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Israel defiende al Ejército como única garantía de estabilidad en Egipto

El Gobierno de Netanyahu busca apoyos internacionales para la represión de Al Sisi Tel Aviv considera que es necesaria una fase de estabilización antes de volver a la democracia

Un soldado egipcio vigila desde un tanque en Tahrir, el pasado viernes.
Un soldado egipcio vigila desde un tanque en Tahrir, el pasado viernes.Hassan Ammar (AP)

Israel se alinea con el Gobierno interino de Egipto. Entiende que sólo el Ejército puede “estabilizar” el país y evitar el “caos total”. “Quizá desde Occidente se entienda que la brutalidad con que se está persiguiendo a los islamistas es excesiva”, reconoce un alto mando militar. “Nosotros no avalamos forzosamente esa forma de proceder, pero pensamos que no hay otra alternativa que la militar. Primero hay que contener la deriva islamista y el descontrol. Luego vendrá la pelea por las libertades. Esa transición debe comandarla el Ejército”.

El Gobierno de Benjamín Netanyahu pide primero realismo y luego idealismo a la hora de actuar en Egipto. En su opinión, no es el orden que están aplicando las potencias occidentales en sus reacciones. Por eso, su Ministerio de Exteriores ha iniciado una campaña urgente para convencer a Estados Unidos y Europa de la necesidad de apoyar el golpe liderado por el general Abdel Fatah al Sisi. Según avanzó el lunes The New York Times, Tel Aviv está presionando en Washington, Londres, París, Berlín y Bruselas, especialmente, para que, en bloque, respalden al Ejército y le permitan “imponer la seguridad” en Egipto. Fuentes militares insisten en que es la fase previa a la “necesaria preocupación por la democracia”.

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Israel y Egipto firmaron la paz en 1979. Desde entonces las fronteras han estado en calma. Aki Bareli, investigador de la Universidad de Tel Aviv, afirma que “el ascenso de los Hermanos Musulmanes en julio de 2012 supuso una incógnita sobre qué pasaría con los yihadistas que campan por el Sinaí, cuando muchos son, como ellos, partidarios de la sharía [ley islámica]. Eso causaba recelo a Israel. Tampoco ayuda que Hamás naciese de la Hermandad. Si Mohamed Morsi seguía en el poder, habríamos acabado teniendo el islam radical en el país árabe más importante, pared con pared. Por eso hoy el Gobierno es sensato en apoyar al Ejército, si contiene ese peligro”.

El analista Ben Dror Yemimi escribe en el diario Maariv que no es una cuestión de elegir entre “buenos y malos”, sino “entre un mal y un mal peor”. “Las manifestaciones no se dispersarán conforme a los protocolos de la Convención de Ginebra”, advierte a Occidente, justificando la violencia del Ejército.

Netanyahu ha mantenido varias reuniones de urgencia con su Gabinete para analizar la situación en Egipto y una de sus conclusiones esenciales fue que hay que convencer a EE UU de que mantenga su ayuda anual de 1.300 millones de dólares para que el Ejecutivo interino no quiebre. No quiere que dé lugar “a otra Siria”.

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La vigilancia en la frontera del Sinaí se ha extremado desde la caída de Morsi. De hecho, el pasado día 11, un drone israelí atacó a un supuesto grupo de salafistas que trataban de lanzar cohetes contra su territorio, matando a cuatro de ellos. El golpe fue confirmado por agencias palestinas y egipcias. La prensa local entiende que pudo ser un primer atisbo del buen entendimiento con Al Sisi, antiguo responsable del espionaje egipcio, “el peor de los sionistas” y el “títere de Netanyahu”, como le cantan los islamistas en las protestas de estos días en El Cairo.

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