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Columna
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Una chispa de esperanza

Tres exjefes del Shin Bet, la agencia antiterrorista israelí, cuestionan la política de seguridad de su país

Pese a que los muchos cambios bruscos operados en la región hayan creado una situación de máxima inestabilidad, con un detrimento considerable de la influencia americana —la europea hace tiempo que es insignificante— la reciente visita del presidente Obama a Israel, dos días después de la constitución del nuevo Gobierno de Netanyahu, confirma, tanto el peso enorme de la alianza con Israel, como el inmovilismo de Washington ante el fracaso de su política en el Oriente Medio.

Sin depender ya de los votos de sus compatriotas judíos, Obama mantiene el apoyo incondicional a Israel, como la mejor forma de garantizar la presencia americana en la región. No llega a denunciar abiertamente la política suicida de un sionismo, que hace tiempo se ha desprendido de sus elementos más progresistas, para aspirar en el fondo a incluir toda Palestina en un Estado judío, pero sigue rechazando la anexión de los territorios ocupados, aunque prefiera no preguntarse si esta es también la política de Netanyahu.

Para disminuir la presión internacional podría mostrarse dispuesto a aceptar la hipótesis de los dos Estados, consciente de que apelar a la seguridad siempre ofrecerá pretextos para no llegar a resultado alguno hasta que los asentamientos hagan por completo inviable un Estado palestino. Entonces sería el momento de pensar otra salida para una población que no puede permanecer indefinidamente ocupada.

Israel y Estados Unidos saben que se necesitan mutuamente y que en el contexto actual no pueden permitirse discordias ni polémicas, convencido cada uno de que terminará imponiéndose, no por presión del uno sobre el otro, sino por la fuerza de los hechos. Avanzar hacia la integridad de Israel sería imparable, porque, en último término, así lo quiere la voluntad divina; Israel terminará por reconocer que la única posibilidad, no solo de sobrevivir en seguridad, sino sobre todo de hacerlo en democracia, es convivir en paz con un Estado palestino.

Para que Israel vuelva a unas negociaciones, interrumpidas desde el 2010, Estados Unidos acepta de antemano todos los requisitos que Israel reclama: partir sin condiciones previas, eliminando la principal de acabar con los asentamientos que con el apoyo americano los palestinos exigían; considerar una organización terrorista a Hezbolá, la milicia chií libanesa, algo que Israel pretende desde hace años y que la UE ha rechazado hasta ahora; y sobre todo impedir que Irán llegue a fabricar la bomba atómica, aunque desmarcándose de la vía de la desnuclearización, que al comienzo de su primer mandato Obama había propuesto como la más adecuada. Para resolver el conflicto con Irán la solución más eficaz y justa sería crear en Oriente Medio una zona libre de armamento atómico. Tolerar el monopolio atómico de una de las partes a la larga implica la nuclearización de toda la región. En su nueva posición Obama ha conseguido al menos que Israel dé a Estados Unidos un plazo hasta junio para lograr una solución negociada.

El 5 de marzo, ARTE, la televisión franco-alemana, difundió un reportaje israelí que me dejó consternado. Tres antiguos jefes de Shin Bet, la agencia que lucha contra el terrorismo en Israel, hablan sin tapujos de las paradojas vividas. Queríamos seguridad y recogemos terror. Los palestinos combaten por un Estado propio y únicamente logran nuevos asentamientos. Matamos a los terroristas desde el aire, o se les ejecuta en el mismo lugar de la detención, y brotan otros como hongos. Los procesos contra terroristas sirven de propaganda al terrorismo y sin recurrir a la tortura desciende la información del 90 al 70 por ciento. Y que nadie apele a la moral, que no desempeña papel alguno en la lucha contra el terrorismo. Podemos dejar de matar, pero ellos siguen matando. La emisión termina con las palabras trágicas de ganamos todas las batallas, pero perderemos la guerra.

El asesinato de Rabin parecía haber cambiado el curso de la historia, pero el triunfo de la derecha teocrática ha originado una fractura creciente en la sociedad. A cada vez más ciudadanos israelíes resulta intolerable que los judíos ultraortodoxos, libres del servicio militar, sean los expansionistas más belicosos. Para los tres exjefes entrevistados, lo peor de esta carrera de violencia y contraviolencia es que ha convertido a Israel en un ejército brutal de ocupación que pone en cuestión la propia democracia.

Sí, existe un rayo de esperanza cuando un pueblo deja de refugiarse en mitos y mentiras y empieza a enfrentarse a la realidad.

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