“En los 90 la UE se convirtió en un pulpo que tomó el control de nuestras vidas”
El antiguo concejal laborista se ha unido al euroescéptico UKIP porque quiere que los británicos abandonen la Unión Europea y vuelvan a gobernarse a sí mismos
Procedo de una familia de trabajadores el acero, en los años setenta fui uno de los responsables del sindicato en la factoría de Corby, y después fui concejal laborista. Ocupaba el poder Harold Wilson, y se estaban dando los primeros pasos para elaborar una estrategia de libre comercio en lo que entonces era la CEE. Yo era totalmente partidario de aquella política y llegué a escribir un artículo en el periódico local para defenderla. Pensaba que un acuerdo de libre comercio sería útil no solo para el sector del acero sino para todas las industrias del país, porque traería más oportunidades y más ventas.
Entonces imperaba un sentimiento de cooperación amistosa, así como la sensación de que la Unión Europea podía evitar guerras futuras. Yo nací en 1939; mi generación creció con una tremenda conciencia del daño que había hecho la guerra, y una de las cosas más positivas que tenía la idea de la Unión Europea era que iba a eliminar ese miedo y a permitir que la gente pudiera vivir en paz y prosperidad. Una prosperidad que veíamos como un conjunto de naciones con vínculos comerciales, un mercado más amplio para nuestros productos y buenas relaciones con otros países.
A finales de los años setenta me convertí en vicepresidente del consejo municipal de Corby, trabajé para fomentar acuerdos con ciudades de Alemania y Francia y logramos establecer unas relaciones muy positivas, así que animé a otros a hacer lo mismo.
Cuando las fábricas de acero empezaron a cerrar, hicimos todo lo posible para que Corby tuviera acceso a los fondos europeos de ayuda que permitieran salir de la situación. Y así fue, porque el dinero permitió comprar las plantas de acero y reconvertirlas para otros usos industriales.
Sin embargo, en los años noventa, todo cambió, empezó a haber leyes y decisiones constantes de Bruselas que perjudicaban la capacidad del consejo municipal de desempeñar su tarea. La UE se convirtió en un pulpo cuyos tentáculos llegaban a todos los rincones de nuestras vidas, y aquello no me gustó nada. Empecé a preguntarme: ¿quién toma estas decisiones? ¿Cómo se toman? ¿Quién tiene derecho a tomar unas decisiones que afectan a nuestra vida diaria?
Ahora me gustaría que abandonáramos la UE, no veo otra alternativa. Algunos tratan de convencer a la gente de que sería perjudicial para la economía británica, pero no estoy de acuerdo. Somos una isla capaz de comerciar sin problemas con el resto del mundo, y no hay por qué pensar que no vayamos a poder hacerlo a nuestra conveniencia. Hemos perdido el control de nuestras vidas; tenemos que volver a ser nosotros mismos quienes nos gobernemos.
Por eso me he unido al UKIP (el Partido de la Independencia del Reino Unido), que tiene una actitud muy sensata sobre estos temas. Ni siquiera podemos expulsar a los terroristas de nuestro país, porque las leyes europeas anulan las británicas, que es algo que no creo que muchos de los que apoyábamos la UE en el pasado pudiéramos imaginar. Europa ya no tiene nada que ver con la democracia, es un ente lleno de funcionarios que cobran unos sueldos extraordinarios, y nadie sabe qué hacer al respecto.
Este texto fue elaborado por Alexandra Topping (The Guardian) a partir de una entrevista con Peter McGowan.
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