Irán cierra las urnas en la primera vuelta de las presidenciales
Millones de iraníes eligen en las urnas al sucesor de Ahmadineyad como presidente del país Observadores internacionales han criticado la falta de transparencia del proceso electoral
Millones de iraníes han acudido este viernes a las urnas para elegir al sucesor de Mahmud Ahmadineyad en la presidencia. Toda la élite gobernante, desde el líder supremo hasta el ninguneado expresidente Mohamed Jatamí, pasando por el camaleónico Ali Akbar Rafsanyaní, hizo piña pidiendo a la población que votara. Aunque la concurrencia fue nutrida, queda por ver hasta qué punto los gestos de última hora hacia los reformistas han logrado movilizar a los desencantados tras los incidentes de 2009. De ser así, Hasan Rohaní tiene muchas posibilidades de ir a una segunda vuelta.
A las puertas de un colegio electoral en Tajrish, un popular mercado del norte de Teherán, dos amigas reflejan el dilema de muchos iraníes. Zeinab, de 22 años y estudiante de contabilidad, asegura que va a votar a Rohaní, el candidato que ha tendido la mano a los reformistas. El único clérigo entre los candidatos, reducidos a seis tras la renuncia de dos de ellos, ha hecho llamamientos a rehabilitar las relaciones exteriores de Irán y sugerido la promulgación de una “carta de derechos civiles”.
“Es el menos malo de todos; elegimos entre malo y peor”, confiesa en voz baja Zeinab, ante la mirada escéptica de su amiga. Ambas votaron por Mir-Hosein Musaví hace cuatro años y, como varios millones de iraníes, sintieron que les habían robado el voto. Sus protestas, las más graves desde la fundación de la República Islámica en 1979, fueron reprimidas sin contemplaciones y abrieron una brecha entre buena parte de la población y sus gobernantes. Musaví, su mujer y Mehdi Karrubí, otro dirigente reformista, están desde entonces bajo arresto domiciliario.
Desde su nacimiento hace 34 años, la República Islámica ha buscado legitimarse en la elevada participación electoral
“El presidente ya está elegido; nosotras no tenemos un lugar en esta sociedad, no le preocupamos a nadie”, apunta con amargura la segunda de las chicas, una estudiante de música de 22 años, que prefiere mantener el anonimato.
La credibilidad de los comicios también se cuestiona fuera del país. El relator especial de la ONU para los derechos humanos, Ahmed Shaheed, ha dicho que el clima político no permite calificar las elecciones de “libres y justas”. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, por su parte, ha denunciado su “falta de transparencia” y descartado que vayan a traer cambios en la política nuclear porque el responsable último es el líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí.
“Al diablo si no creen en nuestras elecciones”, les respondió Jameneí ayer, tras depositar su voto. “La prosperidad y la felicidad del país dependen de que elijáis a la persona adecuada y de vuestra participación”, añadió dirigiéndose a sus 50,5 millones de conciudadanos con derecho a voto.
Desde su nacimiento hace 34 años, la República Islámica ha buscado legitimarse en la elevada participación electoral. A falta de observadores independientes, resulta muy difícil estimar la participación porque además no hay un censo electoral y cada cual puede votar en el colegio electoral que prefiera.
Una visita a una decena de colegios electorales en distintas zonas de Teherán, donde viven 15 de los 75 millones de habitantes de Irán, mostraba una nutrida aunque desigual asistencia. La presencia era superior en aquellos en los que había presencia de cámaras de televisión como la mezquita Lorzadeh, al Sur, o el santuario de Saleh, al Norte. No obstante, no alcanzaba ni de lejos los niveles de 2009, cuando se alcanzó una participación record de casi el 85% de los 48 millones de potenciales votantes.
Numerosos entrevistados dijeron haber votado por Mohamed Baqer Qalibaf, el actual alcalde de Teherán, que ha usado los beneficios del petróleo para desarrollar las infraestructuras de la capital. Otros, como Arefe, una estudiante de 18 años, lo hicieron por el jefe negociador nuclear, Said Yalilí. Pero todos repetían como un mantra que participaban porque les importaba su país.
Sólo los simpatizantes de Rohaní se reconocían sin necesidad de preguntar, por las cintas moradas y las llaves símbolos de su campaña. Significativamente, algunos de ellos llevaban prendas verdes, el color que usó Musaví en 2009. Si como parece previsible, ninguno de los candidatos logra el 50% más uno de los votos, los dos primeros irán a una segunda vuelta el próximo viernes.
Como viene siendo habitual en todas las elecciones, las autoridades extendieron varias horas el plazo de voto, oficialmente por la gran afluencia. No obstante, las colas eran en buena medida fruto del laborioso sistema de votación que exige a los responsables de mesa anotar los datos de cada votante en la matriz de las papeletas y a éstos escribir a mano los nombres de sus elegidos (uno sólo para la presidencia pero hasta una treintena para los consejos municipales que también se elegían ayer).
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