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ABDEL MONEIM ABULFUTÚ | POLÍTICO EGIPCIO

“Morsi continúa muy atado a la Hermandad, no es independiente”

Tras haber formado parte de los Hermanos Musulmanes durante tres décadas, Abdel Moneim Abulfutú fue expulsado en 2011 por desobedecer la orden de no presentarse a las elecciones

Abdel Moneim Abulfutú, en su despacho.
Abdel Moneim Abulfutú, en su despacho.R. G.

Después de haber formado parte de los Hermanos Musulmanes durante más de tres décadas, Abdel Moneim Abulfutú (Cairo, 1951) fue expulsado de la cofradía en 2011 por desobedecer la orden de no presentarse a las elecciones presidenciales. Fue el final de un distanciamiento progresivo de la élite dirigente, que le desplazó del comité ejecutivo del movimiento junto a otros dirigentes de ala moderada en 2009.

Carismático y respetado más allá de los sectores islamistas, Abulfutú era uno de los grandes favoritos para convertirse en presidente de Egipto. No obstante, la maquinaria electoral de la Hermandad fue más poderosa y acabó aupando a Mohamed Morsi. Tras la campaña, fundó el partido Egipto Fuerte, que busca construir una tercera vía entre los movimientos islamistas y los laicos, enfrentados en un agrio pulso en las calles del país árabe.

Pregunta. ¿Cuál es la salida a la presente crisis política que padece Egipto?

Respuesta. El presidente debe comprometerse con un diálogo serio con los principales partidos y personalidades de la oposición. Desde nuestro partido le hicimos una propuesta para a creación de un comité formado por cinco líderes de las diferentes corrientes de la oposición, pero aún no ha concretó una respuesta. En cambio, él convocó a una reunión de la ronda de diálogo nacional. Asistí, pero salí de la sala pronto porque era una negociación vacía de contenido.

P. ¿Va a asistir a la segunda reunión, prevista para la próxima semana?

R. Lo más probable es que no. Dependerá de su formato, y de que haya garantías de que se aplicaran las decisiones adoptadas entre todos.

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P. ¿Qué temas se deberían abordar en unas negociaciones serias?

No se puede meter a todos los movimientos salafistas dentro de un mismo saco

R. Sobre todo la aprobación de enmiendas a la Constitución, a la que nosotros nos opusimos en diciembre al considerar que tiene importantes defectos. Entre ellos, el excesivo poder de la presidencia, la posición privilegiada del ejército, y la ausencia de mecanismos para la justicia social. Además, también se debería discutir la remodelación del gobierno.

P. Usted dejó los Hermanos Musulmanes después de varias décadas de pertenencia. ¿Qué le separa ideológicamente del grupo?

R. Un asunto fundamental es la cuestión de la separación de la política de la prédica religiosa. He escrito mucho sobre este tema, y sostengo que mezclar estas dos actividades es un gran error porque acaba contaminando a ambas. Por desgracia, el presidente Morsi continúa muy atado a la Hermandad, no es independiente. Aparte de esto, también soy crítico con el hecho de que los Hermanos Musulmanes estén fuera de la ley, y por tanto, sus cuentas no estén bajo la supervisión del Estado.

P. ¿Cómo valora lo que sucede en Túnez? ¿Cree que es parecido a la situación de la escena política egipcia?

R. No, es diferente. El conflicto político allí se debe a una fuerte polarización entre los partidos islamistas y los laicos de tipo ideológico. En Egipto, el problema es el monopolio en la toma decisiones por parte de una corriente. La gran diferencia entre ambos países es que la oposición tunecina es muy radical en su laicismo. En cambio, en Egipto, las fuerzas civiles aceptan que el Islam debe tener un rol en la vida pública. Lo que sí compartimos ambos países es una crisis económica aguda, con una alta tasa de paro juvenil que crea mucha desazón entre los jóvenes.

P. Muchos consideran que el salafismo es un peligro para las transiciones democráticas en el mundo árabe. ¿Está de acuerdo?

R. No, no se puede meter a todos los movimientos salafistas dentro de un mismo saco. En Túnez es cierto que hay una corriente salafista violenta, y eso supone un problema grave para su proceso de transición. Pero en Egipto, el salafismo se ha integrado en la escena política, en el juego democrático, y ello ha facilitado erradicar cualquier tentación violenta.

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