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Columna
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La guerra de divisas

Hollande ha pedido que Europa, a través del Banco Central, se dote también de una política de cambio

El presidente francés François Hollande.
El presidente francés François Hollande.RAVEENDRAN (AFP)

En el contexto de crisis que atravesamos, se ha producido una buena noticia bajo la forma de una pequeña frase, una sola, del discurso de Barack Obama sobre el estado de la Unión. El presidente norteamericano retomó por su cuenta la idea de una vasta zona de librecambio entre Estados Unidos y la Unión Europea. En el marco de la actual corriente cuasi aislacionista y proteccionista, es evidentemente una iniciativa capital. Y es fruto de la constatación, sin duda tardía, pero real, de que una Europa débil es un factor de debilitamiento para Estados Unidos. Esta constatación no era evidente pues, por el contrario, todo hacía pensar que en la fase precedente Wall Street había maniobrado, al menos tanto como la City de Londres, por la profundización de la crisis europea. Sin embargo, algunas voces han puesto de manifiesto que, ante la búsqueda de una reactivación del crecimiento a ambos lados del Atlántico, tal vez lo más simple fuese acercar posiciones. Y, por su parte, la Unión Europea, con la construcción del mercado único, está ahí para recordar qué formidable instrumento de crecimiento y progreso puede representar la apertura de fronteras y la instauración de una zona de librecambio. La cuota de Europa en el mercado norteamericano es más importante que la de China y, por su tamaño, el mercado europeo es hoy por hoy uno de los más importantes del mundo, si no el más importante.

La sorpresa viene del hecho de que los congresistas demócratas y republicanos están estudiando el asunto, mientras que la Comisión de Bruselas ya está manos a la obra. Ha comenzado una carrera de obstáculos, pero en la dirección adecuada. No obstante, por ahora, nos enfrentamos a una realidad mucho menos optimista, a saber, los prolegómenos de una guerra de divisas. En efecto, para reactivar su economía, Japón ha puesto en marcha una política de cambio que persigue la depreciación del yen. Por otro lado, Estados Unidos practica desde hace varios años una política basada también en un dólar débil. Tanto en un caso como en otro, se trata de defender intereses nacionales, pero las consecuencias son principalmente internacionales. Y la víctima designada de estas políticas de yen débil y dólar débil es evidentemente el euro, que vuelve a ser demasiado caro.

François Hollande ha sido el primero en dar la señal de alarma, aun a riesgo de contrariar, aquí o allá, a algunos de sus socios, y ha pedido que Europa, a través del Banco Central, se dote también de una política de cambio, en vez de contentarse con ser el resultado de las políticas norteamericanas y, ahora, japonesas. Teniendo en cuenta la intensidad de los intercambios entre ambas orillas del Atlántico, nuestro principal problema es, claro está, la paridad euro-dólar. La paradoja es que, tras los ataques contra el euro, la moneda europea vuelve a ser fuerte. Inmediatamente, se ha dado en pensar que esta es una garantía de su perennidad, pues una moneda fuerte es una moneda que inspira confianza. Pero necesitamos sacar a la zona euro de la recesión, y sabemos que un euro que vale 1,10 dólares es una garantía para la reactivación de nuestras exportaciones, mientras que una cotización igual o superior a 1,30, como la actual, representa una amenaza de retroceso para estas. A decir verdad, solo Alemania parece satisfecha con la situación actual, aunque algunos grandes empresarios germanos empiezan a comprender el peligro que representa la guerra de divisas que se perfila en el horizonte y que nos obligará a defendernos.

Por el momento, otros dos peligros amenazan a Europa con un retorno de la crisis: las situaciones italiana y española. Baste recordar que apenas estábamos empezando a salir de la crisis de las deudas soberanas cuando los europeos obtuvieron la partida de Silvio Berlusconi y se inició la experiencia Monti. Evidentemente, un retorno del populismo en Italia tras las legislativas que tendrán lugar dentro de una semana sería una señal calamitosa que, con toda certeza, acarrearía una nueva oleada de ataques especulativos contra la Unión Europea. Y lo mismo cabe decir del actual debilitamiento del Gobierno español como resultado de un escándalo de corrupción que puede abrir un periodo de incertidumbre en España del que también se aprovecharían inmediatamente los mercados y todos aquellos que no han renunciado a hacer sucumbir a la zona euro.

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