Los intervencionistas dudan que Obama pueda mantener el liderazgo de EE UU
La cautela en Siria o Ucrania inquieta a los partidarios progresistas y conservadores de defender los derechos humanos con medios militares
La crisis en Ucrania y la guerra civil en Siria han consumado el divorcio entre Barack Obama y los partidarios de intervenciones humanitarias que, en los primeros años de su mandato, confiaron en que el idealismo del presidente impulsaría una política exterior más ética en la primera potencia.
Obama salpicó el discurso en West Point, este miércoles, con algunas referencias a los derechos humanos. Pero será difícil que sus palabras disipen la idea de que es un presidente en retirada, propenso a apaciguar a adversarios como el ruso Vladimir Putin, o a asistir con pasividad a crímenes contra la humanidad como la guerra civil en Siria.
El Partido Republicano —con una dinámica ala aislacionista y todavía tímido, tras los años de George W. Bush, a la hora de abogar por intervenciones militares— no ha articulado una alternativa coherente a la política exterior de Obama. El Partido Demócrata apoya a su presidente. Y ambos conectan con los ciudadanos, hartos de más de una década de guerras sin una victoria tangible.
Una coalición transversal, formada por neoconservadores y progresistas favorables al uso de la fuerza para defender los derechos humanos, ha formulado la crítica más contundente del presidente. Tienen en común la creencia en la misión de EE UU para expandir la democracia y defender a las víctimas de crímenes contra las humanidad. Y también la veneración por la embajadora de EE UU ante la ONU, Samantha Power, convertida en una especie de figura trágica de la Administración Obama.
“Si EE UU no ejerce el papel de liderazgo, no sé quién lo asumirá, ni quién lo querrá asumir”
Antes de entrar en política, Power fue periodista y activista en favor de los derechos humanos. Es autora de A problem from hell (Un problema infernal), un libro que la pasividad de Washington ante los genocidios del siglo XX. A problem from hell es uno libro de cabecera para los promotores de la injerencia humanitaria, la idea según la cual, en casos de necesidad extrema, cuando un país es incapaz de proteger a sus ciudadanos, o estos son víctimas de las autoridades de este país, es legítimo vulnerar la soberanía nacional e intervenir.
El pasado septiembre, la embajadora promovió el ataque militar contra la Siria de Bachar El Asad hasta unas horas antes de que su jefe, Obama, diese marcha atrás en los preparativos bélicos y buscase una solución negociada con Rusia. Power quedó en una posición incómoda. Nadie habla de dimisiones, pero personas próximas a ella, como el neoconservador Elliott Abrams, han insinuado que la situación es "muy, muy difícil psicológica y emocionalmente" para ella.
Leon Wieseltier —intelectual de referencia de los que en EE UU se denominan halcones progresistas— reaccionó esta semana con hostilidad cuando un periodista le preguntó en Washington por su opinión sobre Power. Wieseltier, que es el padrino del hijo de Power, se negó a hablar de ella. Participaba en un coloquio, organizado por el laboratorio de ideas Brookings Institution, en el que habló Robert Kagan, afín al movimiento neoconservador y autor, durante los años de Iraq, de Of paradise and power (Poder y debilidad), un ensayo que exponía las diferencias irreconciliables entre norteamericanos y europeos.
El debate es un asunto de familia: la esposa de Kagan es una de las figuras más influyentes del Departamento de Estado, Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos y Eurasiático y responsable del dossier ucranio en la Administración Obama.
“El problema no son los discursos sino las acciones”, dijo Kagan en Brookings Institution. “[Obama] puede dar un buen discurso, pero al mismo tiempo ha decidido que todas las tropas regresen de Afganistán, pase lo que pase; todavía no ha hecho nada con Siria; y ha sido incapaz de cumplir con sus objetivos sobre el giro hacia Asia por los recortes en el presupuesto de defensa”.
El ensayista recordó que la política exterior de EE UU ha avanzado en ciclos de expansionismo y repliegue. Desde la Segunda Guerra Mundial ha dominado la idea de que los intereses norteamericanos, al contrario que los de otros países, se definen por algo más que por las defensa del territorio y los intereses más inmediatos: son intereses universales.
El temor de Kagan —autor de un reciente ensayo en la revista New Republic, titulado A las superpotencias no se les permite jubilarse— es que esta era haya terminado y los norteamericanos quieran volver a ser normales. Que el repliegue actual no sea, como sostiene Obama, una forma de ejercer de forma más efectiva y fiable el liderazgo mundial, sino el inicio de una era de desinterés en el resto del mundo.
“Si EE UU no ejerce el papel de liderazgo”, reflexionó Wieseltier, “no sé quién lo asumirá, ni quién lo querrá asumir”.
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