Muere Hugo Chávez, nace el chavismo
Con o sin el expresidente, el chavismo es una plataforma viable, y es la preferida por los venezolanos. De eso ya no queda duda
No eran pocas las interrogantes que existían sobre si el chavismo era viable. Se especulaba. Se decía “una vez que no esté Chávez esto se cae como un castillo de naipes.” El chavismo sin Chávez, como se dio a conocer la figura, era algo que existía en la bruma del futuro. Intangible e insondable. La creencia era que sólo Chávez tenía el carisma, la ascendencia, y presencia como para cargar a espaldas su movimiento político. Durante su vida nadie le hizo sombra en la política venezolana, mucho menos dentro del chavismo. Los colaboradores que mantuvo en derredor eran vistos como simples correveidiles, mandaderos, individuos sin poder ni discreción para tomar decisiones de relevancia alguna.
Cuando se supo de su enfermedad fatal, muchos en la oposición, aun cuando no lo reconocían en publico, se regocijaron. Comenzaron a salivar, creyendo que la desaparición física del caudillo daría al traste con su “revolución Bolivariana”. Comenzaron a contar los pollos. Se convencieron de que el momento había llegado. Sin Chávez en escena, ninguno de sus adláteres podría mantener el chavismo unido, por cuestión de gravitas, o falta de ella. Ni Maduro, ni Cabello, menos el dizque todopoderoso presidente de PDVSA Rafael Ramirez, eran vistos como “hombres de Estado”, al estilo Hugo Chávez. Esa era al menos la creencia...
Pero han sucedido una serie de elecciones, desde la muerte de Chávez, que no dejan lugar para las dudas. El chavismo se ha consolidado en el 2013 como la fuerza política preferida de la mayoría de los venezolanos. Ya no se trata de un líder que exudaba carisma actuando cual porta-aviones de una plataforma política repleta de mediocridades, y de personalidades grises que no despiertan ni un mal pensamiento. No. Estamos en presencia de un movimiento que, con o sin líder galáctico, bate en elecciones a quien quiera que la oposición decida lanzar al ruedo.
En el 2006, estuve tres meses trabajando como asesor de la campaña del entonces líder de oposición Manuel Rosales. Desde entonces se han proferido todo tipo de criticas a esa candidatura, se ha dicho que era imposible esperar una victoria con tal candidato, de hecho el mismo Rosales está exiliado en Perú. La oposición luego pensó que estaba dictando cátedra de democracia cuando organizo las primarias para escoger al contrincante de Chávez. Henrique Capriles gano dicha contienda, y básicamente es lo único que ha ganado desde entonces. Ya ha sido derrotado tres veces, en corta sucesión, por Chávez y por Nicolás Maduro. Como líder de oposición no ha podido hacer mella alguna en la popularidad del chavismo.
Por ello debe reconocerse, sin ambages, que éste año pronto a terminar ha sido el año en el que el chavismo nació como fuerza política. Ya no está el encantador de serpientes, el líder supremo, no obstante sus delfines han demostrado, al menos, que la oposición en cualquiera de sus formas es minoría. Debido a la singularidad de la correlación de fuerzas políticas y poder real en Venezuela, esta neo realidad augura un futuro bastante incierto para Venezuela, que no para el chavismo.
Y antes de que se esgrima el argumento del ventajismo del Gobierno en materia electoral como justificación de las recurrentes derrotas electorales de la oposición, es imperativo recordar que la oposición tiene como pilar ideológico el no cuestionar seriamente la forma en la cual se llevan a cabo los procesos electorales en Venezuela, y a las autoridades que administran y organizan tales procesos. Por tanto, si dichos procesos son buenos para reclamar victorias también deben serlo para reconocer que el chavismo, con o sin Chávez, es una plataforma viable, y es la preferida por la mayoría de los venezolanos. De eso ya no queda duda.
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