¿Por qué se calla, Comandante Ortega?
El presidente nicaragüense no se ha pronunciado sobre la muerte de miles de personas por Insuficiencia Renal Crónica
Comandante Daniel Ortega, ¿qué pasó con aquel eslógan que cantaba “arriba los pobres del mundo”? El sábado, en Chichigalpa, al oeste de Nicaragua, uno de esos pobres fue masacrado por las balas de la Policía de la que usted es máximo jefe. Y hasta ahora ni una palabra suya, Comandante. ¿Por qué?
En cada uno de sus discursos usted habla de los pobres, su esposa, Rosario Murillo, menciona palabras rimbombantes como “restitución” de derechos, que en Nicaragua estamos "bendecidos" y "prosperados", dice ella.
Pero durante años, Comandante Ortega, miles de enfermos de Insuficiencia Renal Crónica han protestado en Chichigalpa, reclamando ser escuchados, exigiendo un poco de atención. Los gobiernos anteriores, que usted tanto critica, no les hicieron caso. Pero usted se define como cristiano y socialista. Yo no me defino como cristiano, pero entiendo que el cristianismo predica el amor al prójimo, la atención a los más desfavorecidos. El socialismo habla de igualdad, del fin de las inequidades, del progreso social. ¿Entonces, Comandante? ¿Por qué no oye a los centenares de campesinos de las costas del Pacífico de Nicaragua que desde hace años nos gritan su dolor? ¿Por qué no está con ellos? ¡Han muerto 3.442 personas por Insuficiencia Renal Crónica, Comandante!
Son demasiados muertos. Son demasiadas vidas perdidas. Y eso según cifras de la OPS, porque el Ministerio de Salud de Nicaragua, como usted, calla sobre la epidemia. Pero la gente sigue muriendo. El lunes fue el turno de Carlos José Martínez Rivas, de 50 años. Dejó huérfanos a cuatro niños, de diez, ocho, cinco y dos años, el pequeño Dorian, que no crecerá al lado de su padre. En la misma calle donde murió Carlos, otros dos hombres esperaban la muerte. En esa misma barriada, los vecinos han asistido, durante años, al entierro de los suyos.
Y eso sin contar la muerte de Juan de Dios Cortés, de 48 años, que el sábado murió por un disparo de la Policía, cuando reprimieron a sangre y fuego una protesta pacífica que los cañeros mantenían frente a la entrada del Ingenio San Antonio en Chichigalpa, propiedad del Grupo Pellas, cuya cabeza es el empresario Carlos Pellas, con quien usted, comandante, mantiene excelentes relaciones, hasta el punto de haberlo citado en la exposición de motivos con los que justificaba la reciente reforma a la Constitución de Nicaragua, que le garantiza la permanencia en el poder, sin contrapesos.
¿Esa relación tan estrecha lo lleva a callar, Comandante? ¿No era usted quien denunciaba los abusos del capitalismo salvaje? No se calle, Comandante. Pronúnciese como máxima autoridad de este país, Nicaragua. No decepcione a los que han votado por usted, aunque las elecciones no hayan sido transparentes, como ha denunciado la incipiente oposición. Muchos que votaron por usted lo hicieron porque creen en usted. Muchos de ellos son campesinos de Chichigalpa, que me dijeron el domingo que están dolidos por su indolencia. Ya han sufrido demasiado. Ellos son pobres del país más pobre de Centroamérica. Y usted habla en sus discursos en nombre de los pobres. Ellos no se sienten prosperados ni bendecidos. Ellos esperan de usted una respuesta a su calvario.
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