Un líder de la región del metal
Víctor Yanukóvich se benefició de la rivalidad de los jefes de la Revolución Naranja
Víctor Yanukóvich, de 63 años, es un hombre duro que nació y se forjó en el entorno industrial y minero de la legendaria cuenca de Donbás. De niño, fue un huérfano “indefenso” que anhelaba tener una familia, según confesaba a EL PAÍS en 2010, cuando estaba a punto de ser elegido presidente de Ucrania, el cargo que gestiona con un estilo autoritario que a algunos observadores en Kiev les hace pensar en los directores de las grandes fábricas de la época soviética.
Como ingeniero mecánico, Yanukóvich comenzó a trabajar en la metalúrgica de su pueblo, Yenakievo, y después pasó veinte años al frente de distintas empresas de transportes, cada vez más grandes. En 1996, entró en la administración regional de Donetsk y fue ascendiendo hasta ser líder del Parlamento local y primer vicegobernador.
El expresidente de Ucrania, Leonid Kuchma (1994-2005), que en el pasado dirigió una de las mayores empresas fabricantes de misiles de la URSS, se fijó en aquel directivo corpulento, severo y exigente y, en noviembre de 2002, lo nombró primer ministro y se lo llevó a Kiev. En 2004, Kuchma apoyó su candidatura para sustituirle al frente del Estado. Pero en el camino ascendente de Yanukóvich se cruzaron Víctor Yúshenko, que lo desafiaba en las urnas, y Yulia Timoshenko, que apoyaba a este. Ante las numerosas irregularidades en los comicios de noviembre de 2004, Yúshenko y Timoshenko lideraron la llamada Revolución Naranja, una apisonadora popular que obligó a repetir los comicios.
Con su vitriólica capacidad oratoria, Timoshenko humilló a Yanukóvich donde más podía dolerle. Los naranja airearon una y otra vez los antecedentes penales de juventud del actual presidente, que fue juzgado y condenado a un año y medio por robo en 1967 y por una pelea en 1970. Desde la tribuna de la lucha política a nadie le importó que Yanukóvich hubiera sido liberado del correccional por buena conducta al cabo de seis meses, ni tampoco el papel que jugó en su vida un cosmonauta famoso que lo protegió y “lo llevó por el buen camino”, según señalan medios del Partido de las Regiones. En enero de 2005, tras las nuevas elecciones presidenciales que dieron el triunfo a Yúshenko, nadie daba una grivna por Yanukóvich y hasta sus compañeros de partido, que se burlaban y se avergonzaban de él en privado, pensaron en desecharlo como “material usado”.
Pero el tiempo y las rivalidades y traiciones mutuas de Yúshenko y Timoshenko trabajaron a su favor. Tras la victoria del Partido de las Regiones en las elecciones de 2006, esta fuerza política formó una coalición anticrisis con el Partido Socialista y el Partido Comunista, y, con esta mayoría parlamentaria, en agosto de 2006 Yanukóvich se convirtió de nuevo en primer ministro, puesto del que sería sustituido por Timoshenko en diciembre de 2007.
Al ganar a Timoshenko por poca ventaja en 2010, Yanukóvich capitalizaba la decepción popular por la Revolución Naranja, de la que se sentía como un “hijastro maltratado”, según dijo a esta corresponsal. Amante de las relaciones jerárquicas verticales, Yanukóvich “golpea al débil y alaba al fuerte”, afirma una fuente que le conoce. Su principal rasgo de carácter es “una intuición fiera”, afirma una periodista de Kiev, que considera “deficiente” la formación cultural del líder en el campo humanitario y se ríe de algunas de sus torpezas y meteduras de pata. La periodista reconoce no obstante que “Yanukóvich es un gran jugador, establece un equilibrio en su entorno, tiene a la gente compartimentada en los ámbitos de sus competencias y no permite que nadie desbarate este orden”. “Es sumamente desconfiado”, afirma una fuente de Regiones.
“Yanukóvich no es un estratega, no piensa con razonamientos mentales, sino a partir de su instinto visceral de conservación. Para él no es prioridad su lugar en la Historia, sino su propia seguridad y su poder", afirma Yulia Mostováya, directora del Zérkalo Nedelii. Este prestigioso semanario informó en septiembre de una reunión a puerta cerrada donde el presidente se había quejado de su difícil relación con su colega ruso, Vladímir Putin y aseguraba que rezaba a Dios cada mañana para que le diera paciencia. Ya-nukóvich es un ferviente cristiano ortodoxo.
El presidente de Ucrania no olvida las humillaciones y son muchos los que piensan que esa es una de las razones por la que Timoshenko está hoy encarcelada. Putin también le ha humillado, pero, al líder ruso, Yanukóvich lo necesita para ganar las elecciones de 2015, uno de sus objetivos prioritarios. Otro objetivo del líder ucraniano, se afirma en Kiev, es afianzarse y obtener más independencia y margen de maniobra frente a los oligarcas que le llevaron al poder, entre ellos el dueño de la primera fortuna del país, Renat Ajmétov. En el Gobierno ucraniano hoy están representadas las diversas familias económicas y políticas que lo encumbraron en 2010. Yanukóvich, que tiene dos hijos, Víctor (diputado y empresario) y Alexandr (dentista y adinerado empresario), quiere ampliar el espacio de su propia familia y eso, sólo puede a costa de que le hagan sitio los viejos compañeros forjados en la región del metal.
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