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Un Silicon Valley para Europa

Estonia se afianza a la cabeza de la revolución digital de la UE y abraza con entusiasmo la protección de la OTAN ante la prepotencia de Rusia en Ucrania

FERNANDO GUALDONI (ENVIADO ESPECIAL)
Un grupo de turistas contempla una panorámica de Tallin, la capital estonia.
Un grupo de turistas contempla una panorámica de Tallin, la capital estonia.I. K. (REUTERS)

Hasta hace poco más de un mes, en Estonia se hablaba de la crisis económica europea y de los cambios en la política local que recientemente dieron paso a un nuevo Gobierno encabezado por el flamante primer ministro de centroderecha Taavi Roivas, de 34 años de edad, el más joven de la UE. Pero desde el recrudecimiento de la crisis en Ucrania y la posterior anexión de Crimea por parte de Rusia, todo en Estonia pasó a segundo plano y de lo único que se habla en la capital, Tallin, es de las consecuencias que ese conflicto tendrá en el país báltico, donde el 26% de la población es de origen ruso.

Ningún estonio cree que Rusia vaya a apoderarse de una parte del territorio del ya pequeño país de 1,3 millones de habitantes. Lo certifican las encuestas, los artículos de opinión en la prensa y todo aquel al que se le pregunta. Pero la razón no es que se fíen del vecino ruso, sino que el país es miembro de la UE y de la OTAN desde 2004 y de la zona euro desde 2011. Estonia alberga, además, el gran centro de ciberdefensa de la Alianza. Tal honor le fue concedido por la avanzada digitalización del país y porque en 2007 fue víctima de uno de los mayores ciber-ataques contra un miembro de la UE. Para los estonios no hay duda de que el origen de esos ataques fue Rusia y que el Gobierno de Moscú estuvo implicado en el asunto.

En clave estonia

En agosto de 1989, unos dos millones de estonios, letones y lituanos formaron una cadena humana de más de 560 km, desde Tallin hasta Vilna, para exigir la independencia de la URSS.

El 20 de agosto de 1991 Estonia se independiza de la URSS. En 2004 entra en la UE y la OTAN y en 2011, en el euro.

La penetración de Internet en Estonia es del 78%.

“No sé si la UE funciona tan bien como debería, pero por suerte estamos dentro del paraguas comunitario y es la mejor protección que podemos tener frente al oso ruso”, dice con gracia Heikki Haldre, fundador de Fitsme.com, un probador virtual para los compradores de ropa por Internet pensado para las grandes firmas textiles. Haldre representa el sector económico más dinámico de la economía estonia, las empresas tecnológicas emergentes. El crecimiento de estas compañías es imparable desde que en Estonia se inventó Skype hace 15 años.

Haldre, con 38 años, es un “veterano” en un negocio cuyos emprendedores rondan de media la treintena. Fitsme es la sexta empresa que funda en los últimos 10 años y tiene muchas esperanzas en su futuro. “Solo uno de mis anteriores proyectos no salió bien, pero eso en Estonia no te detiene, solo tienes que volver a comenzar y dedicarle la vida a tu empresa. Este es un negocio en el que lo das todo, le dedicas la vida, las horas que haga falta… Es tu empresa y su marcha depende de ti, de tu empeño, de tus ideas. Yo no necesito que el Gobierno haga nada por mí, con que me haga la vida fácil es suficiente, y en eso cumple con creces”, explica.

La creación de una empresa estonia toma menos de 24 horas, cuesta 150 euros y todo se hace por Internet. El 78% de la población tiene acceso a la Red y el país es pionero en el sufragio electrónico tanto para los comicios generales como presidenciales. Además, las empresas están exentas de pagar impuesto de sociedades si reinvierten sus ganancias en el desarrollo de la compañía. “El Gobierno tiene fondos especiales (Start-up Estonia y Baltic Investment Fund suman unos 107 millones de euros) para financiar las nuevas empresas tecnológicas y nuestra asistencia permanente, tanto para su desarrollo local como para su internacionalización”, explica Anette Järvpõld, representante de la Oficina de Innovación del Ministerio de Economía. “Es verdad, una sola llamada, un mensaje, y el Gobierno se pone en marcha para ayudarte, sin vueltas”, confirma Anton Vedeshin, fundador de la empresa ITBS con proyectos digitales aplicados a la salud, el consumo, transporte y seguridad, entre otros.

Vedeshin tiene 29 años y la forja de ITBS comenzó hace una década. Tiene una actitud incansable como todos lo que colaboran entre sí en Mektory (Modern Estonian Knowledge Transfer Organization For You), un centro de innovación dependiente de la Universidad Tecnológica de Tallin que facilita a los estudiantes y graduados un espacio que funciona como laboratorio y oficina de las empresas emergentes. No pagan por usar las instalaciones, sólo tienen que demostrar que se mantienen activos. “Mientras asisten a clase, los alumnos ya participan en proyectos reales encargados por empresas. Ahora mismo, por ejemplo, Mitsubishi ha encargado un trabajo de recopilación de datos sobre el comportamiento del coche eléctrico en las cuatro estaciones del año, ya que en este país aún son periodos bien definidos”, explica Heidi Pihlak, subdirectora del centro.

Para la mayoría de los emprendedores estonios, la Unión Europea significa movilidad y oportunidades

Taavi Kikas es cofundador de Secured 3D, una empresa emergente que ha desarrollado un sistema para proteger los diseños creados en impresoras tridimensionales. En su oficina-laboratorio en Mektory no cabe un alfiler, ni siquiera en las sillas. Así que de pie, con un entusiasmo arrollador, Kikas explica que su sistema permite guardar los diseños encriptados en la “nube” e imprimirlos en cualquier parte con el permiso del propietario. Cuenta Kikas que en Mektory nunca estás solo, que siempre hay otros como él con ideas o soluciones que ayudan al desarrollo de los proyectos. En la zona donde está Mektory, a menos de media hora en coche del centro de Tallin (la capital tiene 400.000 habitantes), coexisten otros centros de innovación más específicos de los sectores de la salud o las telecomunicaciones. Es como una miniciudad de hombres y mujeres, todos en torno a la treintena, que se dedican a crear e innovar en el mundo digital. Cada año, según cifras oficiales, se registran unas 250 empresas en el sector de innovación digital.

Para la mayoría de los emprendedores estonios, la Unión Europea significa movilidad y oportunidades. Un lugar donde pueden moverse sin visado aun fuera del espacio comunitario. “Para nosotros ir a Silicon Valley en California es como para un niño ir a Disneylandia. Ahorramos el tiempo que haga falta para ir”, confiesa Anton Vedeshin. “Yo estuve el año pasado, hay estonios trabajando allí que organizan visitas y contactos entre nuestras empresas y las estadounidenses”, añade. Vedeshin procede de una familia de origen ruso y ucranio, pero él no entiende de separatismos ni de reproches históricos. Tres cuartas partes de su joven vida han transcurrido en la Estonia independiente y pertenece a la generación del nuevo primer ministro, que está tomando las riendas del país y que tiene sus referencias en Occidente.

El grueso de la comunidad rusa no parece encajar aún en la Estonia del euro. Los rusos encabezan casi todos los índices de exclusión: renta, desempleo, violencia de género, fracaso escolar, drogodependencia, población carcelaria. En torno a un 8% de los 350.000 rusos carecen de pasaporte alguno y sus hijos nacidos en Estonia no obtienen automáticamente la nacionalidad. Estonia no ha ratificado las convenciones de 1954 y 1961 para la regularización de los apátridas. Los datos reflejan que una mayor integración de las comunidades es una de las grandes asignaturas pendientes de Estonia. En Tallin no se respira temor a un enfrentamiento a la ucrania, solo se cree que si la crisis entre Occidente y Rusia se agudiza, el país báltico perderá parte de su atractivo como puente comercial entre la UE y Moscú.

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Sobre la firma

FERNANDO GUALDONI (ENVIADO ESPECIAL)
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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