Los brasileños, cada vez más endeudados
La expansión del crédito ha facilitado el endeudamiento de la población, pero para muchos se ha transformado en una bola de nieve
Amanda, un ama de casa viuda, de 80 años, pidió un préstamo de 10.000 reales (unos 4.200 dólares) hace cinco, para saldar deudas contraídas por su marido fallecido. A esa deuda, el banco Santander le agregó un seguro de 3.000 reales con un interés del 5%, y un plazo de 60 meses para pagar. Cinco años después, continúa debiendo 50.000 reales al banco. Ante esa situación desesperada, Amanda buscó apoyo en el Programa para el Superendeudado (PAS) del Procon, la Fundación de Protección de Defensa al Consumidor en el Brasil. El PAS ha atendido a 1.055 personas en su primer año de funcionamiento.
Con la ayuda de la fundación, pudo renegociar la deuda sin los intereses, con plazos más viables, que tienen en cuenta sus gastos fijos y los pagos de sus recibos bancarios. Para la coordinadora del programa, Vera Remedi, el principal problema es la "falta de información y las trabas que el sistema crea para la renegociación de la deuda", que, en muchos casos, puede obligar al consumidor a convertirse en moroso durante tres meses para que tenga la oportunidad de negociar. En ese periodo, sin embargo, los intereses siguen corriendo.
Los datos oficiales sobre morosidad muestran que los brasileños son buenos pagadores y que, incluso, entre enero y septiembre, hubo una disminución del 12,27% del número de impagos en empresas de prestámos, bancos y tarjetas de crédito, según los indicadores del Serasa, empresa de información financiera. El crédito aún representa poco más del 55% del Producto Interior Bruto (PIB), a diferencia de otros países desarrollados, por ejemplo, donde el crédito supera el 70% del PIB. Sin embargo, las estadísticas no tienen en cuenta a quienes renegocian la deuda, así como a quienes pagan la cuota mínima de la tarjeta de crédito. Para los bancos, los que están en números rojos aunque sea desde hace años, no están endeudados. "Hay casos en que el consumidor debe 28.000 reales y gana 1.800 reales al mes, tiene un gasto fijo de 1.100 reales y paga el mínimo de la tarjeta. ¿Y no se le considera superendeudado? ¡Claro que sí!", afirma Remedi, coordinadora del PAS.
Al contrario de lo que se piensa, el perfil de de quien acude a este programa no es el del consumista compulsivo que gasta más de lo que gana. "Son personas honestas, que no consiguen dormir porque saben que deben, porque falta comida en la mesa", explica Remedi. La llamada clase C, que creció por la mejora económica del país, ve que aumentan las facilidades para obtener créditos personales. Y en consecuencia, consume bienes que antes le estaban vedados. Según la Asociación Brasileña de Empresas de Tarjetas de Crédito y Servicios, la Abecs, la facturación del sector se basa en el consumo de ciertos productos: el 73% de las compras con tarjeta de crédito corresponden a bienes para la casa. Lo que más preocupa es el consumo de combustible con tarjeta de crédito: los surtidores de gasolina, según la investigación de la Abecs, reciben el 60% de sus pagos a través de este medio electrónico. Y el 56% de los consumidores pagan un bien básico, la alimentación, con tarjeta de crédito .
Para el profesor Wesley Silva, coordinador del grupo de estudios de comportamiento financiero de la Fundación Getúlio Vargas (FGV), el problema está en la “utilización de la tarjeta como extensión del salario. Es el uso trivial con pago esporádico, un comportamiento nocivo, principalmente ahora que la tasa de intereses del país es la mayor del mundo”, alerta, haciendo referencia a la tasa Selic, fijada por el Banco Central brasileño en el 10%.
En una muestra sobre comportamiento financiero de universitarios de clase media-alta realizada por la FGV, solamente el 30% de los entrevistados (de un muestreo de 1.000) “sabía algo sobre el valor de la tasa de intereses que les cobraban por las tarjetas que utilizaban”, cuenta Silva, admirado.
El uso inadecuado del crédito por la desinformación financiera está generalizado en todas las clases sociales. Una investigación de la agencia Data Popular sobre el consumo en las favelas, reafirma esa realidad. Según el estudio, realizado con dos mil entrevistas en todo Brasil, el 49% de la población posee tarjeta de crédito y al 46% le resulta difícil pagar las cuentas. Entre los gastos, predominan ropa, calzado y aparatos electrónicos.
“Con este y otros estudios concluimos que el brasileño es emocionalmente dependiente de la tarjeta de crédito. La necesita para sentirse aceptado en el contexto social”, concluye Silva. Muchas veces, no se trata de productos o servicios imprescindibles, sino de estatus. El incentivo para el consumo, para el sociólogo Jean Henrique Costa, "no deriva simplemente de las necesidades del individuo: la oferta de consumo es muy poderosa, incluso entre aquellos que no tienen poder de compraventa. Por eso el acceso al crédito personal, en sus distintas modalidades, termina por comprometer el presupuesto", dice.
El profesor analiza la industria cultural y su relación con el consumo y concluye que hay poca resistencia ante los modelos reforzados por los medios de comunicación, que inducen a la compraventa de bienes superfluos y al posterior endeudamiento. "Me endeudé por 40.000 reales, comprando ropa. Quería estar a la moda y como algunos establecimientos facilitan el pago aplazado con tarjeta de la propia tienda, acabé gastando más de lo que debía", explica C.T., de 39 años. Esta secretaria llegó a pagar fiestas para los fieles de la Iglesia Asamblea de Dios, con la intención de ser aceptada en el grupo, lo que contribuyó a un endeudamiento aún mayor "que puso en riesgo mi apartamento, mi única garantía con el banco", se lamenta. En total, fueron 400.000 reales en deudas con incontables bancos y entidades financieras, lo que la llevó a juicio a comienzos de año.
Endeudado
Las facilidades de los préstamos a cuenta del salario ( "consignado", como se conoce esta práctica en Brasil) también han ampliado las fuentes de ingresos del consumidor. Antes, era común oír la frase "estar números rojos". Hoy, ese significado se ha condensado en el término "negativado" (una nueva palabra muy popular) que personifica la deuda, en vez de considerarla una situación conyuntural. “La palabra negativar es un neologismo creado por los comerciantes en un momento dado para negar el crédito al mal pagador, a aquel que está ‘negativado’”, explica Leonardo Roscoe Bessa, director del Instituto Brasileño de Política y Derecho al Consumidor.
Para Remedi, es muy fácil endeudarse en Brasil, pese a las exigencias de los bancos para conceder un préstamo. "Pagando el mínimo de la tarjeta, en tres meses ya no tienes salida", explica. Ese fue el caso de K.J.C., de 30 años. "Comencé a pagar el mínimo de la tarjeta hace un año. Ya pagué 5.880 reales de intereses de la tarjeta, sin conseguir saldar mi deuda, que continúa siendo de 3.000 reales". Ella acumuló gastos ayudando a su madre a pagar el coche lo que, sumado a su consumo mensual y otros, hizo que perdieera el control. "Crees que el acuerdo puede ser bueno, pero si se te pasa la fecha de pago acordada con el banco, el trato deja de existir y cargan automáticamente el mínimo de la tarjeta en tu cuenta. Y todo comienza otra vez", explica K., indignada.
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