_
_
_
_
_

Entre la fuerza bruta y la parsimonia policial

Tras los excesos cometidos la semana pasada en São Paolo, los agentes se muestran más permisivos ante los actos vandálicos

Francisco Peregil
Concentran este miércoles en Niterói, ciudad vecina a Río de Janeiro
Concentran este miércoles en Niterói, ciudad vecina a Río de Janeiro EFE

El aumento en las tarifas del transporte público en São Paulo y Río de Janeiro ha sido retirado, pero no todo el mundo está dispuesto a retirarse de la calle. Mientras las autoridades de las dos ciudades más pobladas de Brasil anunciaban a las siete de la tarde la revocación de las subidas, la policía antidisturbios se enfrentaba a un grupo de manifestantes en Niterói, una localidad situada en el área metropolitana de Río de Janeiro. En São Paulo, después del anuncio, unas mil personas caminaban de forma pacífica por la Avenida Paulista, la principal arteria de la ciudad, sin que la policía lo impidiera. Eso era impensable hace sólo cuatro días.

Millones de ojos están examinando ahora mismo la actuación de la Policía Militar, después de que el pasado jueves en São Paulo reprimieran una manifestación de apenas 5.000 personas con el saldo de más de 100 heridos y 230 detenidos. Aquella acción marcó un antes y un después en el desarrollo de la protesta. A partir de ahí, las adhesiones a la protesta se expandieron como nadie había previsto. La manifestación de la siguiente jornada, la del lunes 17, logró convocar a 230.000 personas en todo el país, cifra que no se recordaba en varias décadas. Desde entonces, las autoridades se cuidaron de recurrir a la policía de choque solo en casos de extrema necesidad.

El martes por la noche en São Paulo 50.000 personas se manifestaron pacíficamente en la Avenida Paulista. Mientras, varias decenas asediaron el ayuntamiento, forzaron a cien agentes municipales a encerrarse dentro junto a unos 200 funcionarios, los mantuvieron cercados durante unas tres horas, incendiaron el camión de un canal de televisión evangélico que se encontraba a las puertas del Ayuntamiento, saquearon 29 tiendas y varias sucursales bancarias… Y todo eso, ante la sola presencia de varios helicópteros de la Policía Militar del Estado de São Paulo que observaban la escena allá en lo alto.

Este cronista, al que le tocó vivir el episodio desde el interior del edificio, pudo comprobar cómo fue cambiando el ánimo entre algunos de los empleados municipales. Lo que al principio se veía con humor se transformó en preocupación y después en miedo indisimulado para algunos. Varios manifestantes intentaron aplacar a los violentos, volvieron a colocar las vallas de protección del edificio en su sitio y crearon un cordón de seguridad. Pero los más radicales terminaron imponiéndose. Y la policía de choque no aparecía.

Los funcionarios llamaban a sus familiares para tranquilizarlos, pero la tranquilidad no llegó hasta que aparecieron los antidisturbios de la Policía Militar y los helicópteros descendieron varios metros para iluminar las escenas de vandalismo entre el humo del fuego y los gases lacrimógenos. El resultado fue la detención de 63 personas y el desvío de la atención mediática hacia las escenas de violencia.

Al día siguiente, el alcalde, Fernando Haddad, quien había criticado a la policía tras los más de cien heridos registrados en la manifestación del jueves, justificó ahora su manera de proceder. Indicó que los agentes actuaron con “mucha parsimonia” porque trataron de preservar la integridad de las personas y evitar que los inocentes paguen por los actos de otras personas que no están preparadas para la vida democrática”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Desde el pasado jueves, no ha faltado ni un día en que las autoridades políticas no se vean obligadas a elegir entre la parsimonia y la acción efectiva de choque. Horas antes de que se anunciara la derogación de las subidas en Río de Janeiro y São Paulo, la policía se enfrentó a cientos de manifestantes cuando intentaban aproximarse al estadio de Castelão, en la ciudad de Fortaleza, donde jugaron las selecciones de Brasil y México.

Cinco de las seis ciudades en las que se celebra la Copa solicitaron al Gobierno el envío de policías de la Fuerza Nacional. El Distrito Federal, Belo Horizonte, Salvador de Bahia, Río de Janeiro y Fortaleza fueron inmediatamente reforzadas. Las autoridades prefieren tener a las fuerzas de choque bien cerca. Por si acaso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_