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La violencia eclipsa la campaña electoral en Irak

Los atentados han eclipsado la campaña electoral en la que Al Maliki busca un tercer mandato Chiíes, suníes y kurdos compiten por el poder y los recursos naturales

La violencia eclipsa la campaña electoral en Irak.Foto: reuters_live
Ángeles Espinosa

Los iraquíes acuden a las urnas mañana miércoles para elegir un nuevo Parlamento, que determinará también el próximo Gobierno. Sin embargo, las únicas noticias de la campaña son los atentados contra mítines, candidatos y colegios electorales donde los miembros de las fuerzas de seguridad han votado de antemano. Nueve mil aspirantes de 277 formaciones distintas compiten por los 328 escaños en liza. Todo parece indicar que esa fragmentación política hará más difícil, pero no impedirá, un tercer mandato del actual y controvertido primer ministro, Nuri al Maliki.

A pesar de que Irak cuenta con las quintas reservas de petróleo del mundo, un 28% de sus familias vive por debajo de la línea de pobreza, la mortalidad infantil está cercana a la de Yemen (uno de los países más pobres) y sólo un 40% de los iraquíes tiene trabajo, según datos del Banco Mundial. Sin embargo, la violencia y el sectarismo eclipsan el debate sobre la mala gestión política y económica, o la necesidad de un nuevo modelo institucional.

De hecho, en Bagdad ni siquiera había ambiente electoral hasta hace una semana. El mal tiempo, con fuerte lluvia y vientos, y el vandalismo se aliaron para destrozar los escasos carteles colgados. Tampoco los mítines han tenido mucho éxito en medio de las amenazas de Al Qaeda y otros grupos extremistas suníes.

Ayer lunes, medio centenar de personas resultaron muertas en varias acciones suicida contra una reunión política de kurdos en la ciudad de Janequin, a 140 kilómetros al este de Bagdad, y contra miembros de las fuerzas de seguridad que votaban por adelantado para poder estar operativos durante la jornada electoral. El pasado viernes, otra treintena murió en un atentado del Estado Islámico en Irak y el Levante contra un acto de campaña de la milicia pro gubernamental Asaib Ahl al Haq. Aunque ataques así no son infrecuentes en Irak, que el objetivo fuera un grupo militante chií aviva el enfrentamiento sectario y aumenta el riesgo de represalias.

Al Maliki se presenta como el candidato de la estabilidad, que logró reducir la violencia durante su primer mandato. Sin embargo, el repunte que se ha producido en el último año constituye un golpe a su credibilidad. Cerca de 3.000 personas han muerto en atentados desde enero, un nivel que no se repetía desde 2008 cuando el país salía de un conflicto confesional que estuvo a punto de transformarse en guerra civil.

Sus críticos le acusan de haber alentado el sectarismo con sus políticas autoritarias, pero la realidad es que los programas de la mayoría de los grupos políticos están vinculados a lealtades tribales o religiosas. Ante las elecciones, los dirigentes de las tres principales comunidades (árabes chiíes, árabes suníes y kurdos) han adoptado un discurso de enfrentamiento para ganar apoyos.

“El sectarismo está enquistado en las normas y prácticas del proceso político. Las instituciones son feudos de partidos en conflicto que compiten por poder, recursos y estatus”, afirma Harith Hasan al Qarawee en un análisis para el Centro Carnegie.

Un ejemplo de ello es el reparto de las máximas instituciones del Estado. Aunque ninguna norma lo establece, existe un acuerdo tácito para que un kurdo ejerza la jefatura del Estado, un chií encabece el Gobierno como primer ministro (el cargo de mayor peso político) y un suní presida el Parlamento. Ese pacto no escrito puede estallar tras las elecciones, ya que los diputados tienen que elegir un nuevo presidente de la República (la Constitución impide que el actual, Yalal Talabani, aspire a un tercer mandato y además está enfermo) y los suníes reclaman ese puesto, tras sentirse marginados por la mayoría chií durante las dos legislaturas anteriores.

El líder espiritual de los chiíes iraquíes, el venerado ayatolá Ali Sistani, ha animado a los ciudadanos a que acudan a las urnas y elijan a los candidatos “más cualificados”, asegurando que no apoya a ninguno en particular. Pero Al Maliki aún atrae el mayor apoyo entre los chiíes. Así que, a pesar de que la heteróclita alianza que le llevó al poder en 2010 se ha realineado (con el significativo abandono de los sadristas), es previsible que logre mantenerse como primer ministro. Si acaso, el fragmentado panorama político hará más complicadas las negociaciones post electorales para formar Gobierno.

“Es improbable que el resultado de las elecciones del 30 de abril reduzca las tensiones internas”, concluía Barah Mikail un reciente análisis de FRIDE. Mikail, como otros analistas, apuntaba a la necesidad de “un modelo político más incluyente”, algo que con la reelección de Al Maliki parece alejarse.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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