Brasil renueva el pulso para despojar a EE UU de su control sobre la red
La mayoría de las infraestructuras de Internet están en EE UU. Varios países critican que esto le otorga un poder excesivo
La reivindicación de la presidenta brasileña Dilma Rousseff ante la Asamblea General de Naciones Unidas para crear un organismo regulador del funcionamiento de Internet recupera, con más fuerza que nunca, el reclamo que varios gobiernos han hecho durante la última década. Brasil, Rusia o China aseguran que Estados Unidos tiene demasiado poder sobre la infraestructura y el contenido de la red. Y las alegaciones de espionaje masivo por parte de Washington sirven desde la primavera para abogar por mayores protecciones ante ese control.
La propuesta de Brasil puede alterar la esencia de Internet. La red fue concebida como un ente abierto y dinámico y así ha permitido el flujo de información y la comunicación más allá de las fronteras. Sin embargo, los intereses de diferentes gobiernos y las regulaciones que implementen dentro de sus territorios sí condicionan la actividad de la red dentro de sus límites geográficos -como ocurre en China o Irán- y tiene consecuencias a nivel global.
El pasado mes de diciembre la Unión Internacional de Telecomunicaciones, una agencia de Naciones Unidas, negoció una revisión de las Regulaciones Internacionales de Telecomunicaciones, el tratado conocido como ITR, por sus siglas en inglés. China y Rusia, a los que ahora se une Brasil, intentaron que se incluyese Internet en el tratado para poder regular su actividad.
Para EE UU, esto suponía abrir la puerta a que los gobiernos puedan interferir en la infraestructura de la red, regulando el tráfico sobre ella, y determinando qué tipos de contenido existen y cuáles pueden ser aceptados o prohibidos. También alegó que una nueva definición de las comunicaciones podría chocar con su defensa de la libertad de expresión y acabó rechazando un texto ratificado por 89 de los 144 países participantes.
La única manera de garantizar esa protección es el aislamiento pero esto iría precisamente contra los fundamentos de la red”
Cualquier regulación que se apruebe acerca de Internet alterará su funcionamiento, pero para EE UU esto también significaría ceder parte del control que ejerce sobre ella, ya que la mayor parte de su infraestructura tiene su base en territorio estadounidense y muchas de sus empresas reparten el tráfico hacia el exterior, ganando la posibilidad de rastrearlo y vigilarlo. Para los países a favor de una normativa multilateral, la situación actual equivale al poder absoluto de EE UU sobre la red. Brasil ya argumentó en 2007, durante la cumbre del Foro para la Gobernanza de Internet, que “la red no puede permanecer bajo el control de un solo país”.
Todas las iniciativas similares anteriores han sido rechazadas al entender que alteraría el consenso vigente. El Congreso estadounidense celebró en el mes de mayo una audiencia para estudiar las consecuencias de intentos anteriores de Rusia, China o India para crear un organismo similar. Entonces, el representante de la Comisión Federal de Comunicaciones de EE UU, Robert McDowell, alertó de que “todos deberíamos estar preocupados por cualquier esfuerzo internacional para garantizar el control de la gobernanza de Internet”.
Ante la previsible falta de consenso internacional acerca de las competencias y nivel de influencia de un organismo regulador, y ante el poder que EE UU puede ejercer sobre las comunicaciones en la red -como han demostrado las revelaciones sobre el espionaje masivo de la NSA-, gobiernos como el de Brasil plantean la creación de redes alternativas, delimitadas por las fronteras geográficas, e inmunes a la injerencia de cualquier otro gobierno.
Para David Abrams, especialista en ciberseguridad del Berkman Center for Internet and Society de la Universidad de Harvard, esta opción altera igualmente el concepto actual de la red. “La única manera de garantizar esa protección es el aislamiento”, asegura el experto, “pero esto iría precisamente contra sus fundamentos”. La propuesta de Brasil para crear un sistema de correo electrónico al que solo puedan acceder sus ciudadanos y sin comunicación con el exterior, como ha ofrecido Rousseff recientemente, carecería de sentido.
Abrams explica que uno de los métodos más comunes para espiar en la red consiste en lograr que la víctima acepte un archivo que, una vez instalado en el ordenador en forma de virus, puede enviar información al resto de la red. “Cualquiera que esté en el interior de la red tiene la posibilidad de espiar. Da igual si es una agente infiltrado o el gobierno que la supervisa. Desde el momento en que una persona o un programa tiene acceso, ya no estás protegido ante él”, dice Abrams.
Según la FCC , "todos deberíamos estar preocupados por cualquier esfuerzo internacional para garantizar el control de la gobernanza de Internet”
El país que más lejos ha llevado la protección -y el control- de lo que ocurre en Internet dentro de sus fronteras es China, con la creación de la llamada “gran muralla” que abraza y vigila sus comunicaciones. Si se extendiera este ejemplo, afirma Abrams, Internet dejaría de ser una red internacional. “Esto es lo opuesto de una red abierta, ya que otorga a los gobiernos más métodos para controlar lo que pueden ver los usuarios”.
China ha creado una red “lo suficientemente libre para apoyar y mantener la economía de crecimiento más rápido del mundo, pero también lo suficientemente cerrada para acallar las amenazas políticas a su monopolio en el poder”, escriben Jack Goldsmith y Tim Wu en su obra ‘¿Quién controla Internet?’. Según los autores, gracias al sistema de control y filtración de información de la red, en China Internet “se parece cada vez menos a sus equivalentes occidentales” y se está “alejando del resto del mundo”.
A pesar de que la red no tiene fronteras físicas, su funcionamiento sí permite establecer ciertas murallas gracias a servidores que separan el tráfico exterior, de la red global, de aquel que viaja por una red cerrada. De esta manera, el tráfico puede mantenerse delimitado en un territorio “protegido” y solo aquellos servidores que están en la frontera virtual -'firewalls'- permiten acceder al exterior, considerado como desprotegido.
“Esto tiene sentido si no necesitas ni te interesa que entre tráfico del exterior”, dice Abrams. “El problema es cuando una conversación iniciada en el interior, como el intercambio de dos emails, necesita salir al exterior”, explica, en referencia a un usuario del sistema de correo de Brasil que después quiera “salir” para consultar una red como Twitter o Facebook, alojada en el exterior, fuera de la “frontera” de seguridad que establezca el gobierno de Río.
Para Goldsmith y Wu, tal y como alertaban en su trabajo, publicado en 2006, la coacción de los gobiernos “es el elemento más importante que falta en las predicciones sobre futuro de Internet” y que ésta se verá cada vez más condicionada por factores territoriales, como si estuviera “limitada por fronteras geográficas”. Los autores defienden que EE UU, la Unión Europea y China son los mayores poderes a la hora de determinar la “arquitectura” de la red, los que pueden establecer en qué se va a convertir con el paso del tiempo. Brasil o Rusia sólo acaban de recordar a la comunidad internacional que quieren voz y voto en ese futuro.
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