_
_
_
_

Obama enfría los planes de ataque en Irak

El Pentágono avisa de las dificultades de una intervención aérea. El presidente medita una intervención minimalista con ‘drones’

Marc Bassets
El presidente Obama reunido en el despacho oval con el líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, el líder de la minoría, Mitch McConnell, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y la líder de la minoría, Nancy Pelosi
El presidente Obama reunido en el despacho oval con el líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, el líder de la minoría, Mitch McConnell, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y la líder de la minoría, Nancy PelosiMANDEL NGAN (AFP)

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quiere tomarse su tiempo antes de intervenir en Irak. En un encuentro con los líderes del Congreso, el miércoles, Obama se limitó a presentar las opciones que la Casa Blanca medita para frenar el avance yihadista en el país que EE UU invadió en 2003 y abadonó ocho años después.

Los llamamientos de Irak para que EE UU bombardee posiciones del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) encuentran escaso eco en la Administración Obama. Ni la opinión pública ni el Congreso presionan para que Obama ataque en seguida. El recuerdo del fiasco de Irak, donde murieron más de cuatro mil norteamericanos sin que la primera potencia obtuviese ninguna victoria, condiciona cualquier decisión.

Una condición previa a cualquier acción norteamericana podría ser que el primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, abandonese el poder para permitir un gobierno de reconociliación nacional que incluya a suníes y kurdos.

Nadie ve claros por ahora los beneficios de una operación aérea. Los jefes del Pentágono avisaron en una comparecencia ante el Senado de los riesgos de meterse en la guerra civil iraquí y los peligros de bombardear sin objetivos militares y políticos definidos.

Presión para que Al Maliki abandone el cargo y permita un gobierno de unidad en Irak

Obama descarta enviar tropas terrestres. El resto de opciones disponibles van desde un refuerzo de la ayuda actual al Gobierno iraquí hasta el lanzamiento de misiles Tomahawk desde el Golfo Pérsico, pasando por bombardeos con aviones no tripulados o aviones convencionales.

La Casa Blanca, sin embargo, ha filtrado estos días a los medios norteamericanos un mensaje: los ataques serán limitados. Nada de bombardeos a gran escala como los que el pasado septiembre el presidente preparó, para anularlos en el último minuto, en Siria. La ayuda podría consistir en ataques con drones —aviones no tripulados— similares a los que EE UU ya ha realizado en países como Yemen o Pakistán.

El segundo mensaje es que la decisión no es inminente. El presidente puede tardar días en decidir cómo interviene en Irak. Ni siquiera es seguro que acabe interviniendo.

"No es tan fácil como mirar un vídeo de un convoy en un iPhone y disparar", dice el jefe del Estado Mayor

El tercer mensaje, que Obama ya formuló la semana pasada en una declaración en la Casa Blanca, es que EE UU no hará nada sin un esfuerzo por parte del Gobierno de Al Maliki —a quien Washington atribuye parte de la responsabilidad por el caos actual— para reconciliarse con los suníes.

En el Senado, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey, insistieron en que sin cambios políticos en Bagdad una intervención militar tenía poco sentido. También recordaron lo difícil que resultaría embarcarse en una operación efectiva.

“No es tan fácil como mirar a un vídeo de un convoy en un iPhone y disparar directamente”, dijo el general Dempsey. Aunque Obama ordenase atacar, EE UU carecería de una lista de objetivos fiables. “Debe haber un objetivo. ¿Adónde nos lleva? ¿Qué efecto tiene en el esfuerzo para alcanzar una solución política?”, dijo Hagel.

El debate político en Washington es si la escalada bélica actual es responsabilidad del demócrata Obama, por haber retirado todas las tropas norteamericanas en 2011; de su antecesor, el republicano George W. Bush, por encender el polvorín mesopotámico con la invasión de Irak; o de Maliki por haber excluido a los suníes del gobierno tras la retirada de EE UU.

El vicepresidente, Joe Biden, llamó al primer ministro Al Maliki para declarar que EE UU está “preparado para reforzar” el apoyo a Irak en la lucha contra el EIIL. Pero instó al primer ministro y a los otros líderes iraquíes a “gobernar de manera incluyente, promever la estabilidad y la unidad entre la población de Irak y abordar las necesidades legítimas de las diversas comunidades de Irak”.

En un coloquio en el laboratorio de ideas conservador American Enterprise Institute (AEI), el senador John McCain culpó a Obama de la situación actual por no haber negociado la permemanecia de una fuerza residual de EE UU en Irak. McCain, un halcón en política exterior, dijo que la prioridad debe ser estabilizar el frente militar y que sólo entonces sería el momento de pedir la marcha de Al Maliki.

El plan de la Casa Blanca es inverso: primero, el frente político; después, el militar. A la pregunta de si Al Maliki debía renunciar, Jay Carney, el portavoz de Obama, respondió: “Es algo que debe decidir el pueblo iraquí, no Estados Unidos ni una nación externa”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_