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Columna
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El zoco geoeconómico

La UE se apresura a buscar alternativas al gas ruso cuando Rusia y China ya cierran tratos

Lluís Bassets

Con Irán ha funcionado el régimen de sanciones. Sin ellas y sin sus efectos sobre la población, no se entiende la buena disposición a negociar de Hasan Rohaní. No es seguro que funcionen con Rusia, a pesar de que la anexión de Crimea requeriría una respuesta igual o mayor que la empleada con Irán por su programa nuclear. La capacidad persuasiva de las sanciones es mínima a corto plazo e incluso contraproducente. Sobre todo por su carácter limitado e incluso inofensivo. Nadie quiere expulsar de verdad a los magnates rusos de la economía global. Rusia tiene palancas, diplomáticas y económicas, para limitar su alcance y combatir sus efectos, y van desde las negociaciones de más alto nivel sobre Siria, Irán u Oriente Próximo hasta los acuerdos de adopción de niños rusos en España.

Tampoco está claro que funcionen en el largo, estrechando poco a poco el dogal como se ha hecho con Irán. Para Rusia son un estímulo al viraje hacia una nueva geometría en las relaciones comerciales, con un aflojamiento de los lazos con la Unión Europea y el mundo atlántico y una apertura a otras alternativas, fundamentalmente hacia Asia. Un primer paso nos llega de la reunión en Shanghái entre Putin y Xi Jinping, hermanados por la tensión reciente con Washington, por Ucrania el primero y por la orden judicial contra los militares espías chinos el segundo. El encuentro es una exhibición de la mecánica multipolar tan anunciada: la UE se apresura atolondrada a buscar alternativas al gas ruso mientras la Federación Rusia cierra acuerdos gasísticos con China, preparados con buen ojo estratégico desde hace diez años.

En ningún caso es una nueva guerra fría, ni siquiera geoeconómica, que nadie se puede permitir. En las relaciones con Washington habrá una nueva geometría más tensa y adversativa, acorde con la redistribución de poder mundial; pero no será bipolar. China quiere gas ruso, pero a buen precio; también defenderse ante las acusaciones por el espionaje digital y su expansionismo marítimo; pero no tiene interés en formar con Rusia un bloque antioccidental. En su posición se asemeja a otros emergentes, como la vecina India de Narendra Modi, que pronto la atrapará en población, quiere atraparla en crecimiento económico y le va a la zaga en poder militar. El cambio en India es tan expresivo de los nuevos aires multipolares, hechos de pugna y también de cooperación, como la crisis ucrania o la tensión creciente en el Mar de China Oriental. Habrá que seguir con atención los primeros pasos del nuevo premier indio en la escena internacional.

Las sanciones pertenecen a un mundo unipolar en declive. Estamos en un zoco geoeconómico mundial, sin monopolios ni duopolios, en el que media docena de comerciantes compran, venden, y a veces también se engañan unos a otros. Y en el zoco siempre existe el peligro de que en mitad de la discusión se llegue a las manos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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