Valls intenta aplacar la rebelión interna en el partido socialista francés
Valls recibe a los diputados que se oponen a su plan de recortar gasto público
Trabajando contra reloj para llegar a tiempo al Consejo de Ministros de hoy, donde el primer ministro, Manuel Valls, debe presentar los detalles del Programa de Estabilidad, una docena de parlamentarios del Partido Socialista francés negoció ayer en Matignon posibles alternativas al pacto de responsabilidad comprometido por François Hollande ante Bruselas y la patronal.
La delegación de la fracturada mayoría parlamentaria, encabezada por el jefe de filas del Partido Socialista (PS), Bruno Le Roux, discutió con el primer ministro tres escenarios distintos al que este mismo detalló, por sorpresa y sin negociación previa, la semana pasada ante el Parlamento al pedir la confianza a la Asamblea Nacional, en una jornada en la que una docena de diputados del PS negaron su voto a Valls.
El malestar en las filas socialistas, que cuentan ya con un tercio de diputados disidentes, ha ido creciendo con los días al conocerse que la propuesta inicial del primer ministro congelaría hasta 2017 los sueldos de los funcionarios y las pensiones y recortará en 11.000 millones las prestaciones sociales, para entregar un cheque en blanco de 38.000 millones de euros a la patronal rebajando las cargas laborales.
Los recortes deberán alcanzar en cualquier caso los 50.000 millones de euros previstos de aquí a 2017 para que Francia se acerque al compromiso de objetivo de déficit del 3% en 2015. Pero los socialistas buscan a marchas forzadas que la austeridad exigida por la Comisión Europea y por Berlín no perjudique aun más el poder adquisitivo de las familias con rentas más bajas, y salve el nivel de ingresos de los funcionarios y los pensionistas.
El portavoz del grupo parlamentario socialista apela a la unidad del partido
Antes de reunirse con Valls, Bruno Le Roux, portavoz del grupo socialista, dijo en una entrevista a Le Monde que “es preciso reflexionar mucho sobre las causas de la derrota en las elecciones municipales y sobre el mensaje enviado por los electores”, y reivindicó que los diputados puedan “participar más en la puesta en marcha de las políticas definidas por el presidente y el primer ministro”.
Le Roux llamó a la unidad del partido, afirmó que el grupo quiere ayudar a Hollande y a Valls a equilibrar las cuentas públicas, pero a la vez criticó al primer ministro por haber anunciado los recortes “antes de tiempo” y sin consultar con su mayoría, vulnerando así una promesa electoral de Hollande, que en su campaña se comprometió a pactar con los diputados las decisiones de gran calado.
El dirigente socialista enfatizó que “los franceses no quieren más subidas de impuestos, sino más recortes del gasto”, y advirtió de que “lo peligroso para el país sería dar un tijeretazo a los gastos que alimentan el crecimiento y la competitividad”.
Le Roux recordó además que, “en tiempos de crisis, el deber de la izquierda es sobre todo cuidar de los más frágiles”.
El número de parlamentarios disidentes supone un tercio del total, y crece día a día
Las medidas fiscales y de ahorro anunciadas por Valls la semana pasada prevén recortar en 28.000 millones el déficit estructural entre 2014 y 2017. El plan bendecido por Bruselas propone subir los impuestos de los hogares en 10.000 millones de euros y bajar los de las empresas en 38.000 millones. Además, habrá 56.000 millones de ahorro: 26.000 millones a cargo del Estado central; 13.000 millones de la Seguridad Social, 4.000 millones en otras prestaciones y 13.000 millones de los organismos locales.
Para tratar de garantizar que el Programa de Estabilidad salga adelante en la Asamblea el próximo día 29, los parlamentarios socialistas adscritos a la Comisión de Finanzas han elaborado tres propuestas alternativas. La primera es aplicar las rebajas de las cargas patronales a las pymes desde 2015, retrasando a 2016 la rebaja fiscal a los grandes grupos. Eso permitiría liberar 3.000 millones en 2015, sin congelar las prestaciones sociales y aumentando medio punto los salarios de los funcionarios. La segunda vía aboga por retirar los descuentos fiscales prometidos por Hollande a las empresas: dejándolos al nivel de 2014, se liberarían 3.000 millones, y eso permitiría subir un 1% los sueldos públicos. Y la tercera propone aminorar el regalo fiscal a la patronal hasta los 33.000 millones y poner en marcha un plan de lucha contra el fraude fiscal.
La pelota está ahora en el tejado de Valls y Hollande. El Gobierno confirmó ayer sus previsiones de crecimiento para 2014 (1%) y 2015 (1,7%), en línea con lo que calculan la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El debate sobre el impacto de la austeridad continúa abierto. ¿Ayudará el mayor tijeretazo del gasto público de la historia francesa a crear empleo, reducir el déficit y aumentar el crecimiento? ¿O pasará lo mismo que en España?
Por el camino, está en juego el alma de los socialistas franceses, y su respeto a las reglas del juego europeas y a los compromisos adquiridos con los electores. Y en medio, a solo un mes vista, unas elecciones europeas donde este PS fracturado y sin rumbo corre el serio riesgo de convertirse en el tercer partido de Francia.
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