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Rusia se sirve de la Iglesia Ortodoxa para ensalzar la ‘nación eslava’

En el 1025 aniversario de la cristianización del país las autoridades políticas y religiosas han subrayado la unidad cultural y espiritual con Ucrania y Bielorrusia

Pilar Bonet
Vladimir Putin junto al patriacta Kirill.
Vladimir Putin junto al patriacta Kirill.POOL (REUTERS)

El 1025 aniversario de la cristianización de Rusia se ha convertido para Moscú en una ocasión para afirmar los vínculos con Ucrania y Bielorrusia, los otros dos países eslavos que formaron parte de la antigua URSS. Los festejos, que comenzaron en la capital rusa, prosiguen durante el fin de semana en Kiev y concluyen el lunes en Minsk. En ellos se conmemora la conversión al cristianismo (en el año 988) del príncipe Vladímir de Kiev, la capital ucraniana y la ciudad que está en el origen histórico de la Rusia Ortodoxa.

Sobre el telón de fondo de estas conmemoraciones, a las que asisten dignatarios de 15 iglesias ortodoxas, las autoridades políticas y religiosas de Rusia han subrayado la unidad cultural y espiritual de tres países independientes desde que la Unión Soviética se desintegró en 1991. “Los valores espirituales que se encuentran en la base de la nación rusa y del Estado ruso centralizado son los mismos que unen el gran territorio europeo en el que están hoy Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Ese es nuestro espacio espiritual común, nuestro espacio moral. Y este es un factor muy serio para la unión de los pueblos”, ha dicho el presidente Vladímir Putin en un documental (“El segundo bautizo de Rusia”) producido por el responsable de las relaciones internacionales del patriarcado de Moscú. En el documental, emitido por la televisión estatal rusa, Putin ha dicho que la iglesia ortodoxa cumple el importante papel de “crear condiciones para la paz y el acuerdo ínter confesional, interétnico e intercultural”.

En Moscú se han celebrado esta semana fastuosas ceremonias litúrgicas dirigidas por el patriarca Kirill a más de 200.000 fieles

En Moscú se han celebrado esta semana fastuosas ceremonias litúrgicas dirigidas por el patriarca Kirill a más de 200.000 fieles, según las autoridades, han desfilado ante las reliquias de San Andrés, traídas especialmente desde Grecia a la catedral de Cristo Salvador, un templo destruido por orden de Stalin en los años treinta del pasado siglo y reconstruido en la década de los noventa, cuando la religión ortodoxa se acomodó en el espacio ideológico dejado por el Partido Comunista de la URSS. Fue precisamente en el altar de este templo donde el grupo “Pussy Riot” organizó un happening por el que dos de sus protagonistas fueron condenadas a dos años de cárcel.

Gracias a las diversas restituciones de las propiedades (territorios, templos, iconos y objetos de arte) que le fueron confiscadas por los bolcheviques y la entrega de otras que en el pasado pertenecieron a otras confesiones (católicos y protestantes en Kaliningrado, la antigua Königsberg), la Iglesia Ortodoxa es hoy una de las entidades más ricas de Rusia y está además autorizada para mantener actividades comerciales. En total, tiene casi 33.500 iglesias, 805 monasterios (de ellos 17.042 iglesias y cerca de 500 monasterios en Rusia), según el documental emitido por la televisión.

Con la llegada de Kirill a la jerarquía de la Ortodoxia Rusa a fines de 2008, la confesión religiosa mayoritaria del país (y la segunda confesión cristiana del mundo después de la Iglesia Católica) se ha caracterizado por una actitud más enérgica y por un afán de liderazgo que abarca el espacio postsoviético, su “territorio canónico”.

Más allá de las ceremonias y del concierto que reunió a más de 20.000 personas y al patriarca Kirill el jueves en la Plaza Roja, están los intereses de Vladímir Putin, para reintegrar el espacio postsoviético en política internacional y para incrementar la cohesión social en política interior. En el documental proyectado por la televisión rusa, Putin dijo haber sido bautizado por su madre a escondidas de su padre, que era miembro del partido comunista. Aparte de estos datos personales, el presidente recordó que, para unir el país ante el ataque de la Alemania nazi, Stalin recurrió a la Iglesia Ortodoxa que antes había perseguido.

El jueves Putin se entrevistó por primera vez en la historia con todos los dignatarios eclesiásticos internacionales invitados a los festejos, representantes de 227 millones de fieles, desde Rumania a Chipre pasando por Constantinopla, Jerusalén, Georgia o Serbia. El éxodo de los cristianos de Siria y de Oriente Próximo fue uno de los temas que abordaron los jerarcas eclesiásticos en Moscú.

Putin estará en las celebraciones religiosas en Kiev, pero su visita Ucrania es también para conversar con su colega Víctor Yanukóvich sobre las relaciones entre los dos países, tensadas por la voluntad de Ucrania de firmar un tratado de asociación y libre comercio con la Unión Europea el próximo noviembre en Vilnius (si el trato a la encarcelada ex primera ministra Yulia Timoshenko se lo permite). El Kremlin utiliza al consorcio exportador de gas Gazprom y los precios del gas para presionar a Ucrania y quiere atraer este país a la Unión Aduanera (Rusia, Bielorrusia y Kazajistán). La pertenencia de Ucrania a ambas organizaciones es incompatible, según la lógica de Moscú y de Bruselas. Los festejos de los ortodoxos rusos en Ucrania dejan fuera a las otras dos iglesias de esta misma confesión existentes en aquel país, una de las cuales (el patriarcado de Kiev) es considerada como una organización “sectante” y traidora desde la perspectiva patrimonial de los ortodoxos rusos.

El pasado febrero Putin difundió su concepción de la política exterior en la que introducía como novedad la colaboración activa entre la Iglesia y el Estado y subrayaba su rumbo de integración acelerada y profunda en el espacio postsoviético. La iglesia, ha dicho Putin, es “el socio natural del Estado”. Por su Constitución, Rusia sigue siendo un Estado laico, sin embargo la iglesia ortodoxa goza de un papel privilegiado en la sociedad rusa actual. Quienes ofendan los “sentimientos religiosos” de los rusos pueden ser condenados a cinco años de cárcel, según una reciente ley que es considerada una reacción al “happening” del grupo Pussy Riot en la catedral de Cristo Salvador.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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