IBK y Cissé, un pasado común y dos visiones diferentes de Malí
Los malienses vuelven este domingo a las urnas para elegir presidente
Ambos proceden del mismo partido político (Adema), ambos fueron ministros y compartieron gabinete en la década de los noventa y los dos ya intentaron ser presidente en pasados comicios sin haber tenido éxito. Hasta aquí las similitudes. Porque Ibrahim Boubacar Keita y Soumaïla Cissé, los dos candidatos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se celebran este domingo en Malí, ofrecen dos discursos y dos modelos diferentes para intentar sacar a este país de la grave crisis que vive desde hace 18 meses. Mientras IBK apela al honor y a la dignidad de los malienses y es percibido como un patriota al que no temblará la mano, Cissé apunta al cerebro de los electores, habla de crear empleo y reformar la educación y su imagen es más bien la de un tecnócrata proclive al diálogo y a los consensos.
IBK, que en la primera vuelta obtuvo el 39,8% de los votos, es el gran favorito. Ex primer ministro y ex presidente de la Asamblea Nacional, ha recibido el apoyo explícito de una veintena de candidatos derrotados en la primera vuelta, sobre todo de Dramane Dembelé, que quedó en tercer lugar, del poderoso Alto Consejo Islámico de Malí y de un amplio sector del Ejército. No en vano, fue de los pocos políticos malienses que se mostró benévolo con el golpe de estado del 22 de marzo de 2012. “No lo comparto, pero lo comprendo”, dijo a los putschistas. Lejos de perjudicarle, esto le ha beneficiado porque, pese a su larga presencia en la vida política del país, una potente campaña de imagen le ha convertido en el candidato que mejor encaja con el ansia de ruptura con el pasado que se percibe en la mayor parte de los malienses, hartos de una clase política a la que acusan de haber sumido a la nación en una grave crisis.
A sus 68 años, Keita sabe que no tendrá muchas más oportunidades de alcanzar el sillón presidencial después de haber perdido dos elecciones, en 2002 y 2007. Procedente de Koutiala, un pueblo de la región sureña de Sikasso, de etnia malinké y experto en Historia y Relaciones Internacionales, de su época de primer ministro (1994-2000) se le recuerda por su marcada autoridad. “Tuvo que lidiar con grandes problemas, como los estudiantes y la rebelión tuareg de los noventa y fue siempre firme en sus decisiones”, asegura Adama Traoré, un comerciante. Además, cuenta con grandes apoyos regionales, como el presidente marfileño Alassane Ouattara.
Por su parte, Soumaïla Cissé, es de etnia peul y procede del norte, en concreto de la ciudad de Niafunké, muy próxima a la mítica Tombuctú, donde nació en 1949. Al igual que IBK, cursó estudios en Dakar y luego en Francia, aunque Cissé se especializó primero en Matemáticas e Ingeniería Informática y luego en Administración de Empresas. Tras trabajar para IBM y Thompson, entre otros, vuelve a Malí donde entra como ingeniero en la Compañía Maliense para el Desarrollo del Sector Textil. En los años noventa fue ministro de Finanzas a las órdenes del presidente Alpha Oumar Konaré y tras perder los comicios presidenciales de 2002 fue elegido para ocupar el cargo de presidente de la comisión de la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (Uemoa) entre 2004 y 2011.
Volvió a la arena política maliense para ser presidente. A diferencia de IBK, sufrió persecución y acoso por parte de los golpistas del 22 de marzo y ha centrado sus propuestas en reformar la educación, el Ejército y crear 500.000 puestos de trabajo mediante la puesta en marcha de un ambicioso plan de desarrollo. En la primera vuelta obtuvo un 19,4% de los votos y los escasos apoyos recabados en los últimos días le sitúan en teórica desventaja frente a su rival en los comicios de este domingo, aunque habrá que esperar a que hablen las urnas.
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