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Estados Unidos y China, ante la primera ciberguerra fría

Obama firmó una orden ejecutiva la pasada semana que le otorga poderes especiales

Antonio Caño
El presidente Barack Obama durante una intervención en Washington este martes.
El presidente Barack Obama durante una intervención en Washington este martes.JIM LO SCALZO (EFE)

La Casa Blanca describió este martes los reiterados ataques cibernéticos, que una investigación reciente vincula directamente con una unidad secreta del Ejército chino, como “un serio desafío para la seguridad y la economía de Estados Unidos”, lo que es la señal de que una nueva guerra fría, en el desconocido e incontrolable espacio de Internet, ha comenzado entre las dos grandes potencias que se disputan la supremacía en el siglo XXI.

Sin acusar directamente a China, por el miedo a la reacción de ese país, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, aseguró que el presidente Barack Obama “tomará todas las medidas que sean necesarias” para atajar ese peligro, al tiempo que pidió al Congreso la aprobación de legislación más eficaz para hacer frente a esta ciberguerra, ya inevitable. La semana pasada, Obama firmó, como se hace ante cualquier amenaza exterior, un decreto que le da poderes especiales para responder a los ciberataques y, como añadió Carney, asistir a las empresas privadas que están siendo el blanco de esta ofensiva.

Para EE UU este es un asunto de importancia estratégica decisiva porque, no solo se enfrenta al riesgo tradicional de que sus secretos de seguridad caigan en mano de una potencia extranjera, sino al peligro nuevo de que, con la intrusión en la red de Internet, China pueda sabotear la actividad económica del país o inhabilitar servicios públicos básicos, como los de agua potable o energía eléctrica. Sin contar con el robo de tecnología que, además de costarle miles de millones de dólares a este país, aumenta extraordinariamente las capacidades de China y su competencia de cara al futuro.

El hecho de que sea China el origen de la casi totalidad de los ataques detectados hace este desafío mucho más peligroso y difícil de tratar. Aunque Carney aseguró ayer que el Gobierno norteamericano trata de abordar este problema en cada reunión bilateral, lo cierto es que las autoridades de Pekín han negado siempre cualquier responsabilidad en los ciberataques y suelen responder a las preocupaciones norteamericanas con promesas de investigaciones que nunca concluyen en medidas prácticas.

No podemos permitirnos que dentro de unos años nos preguntemos por qué no hicimos nada” Presidente Barack Obama

EE UU, por su parte, trata de desarrollar una política de cooperación con China, a la que necesita por su fortaleza económica y por su influencia en regiones clave del mundo, y prefiere abordar la penetración a través de Internet con prudencia para no desencadenar una crisis de graves consecuencias potenciales para ambos lados.

Esa prudencia se hace, sin embargo, cada vez más difícil ante la acumulación de pruebas sobre la responsabilidad directa del régimen de Pekín en los ataques. La última y la más evidente es el informe de la compañía de seguridad Mandiant, situada en las afueras de Washington, que asegura que en los últimos seis años más de 140 empresas y organizaciones, casi todas de EE UU, han sido invadidas desde Internet por la Unidad 61398 del Ejército de Liberación Popular chino.

La Casa Blanca no ha querido calificar los datos obtenidos por una firma privada, pero es obvio que la presión sobre Obama para actuar contundentemente ha crecido considerablemente. Como afirma el congresista Mike Rogers, miembro del comité de Asuntos de Espionaje de la Cámara de Representantes, “esto confirma la actividad que nuestro comité ha venido detectando desde hace tiempo”.

El propio Obama, en su discurso sobre el estado de la Unión, la pasada semana, confirmó que “sabemos que países extranjeros están atacando nuestro secretos industriales”. “Nuestros enemigos”, dijo, “están ahora también desarrollando la capacidad para sabotear nuestra red eléctrica, nuestras instituciones financieras, nuestro tráfico aéreo. No podemos permitirnos que dentro de unos años nos preguntemos por qué no hicimos nada”.

Un análisis reciente suscrito por las 16 agencias de espionaje de EE UU citado por The New York Times, el primer diario que reveló el informe de Mandiant, mencionaba ya a la Unidad 61398 como la responsable de los ataques sufridos en los últimos años. Ese diario ha sido una de las víctimas de esas incursiones, que incluyen compañías tan diversas como Lockheed Martin, el mayor proveedor de las fuerzas armadas norteamericanas, hospitales o universidades.

La diversidad de los objetivos de esta ciberguerra es una de las principales razones de la alarma actual. Internet es, por definición, una red abierta y de comunicación inmediata. A estas alturas, es casi imposible protegerla por completo manteniendo las cualidades que la hacen imprescindible en el mundo actual. EE UU estudia mayores medidas de seguridad, pero cada de esas medidas puede encontrar en su día un hacker que la deje obsoleta.

Solo una negociación política con Pekín puede resolver eficazmente este problema. Es posible que Washington tendrá que recurrir a algunas medidas de presión con el fin de conseguir mayor colaboración de parte china. Pero, sobre todo, será necesario una evolución del régimen chino hacia el uso de prácticas compatibles con la legalidad internacional. Una de las excusas chinas es que también EE UU recurre a la ciberguerra, como ocurrió en el ataque al programa nuclear de Irán con el virus Stuxnet.

Dentro de la lógica de la rivalidad entre superpotencias, EE UU parece aceptar que tendrá que proteger sus secretos nucleares. Para lo que este país no está hoy preparado es para extender esas medidas seguridad al secreto de la Coca-Cola, uno de los objetivos chinos.

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