EE UU y Reino Unido suspenden parte de la ayuda militar a los rebeldes sirios
Responden así a la toma de un arsenal por parte de una milicia islamista El Ejército Libre Sirio queda debilitado entre dos frentes, el régimen y los yihadistas
Estaban decididos a atacar al régimen de Bachar el Asad hace solo tres meses. Este miércoles dejaron caer a los rebeldes moderados a los que, al menos nominalmente, aún consideran aliados y representantes legítimos del pueblo sirio. Estados Unidos y Reino Unido decidieron suspender la modesta ayuda militar que han destinado en los pasados dos años al Ejército Libre Sirio (ELS) en el norte del país, después de que una milicia islamista asaltara el fin de semana unos arsenales en la frontera con Turquía y se llevara armas antiaéreas y antitanque. No es que ambos países hayan enviado a los opositores armas o munición. Sus remesas son de un material que clasifican como ‘no letal’, como chalecos antibalas o sistemas de comunicación. Aunque la rescisión afecta solo al norte del país, es ahí donde más han avanzando y han resistido los rebeldes, convirtiendo en sus bastiones las regiones Alepo y Raqa.
El Estado Islámico, una nueva amalgama de milicias opositoras, asaltó sábado y domingo la sede del rebelde Consejo Militar Sirio, mando del ELS, y varios depósitos de armas, en el cruce de Bab al Hawa, en la frontera con Turquía. Esa operación llevó a la Casa Blanca a reconsiderar su ayuda a los rebeldes, por el temor que ese material acabe en manos de las milicias yihadistas. Según dijo el portavoz de la presidencia norteamericana Josh Earnest: “Ha sido un desafío desde el principio poder identificar a los elementos moderados y ofrecerles la ayuda que necesitan”. El portavoz del ELS, Louay Meqdad, le pidió a esos aliados “que reconsideren y esperen unos pocos días a que la situación se aclare”.
Paralelamente a esa ayuda, desde 2012 Arabia Saudí y Catar han enviado armas a los rebeldes sirios a través de Turquía y Jordania, según informes de inteligencia occidental. La CIA y cuerpos de élite del ejército norteamericano han entrenado a varios grupos de rebeldes también en bases militares de Jordania, sin armarlos directamente.
En marzo el jefe de la diplomacia norteamericana, John Kerry, anunció un incremento de los envíos de esa ayuda no letal a los rebeldes moderados. En total EE UU tenía previsto destinar a esos rebeldes 250 millones de dólares en material de apoyo militar. Según fuentes opositoras sirias, el ELS ha recibido sistemas de comunicación radiofónica, chalecos antibalas, gafas de visión nocturna, mirillas y otros artículos similares.
EE UU comenzó a plantearse el envío de esa ayuda en marzo de 2012, un año después de que estallaran las revueltas contra el régimen de El Asad. Los primeros envíos se efectuaron en agosto de aquel año. Poco después, Reino Unido siguió el mismo ejemplo. En repetidas ocasiones el ELS y su brazo político, la Coalición Nacional Siria, presionaron a la Casa Blanca para que diera el paso definitivo de entregarles armas. El tira y afloja fue largo. Tanto, que a diversas milicias islamistas les dio tiempo de nutrirse de yihadistas extranjeros e ir avanzando a la sombra de los rebeldes moderados.
En marzo Barack Obama visitó Jordania y, tras reunirse con el rey Abdalá II, dejó claro que no entraba en sus planes entregar armas a los rebeldes por el ascenso de los extremistas en el bando opositor. “Me preocupa mucho que Siria se convierta en un enclave para el extremismo”, dijo. Para la Coalición Nacional Siria era una profecía autocumplida. La Casa Blanca postergó tanto el tomar medidas contundentes que finalmente le permitió a los extremistas entrar sin demasiadas trabas en Siria. Mucho se ha especulado sobre cuántos hay en realidad. El régimen, exagerando, ha llegado a decir que hasta 70.000. La cifra real, según algunos observadores internacionales, es mucho menor, de 5.000, lo que supone que hay en Siria más yihadistas de los que hubo en el punto álgido de la guerra en Afganistán.
Son ya más de 1.000 días de guerra y las esperanzas de la primavera árabe en Siria dieron paso primero a un rotundo avance de los rebeldes y más recientemente a una gran contraofensiva del régimen. En ese proceso, Obama le marcó a El Asad una clara línea roja que no debía cruzar: el uso de armas químicas. Según todos los indicios de los que dispone EE UU esas armas se han usado en varias ocasiones y, sobre todo, en un ataque en la provincia de Damasco en agosto en el que murieron cientos de personas. La Casa Blanca optó por pasar a la acción y diseñó un ataque con misiles para debilitar al régimen. Se le unieron sus aliados, sobre todo los ejecutivos de Reino Unido y Francia. No previeron la oposición que expresaron sus electores y sus parlamentos.
Cuando parecía que, de nuevo, el régimen tenía las horas contadas, El Asad se ofreció, con la mediación de Rusia, a deshacerse de todos sus arsenales químicos, 1.300 toneladas de gases venenosos y munición para diseminarlos, a cambio de evitar en el último momento la ofensiva. De ese modo, Damasco pasó de ser enemigo de Washington a negociar ahora con él indirectamente.
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