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La oposición guineana denuncia el acoso del régimen de Obiang ante las elecciones

Una decena de sus militantes han sido detenidos por intentar manifestarse Solo un grupo político rival del partido gubernamental puede concurrir a las urnas

José Naranjo

Las calles de las principales ciudades del país llenas de policías, militares e incluso tanques, un mitin del partido de la oposición al que acude un helicóptero de la Gendarmería Nacional y sobrevuela a escasos metros sobre las cabezas de los participantes, páginas web y cuentas de Facebook bloqueadas y una decena de opositores intimidados y detenidos por intentar organizar una manifestación. Esas son las imágenes que muestran las televisiones y las agencias y webs informativas estos días de Guinea Ecuatorial, donde el próximo domingo se celebran elecciones legislativas y municipales de las que nadie duda cuál será el resultado: una nueva y aplastante victoria del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE) del presidente Teodoro Obiang, el jefe de Estado que más tiempo lleva en el poder de toda África 34 años el próximo agosto) y que gobierna este pequeño país con mano de hierro.

Las detenciones de los últimos días, que a veces duran unas pocas horas y casi siempre días o semanas sin las mínimas garantías procesales y tienen por principal objeto la intimidación, han llamado la atención de la comunidad y la prensa internacional, pero el acoso a opositores es algo muy frecuente en este país y se intensifica en cada proceso electoral. “Los ciudadanos de Guinea Ecuatorial nunca han participado en unas elecciones justas y democráticas”, asegura Tutu Alicante, director de la ONG EGJustice, que, junto a Human Rights Watch y Amnistía Internacional, ha hecho público un comunicado advirtiendo de que no se dan las circunstancias de libertades y respeto a los derechos fundamentales para que pueda haber unas elecciones creíbles.

En este ambiente de enorme hostilidad y con el régimen bloqueando la aparición de partidos independientes, solo hay un grupo político de oposición al que se permite concurrir a los comicios. Se trata de Convergencia para la Democracia Social (CPDS), cuyo secretario general, Plácido Micó, es el único diputado que aparece como voz crítica en la Cámara de Representantes del Pueblo (Parlamento).

El resto de la oposición ha sido debilitada por el propio régimen, está fuera del juego político o se encuentra en el exilio, la mayoría de ellos en España. Pero con un censo electoral inaccesible, la junta electoral controlada desde el poder, la ausencia de observadores internacionales, la falta de medios financieros y, sobre todo, con la intimidación y el miedo como arma política del PDGE y de sus partidos satélites, el CPDS tiene escasas opciones. Por poner un ejemplo, el régimen promueve el voto patriótico (mostrar la papeleta) y a quien no lo hace se le acusa de votar a la oposición.

Hay mucha tensión. Esto puede estallar en cualquier momento" Wenceslao Mansongo, portavoz del opositor CPDS

¿Para qué unas elecciones entonces? “Pues para mostrar un rostro democrático de cara a la galería, todo es una farsa”, aseguran desde la oposición. Wenceslao Mansongo, responsable de Relaciones Externas del CPDS, ha sufrido en persona el acoso y la cárcel. “Decidimos presentarnos a las elecciones para demostrar al mundo que dentro de Guinea Ecuatorial hay personas decididas a enfrentarse a la dictadura a pesar de todas las dificultades y la represión. La comunidad internacional nos ayudará cuando nos vea actuar, no cuando estemos esperando la providencia divina con los brazos cruzados”, asegura Mansongo.

La fuerza de Teodoro Obiang procede del petróleo. Guinea Ecuatorial es un país pequeño, uno de los más pequeños de África, pero posee una rica plataforma costera de donde salen unos 300.000 barriles de crudo al día. Los contratos firmados con las grandes petroleras estadounidenses, como Exxon-Mobil y Chevron-Texaco, entre otras, hacen que la mayor parte del oro negro viaje hacia Estados Unidos, lo que, en buena medida, ha blindado al dictador, que es una especie de amigo incómodo de las potencias occidentales.

Hace dos semanas, Obiang estuvo de visita en Washington. Sin embargo, no fue invitado al Departamento de Estado, como es habitual, y solo fue a encontrarse con él a su hotel un representante de segundo nivel del Gobierno. Las evidencias de falta de democracia, arbitrariedades y violaciones de los derechos humanos son enormes, pero el petróleo, cuyos beneficios van a parar casi en exclusiva a Obiang y su familia, el clan de Mongomo, manda.

Así las cosas, los únicos cambios parece que solo pueden venir desde dentro del régimen. Los constantes rumores, nunca confirmados, sobre el frágil estado de salud del presidente, a punto de cumplir 71 años, han disparado las especulaciones sobre un posible relevo en el poder. “Su enfermedad es conocida por los ecuatoguineanos, sabemos de sus viajes a clínicas extranjeras para tratarse”, asegura un opositor residente en Malabo. Y el mejor posicionado para sucederle es su propio hijo, Teodoro Nguema Obiang, conocido como Teodorín, quien cuenta sobre todo con el aval de su madre y primera dama.

De hecho, la última reforma constitucional impulsada por el propio jefe del Estado y aprobada en 2011 mediante referéndum no solo vino a reforzar el poder omnímodo de Obiang, además de crear un Senado para el que ahora se eligen por primera vez representantes, sino que creó la figura de un vicepresidente segundo responsable de Defensa que recayó en la persona de Teodorín. Sin embargo, en Guinea Ecuatorial y dentro del propio entorno de Obiang hay muchas personas que le consideran poco apto para suceder a su padre. En su contra juegan sobre todo los problemas que está teniendo con la justicia francesa y estadounidense, que rastrean el origen de sus lujosas propiedades, que van desde un jet privado hasta un chalé en Malibú. El año pasado, la Fiscalía de París emitió una orden de arresto contra él por malversación de fondos públicos.

Entre los aspirantes alternativos a la jefatura del Estado se encuentra el propio hermano del dictador, Armengol Ondo Nguema, uno de los hombres más influyentes del clan de Mongomo y jefe de la seguridad nacional, clave para garantizar la continuidad del régimen.

Pero mientras en palacio afilan discretamente los cuchillos para una hipotética sucesión que en realidad nadie sabe cuándo llegará, lo cierto es que los ecuatoguineanos siguen sufriendo el ambiente irrespirable de un régimen monolítico. El pasado martes, el propio Teodoro Obiang ofrecía una rueda de prensa en la que se mostraba “satisfecho” del desarrollo de la campaña, asegurando que “hemos podido superar algunas deficiencias que sufríamos en el pasado”, y acusaba a la prensa europea de difundir informaciones falsas sobre su país. Sin embargo, el opositor Mansongo revela otra realidad: “El Gobierno quiere impedirnos hacer campaña, intenta acallarnos y a la vez pretende dar la apariencia ante el mundo de que estamos ante un proceso pacífico. Pero no es así, hay mucha tensión, esto puede estallar en cualquier momento”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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