Las relaciones con el Islam, marcadas por un mal inicio
El legado que deja Ratzinger a su sucesor en las relaciones con el mundo islámico no es especialmente positivo
Durante todo su papado, Benedicto XVI mantuvo unas relaciones delicadas con las autoridades religosas musulmanes, no exentas de controversias y malentendidos. No en vano, asumió su cargo en un momento de enorme tensión en las relaciones entre Occidente y el mundo árabe, en la fase más sangrienta de la guerra de Irak y cuando la tesis del choque de civilizaciones de Samuel Huntington dominaba el debate académico y mediático.
A este difícil reto, se añadió un mal inicio. En la mayoría de países musulmanes aún se recuerda la conferencia que impartió en septiembre del 2006 en la Universidad de Ratisbona, en Alemania, donde había ejercido de profesor de teología. La plática, dedicada a la situación del mundo, incluyó una cita muy controvertida sobre el Islam que desató la ira de muchos dirigentes políticos y clérigos del mundo islámico.
En concerto, Joseph Ratzinger utilizó una cita del emperador bizantino Manuel II en la que se afirmaba que el profeta Mahoma sólo había traído “cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de la fe a través de la espada”. El Papa se disculpó enseguida, asegurando que no suscribía aquellas palabras del siglo XIV. Sin embargo, el daño ya estaba hecho.
“Su entero pontificado ha estado marcado por esa polémica en las tierras del Islam. Realizó numerosos esfuerzos para restablecer puentes con las sociedades musulmanas y sus autoridades religiosas, pero nunca consiguió reparar del todo su imagen”, explicó a EL PAIS Cornelis Hulsman, fundador del Arab West Report, una publicación egipcia dedicada a promover el diálogo interreligioso. Según este investigador, Juan Pablo II siempre gozó de una mayor popularidad.
Entre estos intentos de reconciliación, se encuentran sus visitas a Turquía y Damasco, donde se dejó ver rezando en varias mezquitas. Asimismo, también viajó a Tierra Santa, donde se entrevistó con el raïs palestino, Mahmud Abbas, que le entregó simbólicamente un pasaporte palestino expedido en Belén. Desde allí, Benedicto XVI condenó el muro que divide Cisjordania y expresó su apoyo a la creación de un Estado palestino que conviva en paz al lado de Israel.
El Papa se ha manifestado también respecto a los numerosos conflictos que ha sufrido Oriente Medio desde que asumió el trono vaticano. En la mayoría de ocasiones, como en la guerra de Irak, Ratzinger instó a todas las partes a que cesaran en el uso de la violencia. En el conflicto bélico en Líbano del año 2006, llegó a condenar sin ambages los bombardeos israelíes contra objetivos civiles.
No obstante, el sumo pontífice no se limitó a realizar llamadas a la paz, a la concordia entre religiones y condenar los actos de violencia. “Él ha querido a menudo ir más allá lo políticamente correcto. No se conformaba con participar en actos de diálogo interreligioso donde hay un intercambio de buenas palabras. Ha pretendido entrar a debatir los asuntos espinosos, que nos dividen”, explica el padre Doug May, un cura estadounidense que ha vivido 18 años en Egipto.
A veces, esta voluntad un tanto transgresora le ha traído algunos dolores de cabeza. Por ejemplo, no han sido bien recibidas sus intervenciones en las que se quejaba de las condiciones en las que viven algunas comunidades cristianas de Oriente Medio. En muchos países, como en Egipto, este tipo de declaraciones se han interpretado como una muestra de paternalismo y una interferencia extranjera en los asuntos internos del país.
Además, ello no ha facilitado precisamente sus relaciones con las iglesias ortodoxas, mayoritarias en Oriente Medio. “Las iglesias cristianas no católicas han tenido que pagar a menudo la factura de las declaraciones controvertidas de Benedicto XVI, pues para muchos musulmanes, el Papa de Roma es el líder de toda la cristiandad”, explica el padre May.
En cambio, su posición fue unánimemente elogiada fue su condena de las controvertidas viñetas sobre Mahoma publicadas por un periódico danés en 2005, que condenó sin tapujos, igual que el más reciente vídeo ofensivo sobre el profeta del Islam elaborado en EEUU. Según el Papa, “todos los símbolos religiosos deben ser resptados”.
Así las cosas, el legado que deja Ratzinger a su sucesor en las relaciones con el mundo islámico no es especialmente positivo. Si a ello añadimos la precaria situación de algunas comunidades cristianas en la región tras el brote de la Primavera Árabe, el nuevo Papa tendrá ante sí un enorme desafío.
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