las fuerzas libias fuera de la ciudad y luego les perseguimos hasta que logramos romper el dispositivo”. Así lo rememora ahora para EL PAÍS Yacoub, que después de ese logro fue ascendido a coronel, adjunto al jefe del Estado Mayor y hasta secretario de Estado de Defensa del Chad. La batalla en cuestión duró 36 horas.

Cuando la base fue tomada, Hifter se rindió. “Nuestros soldados querían ponerlo en un pickup y pasearlo entre la gente y él dijo que no, que era un prisionero de guerra y que debía respetarse su condición”, relata ahora Adoum Yacoub desde Sudán.

Tras el fiasco de Ouadi Doum, el general libio fue apresado y enviado a Yamena, la capital de Chad. Yacoub y otros de sus compañeros admiten ahora con esa perspectiva que dan los años que el militar era un hombre valiente y corajudo, pero también exquisito.

Los soldados y milicianos chadianos tomaron Ouadi Doum y descubrieron que Hifter y sus mandos disponían en la base de comunicación diaria área para facilitar su transporte fuera, para tomarse algunos respiros, pero también de una vaca porque a los jefes les gustaba tomar el café con leche. Y también estaban allí muy expuestas tres de las famosas y exuberantes amazonas de Gadafi. Dos murieron y una resultó prisionera. Ni Yacoub ni otros de los que participaron en aquella contienda quieren precisar muy bien qué tarea tenían allí encomendada las amazonas.

Carros de combate libios destruidos en la batalla de Uadi Dum, en la frontera de Chad en 1987.
Carros de combate libios destruidos en la batalla de Uadi Dum, en la frontera de Chad en 1987.

En Chad, en 1987, la humillación de Ouadi Doum le costó a Hifter un año en la cárcel de Yamena y convertirse en un apestado para Gadafi. El dictador le había encomendado una labor ardua y el militar ya se la había desaconsejado de partida, porque veía difícil mantenerse en esa base sin el respaldo de las guerrillas chadianas. Pero se convirtió en el responsable y la cara de esa dolorosa derrota. Gadafi, además, no le quiso reconocer como un enviado suyo y le abandonó a su suerte.

Cuando Hifter salió de la prisión se integró un tiempo en la incipiente oposición a Gadafi en Libia. Pero su familia de Bengasi fue represaliada y decidió exiliarse en Estados Unidos, en Virginia, cerca de la sede de la CIA. Veinte años después retornó a Libia y en enero pasado amenazó al nuevo sistema político con un golpe de Estado por televisión. No sucedió nada. En mayo lo intentó ejecutar sobre el Parlamento, tras provocar más de 80 muertos en Bengasi.

Yocoub hizo carrera un tiempo en Chad como presidente del Frente por la Resistencia Nacional (FPRN) tras sus éxitos militares, luego se marchó a Londres a estudiar estrategia bélica y al poco se enfrentó con el gobierno de Habré, ahora encarcelado a sus 70 años en Senegal bajo la acusación de haber asesinado a 40.000 personas y haber torturado a 200.000. Tampoco le gusta el actual presidente Idriss Déby.

En 1996 se fugó a España, se instaló en Barcelona, donde aún reside su familia, y después de cinco años pidió y logró la nacionalidad. Tiene una hija española y tres en Chad. Durante un tiempo trabajó en la ciudad catalana de chófer y recolectó fruta. Ahora asesora y planea su retorno a Barcelona, donde retomará el trato con su amigo Javier Nart, el abogado y eurodiputado televisivo de UPyD, al que se tropezó en 1978 en Chad cuando éste asesoraba a las guerrillas: “Llegó con muchas cámaras y quería grabarlo todo pero yo lo que le dí fue un kalasnikov, para su protección, pero le echó mucho arrojo porque quería estar siempre en primera línea en todas las batallas”.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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