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La presidenta de Corea del Sur muestra dureza frente al Norte

Crece la inquietud entre la población surcoreana por las amenazas de Pyongyang

La presidenta surcoreana, Park Geun-hye (dcha),asiste a una ceremonia que conmemora el Día de la Industria y del Comercio en Seúl.
La presidenta surcoreana, Park Geun-hye (dcha),asiste a una ceremonia que conmemora el Día de la Industria y del Comercio en Seúl.YONHAP (EFE)

El reciente incremento de tensión en la península coreana ha sido un incómodo saludo de bienvenida a la nueva presidenta del Corea del Sur, Park Geun-hye, que accedió al cargo el 25 de febrero pasado. Park, la primera mujer que ocupa la jefatura del Estado en su país, ha reconocido que la situación de la seguridad se ha hecho “muy grave”, y se ha comprometido a “responder enérgicamente” a cualquier provocación de Corea del Norte a la vez que ha defendido la necesidad de aumentar la confianza entre los dos países.

Pyongyang realizó el 12 de febrero la tercera prueba nuclear de su historia. El Consejo de Seguridad de la ONU respondió con la imposición de nuevas sanciones, a las que el régimen de Kim Jong-un replicó con la cancelación del armisticio que puso fin a la guerra de Corea (1950-1953), la ruptura de todos los pactos de no agresión, la anulación de las líneas de comunicación directa en Panmunjom en la zona desmilitarizada y la intensificación de la retórica bélica. Naciones Unidas ha asegurado, sin embargo, que el armisticio sigue en vigor porque fue adoptado por la Asamblea General de la ONU y ni Pyongyang ni Seúl pueden romperlo de forma unilateral.

El disparo en diciembre pasado por parte del Corea del Norte de un cohete, que, según Estados Unidos y sus socios, fue el ensayo disfrazado de un misil balístico de largo alcance -aunque Pyongyang insiste en que se trató únicamente del lanzamiento de un satélite-, y la prueba atómica en febrero no son acciones nuevas. Siguen la estrategia trazada por Kim Jong-il, predecesor y padre del actual líder, Kim Jong-un. Tampoco es nueva la retórica guerrera, aunque en los últimos meses ha subido de tono. Y tampoco es nuevo el ciberataque sufrido este miércoles por empresas del Sur, cuyo autor se sospecha que es Pyongyang; pero el grado de sofisticación esta vez es mayor. La conjunción de todo ello ha colocado a Park Geun-hye en una situación delicada.

Seúl suele ignorar a menudo las amenazas de su vecino, pero Park -hija del fallecido expresidente y dictador de Corea del Sur Park Chung-hee- ha decidido enviar al Norte un mensaje de firmeza. El Ministerio de Defensa advirtió a principios de mes que “el Gobierno del Norte será evaporado de la faz de la Tierra” si se atreve a utilizar en alguna ocasión un arma atómica. “No habrá límite al alcance de nuestra represalia (si se produce un ataque)”, señaló Kim Min-seok, su portavoz.

Los surcoreanos, acostumbrados a décadas de tensión, se dividen entre la inquietud y el  escepticismo

Park afirmó que “cualquier país está destinado a la autodestrucción si solo se concentra en su poderío militar, como las armas nucleares, mientras su gente pasa hambre”. La presidenta ha asegurado que el Sur debe responder con fuerza a cualquier provocación, pero también ha dicho que hay que avanzar en la promesa que hizo durante la campaña electoral de edificar la confianza con el Norte. Park ha insistido que su Gobierno ayudará al Norte a vivir en paz si elige cambiar. Mientras tanto, ha reforzado las medidas de seguridad, frente a posibles ataques terroristas, en la Casa Azul, la residencia presidencial, según el diario surcoreano JoongAng Ilbo.

Corea del Norte ha amenazado con “ataques nucleares preventivos” contra Estados Unidos y Corea del Sur, y ha afirmado que una segunda guerra coreana es “inevitable”, a lo que Washington ha respondido que “es perfectamente capaz de defenderse de un ataque de misiles norcoreanos”, y ha advertido a Pyongyang que “no va a conseguir nada por la vía de las amenazas y las provocaciones”.

Los analistas consideran que el régimen de Kim Jong-un está aún lejos de contar con una cabeza nuclear lo suficientemente pequeña y ligera para tener un programa de armas atómicas creíble. Pero hay temores de que pueda producirse un conflicto a menor escala. El Norte dispone de una amplia gama de misiles y otras armas capaces de golpear a su vecino, y un gran ciberataque es una posibilidad cada vez más real. En 2010, disparó contra una isla surcoreana –en el incidente murieron cuatro surcoreanos- y fue acusado, en otro enfrentamiento separado, de torpedear y hundir un barco de guerra, con un balance de 46 marineros del Sur muertos. Ambos choques ocurrieron cerca de la frontera marítima occidental en disputa, una zona de frecuentes escaramuzas armadas entre los dos países.

Varias objetivos están detrás del endurecimiento de la posición norcoreana, según los expertos: alimentar la lealtad de la población hacia el joven líder Kim Jong-un, llamar la atención de la comunidad internacional sobre la situación en la península y tantear la determinación de Park Geun-hye.

El Norte quiere un tratado de paz formal que ponga fin a la guerra de Corea, en lugar del alto el fuego que mantiene la península técnicamente en guerra. También quiere garantías de seguridad, conversaciones directas con Washington, el reconocimiento como estado nuclear, la normalización de las relaciones con Estados Unidos y la retirada de los 28.500 soldados estadounidenses destacados en Corea del Sur.

Según Pyongyang, “las relaciones Norte-Sur han sobrepasado tanto la línea de peligro que ya no pueden ser reparadas y una situación muy peligrosa prevalece en el península coreana, donde podría estallar una guerra nuclear ahora mismo”.

Los surcoreanos, acostumbrados a décadas de tensión y enfrentamientos, se dividen entre el sentimiento de inquietud y el de escepticismo. Según algunos psicólogos, la apatía de muchos ciudadanos ante la volatilidad de las relaciones con el Norte y la fragilidad del alto el fuego puede ser una forma de evitar el incómodo pensamiento sobre la posibilidad real de un conflicto armado, con objeto de poder seguir sus vidas con normalidad.

De momento, no se ha producido el pánico que llevó a muchos surcoreanos en 1994 a hacer acopio de alimentos, después de que el responsable norcoreano de las negociaciones amenazara con convertir Seúl en “un mar de fuego”. Pero, en las últimas semanas, hay signos de un aumento de ansiedad entre la población. La mayor tienda de venta por Internet de Corea del Sur, G-Market, experimentó un incremento de la venta de comida enlatada y fideos precocinados después de que Pyongyang anunciara que iba a anular el armisticio de 1953. Según el centro de pensamiento Asan, que lleva a cabo encuestas de opinión nacionales cada año, el porcentaje de surcoreanos que creen que es posible que se produzca una segunda guerra de Corea ha subido del 40% en 2010 al 59% en 2012.

“La crisis en curso es un gran desafío para Park, en particular porque es la primera mujer presidenta. Al tiempo que conserva la calma y el control, debería buscar vías diplomáticas creativas no solo con Corea del Norte sino también con China para encontrar una salida”, señala el diario en inglés Korea Times. “La alianza indiscutible con Washington es por supuesto necesaria, pero Park debería persuadir también a la Administración estadounidense para que inicie conversaciones con Pyongyang”. La presidenta tiene previsto viajar a Washington en mayo y entrevistarse con su homólogo americano, Barack Obama.

A pesar de las amenazas del Norte, Corea del Sur y Estados Unidos están llevando a cabo maniobras militares conjuntas. Los dos aliados han asegurado que los ejercicios son de naturaleza únicamente defensiva y que no tienen nada que ver con la tensión existente en la zona. En Pyongyang, disienten.

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