Peña Nieto cambia México sobre el papel en su primer año de mandato
El presidente logra aprobar leyes importantes pero aún falta su aplicación La agenda de reformas consensuada con la oposición cumple un año herida de muerte.
En un año de Gobierno, Enrique Peña Nieto, ha cambiado medio México sobre el papel. Un puñado de leyes con la firma del presidente dibujan un país distinto en materia de educación, economía o telecomunicaciones. Por delante aún tiene la ingente tarea de probar sobre el terreno lo efectivo de esas medidas escritas, anunciadas en la toma de posesión del presidente, como la transformación que México necesita.
Aquel 1 de diciembre el interior del Congreso se vistió de gala para recibir, tras 12 años de ausencia, al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Peña Nieto, de 46 años, fue investido presidente y abrió los brazos. La bancada, con algunas personalidades internacionales, ovacionó al mandatario. En la calle no hubo aplausos ni discursos grandilocuentes, pero grupos de jóvenes dieron su particular bienvenida al PRI. Hacía años que no se recordaba una batalla campal parecida entre fuerzas del orden y manifestantes. Dentro y fuera del Congreso, entre hombres trajeados y jóvenes de cara cubierta, comenzó el mandato del quinceavo priísta presidente de la historia de México.
Empezó fuerte. Cuando nadie lo esperaba, el 2 de diciembre, el presidente se presentó con los líderes de los principales partidos de la oposición – Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD)- y anunció un pacto nacional inédito en la historia de la democracia del país: el Pacto por México. El acuerdo incluía un paquete de importante reformas pactadas –desde el ámbito educativo, al económico, pasando por el político- entre los tres grandes partidos.
El Pacto, que debuta con la presentación coral de la reforma educativa el día 10 de diciembre, sufre a lo largo del año ida y venidas, altos y bajos y ceses temporales hasta que este 28 de noviembre, a punto de cumplir su primer aniversario, el PRD anuncia su separación del acuerdo. Nada que ver con aquellos días felices de 2012.
Acababa diciembre y el presidente anunciaba una nueva estrategia de seguridad nacional, poco antes de dar, el 9 de enero, un golpe a su antecesor, Felipe Calderón, al promulgar Ley general de víctimas. La ley, fruto de la presión del movimiento de víctimas liderado por el poeta Javier Sicilia, se había aprobado un año antes pero el anterior Gobierno la había recurrido ante el Supremo por considerarla inviable. Ambos anuncios fueron aplaudidos por todos los sectores políticos y sociales de un país que por aquellas fechas sumaba más de 70.000 muertos en seis años. Cada día había más peñistas.
También en enero, Peña Nieto presentó en Chiapas la Cruzada contra el Hambre, destinada a sacar de la pobreza a 7,4 millones de mexicanos en 400 municipios del país. No se le puede achacar al presidente el no haber tocado todos los palos en este año de Gobierno. Promesas sobre el papel, hubo para todos.
Después de un enero frenético, el presidente sella en febrero su primer gran golpe político. El mismo día en que por la mañana su Gobierno presentó como una bofetada para los mexicanos una lista de 26.000 desaparecidos con nombre y apellidos durante el sexenio anterior, por la noche se conoció la detención de La Maestra. La líder vitalicia del sindicato de educación – el mayor de América Latina- Elba Esther Gordillo fue detenida al bajar de su avión privado en Toluca (Estado de México) y acusada de desvío de fondos. Peña Nieto puso fin a 22 años de supremacía de La Maestra, una de las mujeres más poderosas (y odiadas) de la región, y regaló a los mexicanos sus imágenes tras las rejas de una celda.
La primera crisis del Gobierno no asoma hasta abril. Después de haber presentado en marzo, también entre los tres partidos, la reforma de Telecomunicaciones, el Pacto sufre su primer revés. El PAN denuncia –y presenta unas grabaciones que lo prueban- la existencia de una red que usaría fondos de la Cruzada contra el Hambre para la compra de votos en las elecciones locales del 7 de julio en el Estado de Veracruz.
Peña Nieto trata en un primer momento de minimizar la crisis, pero PAN y posteriormente PRD anuncian su retirada de los actos públicos del Pacto, por lo que el presidente se ve obligado a suspenderlo el 23 de abril. La crisis del acuerdo, sin embargo, queda opacada con la llegada del presidente de EE UU, Barack Obama,el 2 de mayo, en una visita de dos días a su vecino del sur.
El 7 de mayo los tres partidos dan por superado el problema con la firma de un anexo que impide el uso electoral de los programas sociales y el Pacto por México retoma actividades. Al día siguiente se presenta la reforma financiera, con el fin de que los bancos presten más y más barato. Será la última ley de la agenda que contará con la participación de los tres partidos.
Por esas fechas, en la mente de todos están ya las elecciones locales y por la gobernatura de Baja California, un Estado que se le escapa al PRI desde 1989. La coalición PAN-PRD gana en ese Estado el 7 de julio, pero el PRI recupera localidades importantes y sale victorioso y fortalecido de las municipales.
Entonces cae Z-40 y llega una de las pocas fotos que le faltaban al presidente. El primer gran éxito en seguridad del Gobierno de Peña Nieto se firma el 16 de julio con la detención por parte de la Marina del sanguinario líder del cartel de los Zetas, Miguel Ángel Treviño, alias Z-40. Solo un mes después, caería el líder del cartel del Golfo, Armando Ramírez Treviño, alias El Pelón.
En este punto, con unas elecciones a la espalda, una crisis superada y ocho meses de Gobierno, el Pacto por México rompe sus formas y su esquema habitual. Quedan por delante las reformas más espinosas – la fiscal, la política y la energética- y el ambiente ya se respira más denso. Se rompe la cordialidad y se acaban las presentaciones corales de los tres partidos. El 12 de agosto el presidente presenta en soledad su iniciativa de reforma energética, que despierta la ira del PRD, en contra de abrir la petrolera estatal Pemex a capital extranjero. La energética, que ya se anticipaba como la más complicada de toda la agenda de reforma, se va posponiendo en el tiempo y aún hoy no ha comenzado a debatirse en el Congreso.
En medio de todo esto, desde el mes de abril cientos de maestros acompañan el quehacer del presidente con protestas desde la capital. Convocados por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), los docentes mantienen una acampada en el Zócalo del Distrito Federal contra la reforma educativa. El plantón se intensifica a mediados de agosto con la llegada de más profesores. A pesar de eso, a principios de septiembre el Congreso mexicano ratifica la reforma y aprueba la ley magisterial.
Se acerca ya el Día de la Independencia de México, que se celebra el 15 y el 16 de septiembre. La tradición dicta que el presidente salga al balcón del Palacio Nacional, ante un Zócalo repleto de gente, para dar el ‘Grito’. Es la primera vez de Peña Nieto y no está dispuesto a permitir que lo enturbien los maestros. Dos días antes, el Gobierno y los líderes del sindicato acuerdan la retirada temporal del plantón durante las fiestas, pero un pequeño grupo se niega y su desalojo se produce tras varios choques violentos con los agentes.
Con la plaza libre, el presidente da un Grito poco festivo. Las tormentas Ingrid y Manuel descargan a esas horas toda su fuerza en forma de lluvias sobre gran parte del país y ya suman 22 muertos. En los siguientes días llega la evaluación de daños: 139 muertos, 58.000 evacuados y 250 municipios declarados desastre. El presidente, que visita las zonas afectadas en el Estado de Guerrero, anuncia ayudas urgentes por 39.000 millones de pesos (3.100 millones de dólares).
A finales de octubre, Peña Nieto da otro de sus golpes más mediáticos al hacerse eco de una reivindicación indígena que venía de lejos. Anuncia el indulto de Alberto Patishtan, el maestro tzotzil encarcelado por una matanza en Chiapas desde hacía 13 años tras un juicio plagado de irregularidades. El indulto se trabajó desde meses en el Gobierno, que incluso tuvo que promover una reforma de la ley penal para lograrlo.
Durante estos meses, los partidos negocian alejados de la luz pública las tres reformas más controvertidas a las que se enfrenta el Pacto por México. A cada partido se le atraganta una reforma y exige una negociación interna. El PAN no quiere apoyar la fiscal, así como el PRD se niega a la energética. La política-electoral se debate en la sombra y sirve de baza a los partidos de la oposición para dar su apoyo al Gobierno en las demás.
El funcionamiento del Pacto se relaja ante el aumento de la tensión política y el PAN se descuelga de la aprobación de la reforma fiscal el 31 de octubre. La reforma sale adelante con los votos necesarios del PRD, que consigue a última hora introducir algunos cambios importantes en el texto haciendo valer su condición de imprescindible. El presidente firma, aunque con mayores dificultades que en veces anteriores, otra reforma de su agenda.
Peña Nieto tiene prisa por aprobar la reforma energética antes de que acabe el año, pero la oposición exige aprobar antes la electoral. Ahí se estrella el Pacto por México, en vísperas del primer aniversario del Gobierno. La izquierda, no conforme con la negociación, anuncia el 28 de noviembre que abandona el acuerdo. El PRI y el PAN tratan de quitar hierro al desplante y prometen seguir con el calendario de reformas. Pero todos saben, que sin el PRD, estas ya no sería más las reformas del histórico Pacto.
Así se cumple un año de presidencia. Con el Pacto aparentemente muerto –aparentemente porque ya se le ha dado por muerto en más de una ocasión-, con pocos avances en materia de seguridad y con importantes reformas promulgadas y anuncios hechos. Algunos ya hicieron aguas, como la Ley de víctimas promulgada en enero, que se quedó sin partida presupuestaria para 2014. El presidente cumple un año, pero le quedan cinco para ver si su legado será transformar el México real o el escrito.
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