Empate en Ucrania
Difícilmente puede Estados Unidos dar lecciones de legalidad internacional a Rusia
La profundización de la crisis de Ucrania no debe llevarnos a la hipérbole histórica ni a las simplificaciones. No estamos al borde de una guerra generalizada por mucho que recordemos este año el centenario de la Gran Guerra del 14. Aunque la anexión de Crimea por Rusia ha sido ejecutada con la misma lógica tramposa con la que Hitler realizó el Anschluss de Austria. Estados Unidos no tiene intereses vitales en Ucrania, se encuentra sin embargo ante un reto estratégico que, afortunadamente, no tiene una solución militar. George W. Bush prometió no dejar pasar la invasión rusa de Georgia en 2008. Rusia se hizo con el 20% del país, tras negociar un acuerdo de paz con Washington y los europeos. ¿Está pensando Putin en un protectorado para Crimea similar al de Abjazia y Osetia del Sur, las regiones secuestradas a Georgia, un escalón de vasallaje inferior a la anexión pura y dura de Crimea, su único puerto militar en aguas calientes?
Hace solo diez años, cuando una parte significativa de la vieja Europa le puso la proa a la invasión de Irak por Estados Unidos, igual de ilegal y falsificada y mucho más cruenta que la ocupación de Crimea por los rusos, pero moralmente aceptada porque era la nuestra, esta fue la respuesta de Washington. Castigar a Francia, ignorar a Alemania y perdonar a Rusia. Difícilmente puede EE UU dar lecciones de legalidad internacional a Rusia tras 47 años de inacción para restablecer las fronteras árabes violadas por la fuerza por Israel tras la guerra de los Seis Días. EE UU está hoy en retirada mundial y el vacío resultante no está siendo ocupado por nadie.
EE UU no puede ya ignorar a Alemania ni perdonar a Putin a quien tratará de hacerle pagar muy caro, económica y políticamente, su política de hechos consumados en Ucrania. Pero el aislamiento de Rusia no es la solución, sin ella se desequilibra el orden mundial. La Alemania de Merkel, que debate abandonar su enanismo internacional, es clave para contener a Putin, evitando que siga amputando territorios ucranios. La canciller, criada en la Alemania comunista, habla con él en ruso y sabe lo que significa un hombre del KGB. “Vive en otro mundo”, se queja Merkel a Obama tras hablar con el zar de Moscú, empeñado en una reconstrucción del antiguo espacio soviético, imposible sin Ucrania.
Putin extrae su confianza de la dependencia energética europea de su gas y petróleo, cuyas exportaciones suponen el 50% del presupuesto ruso. Un arma de doble filo: la economía rusa necesita de los mercados y las inversiones occidentales. Posiblemente Crimea ya esté perdida; Ucrania puede vivir sin la península, de hecho una enorme base militar rusa. Caminamos hacia un empate en la crisis: la revolución proeuropea impulsada por Occidente ha salido de momento adelante y Rusia controla la pieza de Crimea. Es una simplificación afirmar, como lo hacen los republicanos en EE UU, que Putin esté jugando al ajedrez y nosotros a las canicas.
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