¿Qué hacemos ahora con el Papa?
Tribulaciones en el Vaticano para encontrar nuevo acomodo a Ratzinger
La Iglesia borda los entierros. Y cuando se trata de enterrar a un Papa, el ritual se convierte en arte. Siglos de práctica, un marco incomparable y el consuelo de la vida eterna hacen del momento un acontecimiento perfecto. El problema surge cuando el Papa, en vez de morirse, se jubila. Hace siete siglos que no sucedía y no es de extrañar que las altas jerarquías del Vaticano, pilladas a contrapié por el anuncio de Joseph Ratzinger, no sepan qué hacer con Benedicto XVI cuando el jueves 28 a las ocho de la tarde deje de ser Benedicto XVI.
Las tribulaciones son muchas y las respuestas, pocas. El portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, se ha vuelto a someter este miércoles a una batería de preguntas no siempre fáciles de contestar. Por ir de lo sencillo a lo complicado, ya se conoce a grandes rasgos la agenda de los últimos días del papado. De aquí al fin de semana, Benedicto XVI seguirá con su trabajo como si tal cosa. Se reunirá con representantes del clero italiano y recibirá a los presidentes de Rumania y Guatemala. También tendrá un encuentro —más personal que institucional— con Mario Monti el próximo sábado por la tarde. Luego se apartará del mundanal ruido durante una semana para realizar unos ejercicios espirituales y reaparecerá el sábado 23 para despedirse del presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano. Al día siguiente se asomará por última vez al balcón de la plaza de San Pedro para presidir el Ángelus y, el miércoles 27, despedida y cierre con la audiencia general. El día 28, a las cinco de la tarde, se montará en un helicóptero que lo llevará a la residencia de Castel Gandolfo. Tres horas después, según su propia voluntad, dejará de ser Papa.
Y aquí vienen los problemas. Por ejemplo, ¿cómo llamar a Benedicto XVI cuando ya no sea Papa? Pues ni Benedicto XVI, ni Papa, ni siquiera Su Santidad, ¿tal vez cardenal Ratzinger a secas, como si los últimos siete años al frente de la Iglesia no hubiesen existido? "No parece probable", dice sin ocultar sus dudas el padre Lombardi, "pero debo decir que aún no sabemos el título exacto con el que tendremos que llamarlo. Y no es una cuestión secundaria. Se está reflexionando sobre ello".
Aún no sabemos el título exacto con el que habrá que llamarlo Federico Lombardi, portavoz del Vaticano
La siguiente cuestión es si Joseph Ratzinger, una vez que deje el Anillo del Pescador para que sea destruido, conservará en cambio la infalibilidad, esa cualidad que según un dogma de la Iglesia tienen los Papas para no cometer errores en cuestiones de fe o moral. Eso sí se lo sabeLombardi. La infalibilidad dejará de funcionar automáticamente el día 28 a las ocho de la tarde. El Espíritu Santo dejará de guiar el pulso de Ratzinger para pasar a prestar sus servicios con el nuevo Papa, que según las previsiones del portavoz del Vaticano será elegido en un cónclave que se podría celebrar "a partir del 15 de marzo".
Pero los periodistas de todo el mundo que cada día llenan la sala de prensa del Vaticano tenían más dudas, y Lombardi ha respondido al bombardeo como mejor ha podido. Varias cuestiones, sin embargo, han quedado sin respuesta. ¿Cuál será la relación entre el nuevo papa y el papa dimisionario? ¿De qué color será el hábito de Ratzinger cuando deje el blanco papal? ¿Cuánto costará su alojamiento en el convento de monjas del Vaticano en el que vivirá cuando regrese de Castel Gandolfo? Las dos preguntas sin respuesta que más sonrisas han provocado han sido dirigidas a Lombardi por dos de las corresponsales más veteranas. Una de ellas le ha preguntado: "¿Qué será del padre Georg [el apuesto secretario de Ratzinger]?". Y la otra: "¿Cobrará jubilación Joseph Ratzinger?". Los curas, que tienen respuestas para todo y cuando no las tienen recurren al comodín de la Fe, ahora no saben qué hacer con Ratzinger. La muerte de un papa es un dolor. Pero un papa jubilado es un dolor de cabeza.
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