Ira contra balas en el bastión rebelde
La población de la ciudad de Slaviansk, feudo de los independentistas, acude a votar en el referéndum con el eco de los enfrentamientos
Para llegar al colegio electoral 141.199 de la ciudad de Slaviansk desde Donetsk hay que recorrer 120 kilómetros y cruzar 13 puestos de control, que son como filtros de defensa en el camino hacia el núcleo duro de la resistencia federalista e independentista a la política de las autoridades centrales de Ucrania.
Dos de esos 13 puestos pertenecen a las tropas leales a Kiev y de ellos, el más importante está formado por seis vehículos (carros blindados y tanques con unos 50 hombres de dotación visible), insertados como una cuña entre las barricadas erigidas por los insurgentes en el acceso a Slaviansk. Hace unos días, el número de barricadas por estos parajes era significativamente menor y no estaban por aquí estos soldados que comen y beben sentados sobre sus carros blindados, adornados con la bandera azul y amarilla de Ucrania.
Tampoco estaba ese muro de bloques de hormigón que obliga a entrar en Slaviansk desviándose por un serpenteante atajo para ir a parar a nuevos puestos de control, esta vez de los insurgentes, que manejan las armas con ligereza y en ocasiones, al otear el horizonte, apuntan directamente sobre los visitantes.
De un cable eléctrico los milicianos han colgado un muñeco vestido con uniforme nazi, en el que se ha prendido un letrero con los nombres del presidente provisional de Ucrania, Alexandr Turchínov, y el primer ministro, Arseni Yatseniuk. En una acera, otros insurgentes han sentado a una muñeca hinchable desnuda que pretende ser la ex primera ministra Yulia Timoshenko.
“A las cuatro de la tarde habían votado más del 70% de nuestros electores, que son casi 1.800”, dice Andréi Shaldá, el jefe del colegio electoral 141.199, que se ha instalado en una escuela técnica. Shaldá, vestido de traje y corbata y con una identificación personal en la solapa, es maestro y tiene experiencia como miembro de colegios electorales en anteriores comicios.
En Slaviansk, donde residen 100.000 personas, hay 22 colegios, señala mientras varias personas enseñan su pasaporte para recoger la papeleta donde han de contestar si apoyan o no “la declaración de independencia de la República Popular de Donetsk”. Ya bien entrada la tarde, varios electores depositan su papeleta en dos grandes urnas transparentes y selladas: son cuatro o cinco jóvenes, dos ancianas y media docena de personas de mediana edad.
El grueso de los votantes vino por la mañana, dice Shaldá, que nos enseña una pequeña urna que ha sido llevada ya a 18 domicilios. En la madrugada del domingo se oyeron disparos en Slaviansk. Venían del sur de la ciudad y se oyeron en el norte, relata. ¿Acaso estos tiroteos y el aumento de la violencia no disuaden a los votantes? Al contrario. “La gente tiene miedo, pero también está harta, encolerizada por las acciones del Ejército ucraniano que dispara contra la gente pacífica y contra la población civil”, dice Shaldá. El maestro no cambiará aún el traje impecable que viste por el de camuflaje, pero advierte: “Si vienen a matar a mi familia, yo responderé como un hombre”. “La gente tiene miedo a que la metralla caiga sobre su casa, pero la gente ha venido a expresar su punto de vista y a decir que no aguanta más”, afirma.
El maestro contiene los sollozos y su voz se entrecorta al explicar que la muerte de unos vecinos en unas barricadas a 100 metros su casa el 2 de mayo fue el suceso que colmó su paciencia. Las muertes en Odessa y en Mariúpol le han convencido de que hay que dar “pasos legales”. “Eso es lo que intentamos aquí”, dice refiriéndose a la votación.
Vota Klaudia, que dice haber nacido en un refugio bélico en 1941 y votan Galina e Inna, madre e hija. Estas dos últimas afirman que han dicho que no a la independencia, porque quieren que los problemas se arreglen en una “Ucrania unida”. También vota Valentina, de 41 años, portando en brazos a un perrito bien peinado. “No sé si el federalismo será mejor que esto, pero peor no será. No quiero el regreso de Yanukóvich ni quiero a los que están ahora en Kiev, lo que quiero es que aprendamos a autogobernarnos”, señala.
Una portavoz del colegio 141199 informa del resultado de la jornada. Emitieron su voto 1.393 personas, de las cuales 1.352 votaron a favor, 28 en contra. Hubo 13 votos nulos y 290 papeletas no utilizadas. Es decir, un 97% de votos emitidos a favor de la independencia.
Antes, por la mañana, en Zugrés, a 40 kilómetros al noreste de Donetsk, fuimos testigos de una fluida votación en dos colegios electorales, instalados en el palacio de Cultura y en una sala de deportes de una escuela. La mesa electoral del palacio de Cultura está presidida por Vitali Nikolenko, diputado del Parlamento local y miembro del partido Bloque Ruso, ilegalizado recientemente por las autoridades de Kiev.
Los que han preparado el referéndum han hecho un buen trabajo habida cuenta de las condiciones en las que operaban. El alcalde de la localidad, que tiene unas 30.000 personas, les ha dejado hacer. Los organizadores de la consulta han rescatado las listas de electores de los comicios presidenciales de 2010 y los parlamentarios de 2012, han impreso los boletines y han desplazado enormes urnas transparentes.
A votar en Zugrés acudieron personas de distintas edades: jóvenes como Marina, que se quejan de la falta de trabajo, y personas maduras como Alina y Vladímir, una pareja que sopesó largamente los pros y contra y la oposición de su hija antes de decidirse a votar “por la madre Rusia”, aunque la “madre Rusia” no figure explícitamente en la pregunta del referéndum, que solo se refiere a la independencia de la región respecto al resto de Ucrania.
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