La Europa rica se conjura para recortar aún más el presupuesto comunitario
La cumbre decide hoy las cuentas europeas hasta 2020, marcadas por la austeridad Por primera vez en la historia de la UE, el Presupuesto será menor que en el periodo anterior La mayoría de países apenas aspiran a limitar daños
Las cumbres son grandes espejos del estado de ánimo del proyecto europeo, que se reflejan en una abundante literatura de declaraciones. Alemania aseguró el miércoles que no piensa rascarse el bolsillo: la austeridad por bandera, una vez más. Reino Unido exige recortes, pero se ha asegurado que mantendrá intacto el cheque británico que negoció en su día Margaret Thatcher con aquel grito de guerra, “quiero que me devuelvan mi dinero”: la enseña de los británicos, y la de muchos otros, es ese manido qué hay de lo mío, la ausencia de solidaridad. Y Francia, que se declara a favor de las políticas de crecimiento, no ha conseguido que ni una sola de sus propuestas prokeynesianas tenga la más mínima tracción, lo que demuestra que esta es, ante todo, una crisis de ausencia de política.
Austeridad, falta de solidaridad y crisis política: la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno arranca este jueves en Bruselas para decidir los Presupuestos comunitarios de 2014 a 2020, marcados por esos tres principios. La Europa rica se ha conjurado para recortar, una vez más, los presupuestos, después de la fallida cumbre de noviembre. Esta vez el pacto es posible: todos, sin excepción, aceptan que el Presupuesto europeo no puede ser ajeno a la cultura del tijeretazo que impregna la política económica europea. Por primera vez en la relativamente joven historia de la Unión, el presupuesto será inferior al del anterior periodo, 2007-2013. Buena metáfora para reflejar el precario estado de salud del proyecto europeo.
El equipo del presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, estuvo cerca de cerrar el acuerdo en noviembre. Presentó entonces un recorte de 80.000 millones respecto a la propuesta de la Comisión (en torno al billón de euros para los siete años, lo que equivale a un exiguo 1% del PIB europeo, veinte veces menor que el presupuesto estadounidense). A Alemania, Reino Unido, Holanda y Suecia les pareció poco. Por eso no se llegó a firmar el acuerdo y a ese recorte habrá que sumarle hoy otro adicional de al menos 15.000 millones. Tijera sobre tijera.
Con esos números, los presupuestos no pueden servir de impulso hacia ninguna parte: ni para luchar de veras contra el desempleo juvenil, a pesar de los parches que se preparan, ni para estimular el crecimiento, para lo que ya se aprobaron inútiles remiendos en junio y en octubre que no han tenido el más mínimo efecto. Los Veintisiete aspiran, como máximo, a salvar los muebles. Cada país, y España no es ni mucho menos una excepción, espera marcharse para casa limitando los daños al máximo. Nada más.
El teatro está asegurado: “Es hoy o nunca”, indica una alta fuente comunitaria. La reunión se prolongará hasta la madrugada -"la distancia entre las propuestas es todavía grande", alertaba Merkel antes del inicio de la cumbre- pero previsiblemente finalizará con un acuerdo porque, pese a los recortes, el presidente Van Rompuy tiene lista una ristra de tiritas para unos y otros, para que casi todos los presidentes y jefes de Estado puedan volver a casa con algo entre las manos para defenderse ante su opinión pública.
Los presupuestos 2014-2020 son cualquier cosa menos sencillos, desde el mismísimo nombre (Perspectivas Financieras Multianuales) hasta un acrisolado conjunto de conceptos esotéricos solo aptos para eurócratas empedernidos. Estas son algunas de las claves que se discuten hoy:
España: que me quede como estoy
El principal objetivo de la delegación que lidera un debilitado (tras los últimos escándalos) Mariano Rajoy consiste en que España siga siendo receptor neto de fondos. Durante los últimos años ha recibido unos 13.000 millones anuales (básicamente, fondos agrícolas y estructurales), y ha aportado unos 10.000 millones. Esta vez recibirá sensiblemente menos que en el periodo anterior: España es relativamente más rica que antes, en parte por la ampliación de la UE al Este, pese a que paradójicamente se enfrenta a la peor crisis en varias generaciones. El Ejecutivo consiguió amortiguar el golpe en noviembre con un cheque de última hora, que entonces se denominó “el sobre español”: 2.800 millones para proyectos de cohesión y 500 millones para agricultura. A España le conviene la presión francesa en agricultura, y la alemana en proyectos de cohesión. Además, le beneficia una novedad: la cláusula de revisión, que consiste en modificar los presupuestos a lo largo del periodo, en función de cómo evolucione la crisis (en el caso español, previsiblemente a peor: eso le hará perceptor de más fondos). Pese a que probablemente le convendría un presupuesto mayor que apostara por el crecimiento, fuentes españolas explican que el recorte presupuestario tampoco viene mal: España pagará menos en un momento complicado para las arcas públicas.
La tijera adicional, en infraestructuras
Las tesis de los países ricos se imponen: en el tijeretazo adicional que prepara Van Rompuy, y que se conocerá en torno a las cuatro de la tarde del jueves, habrá fuertes recortes en infraestructuras (básicamente de telecomunicaciones y energía: las de transporte apenas sufrirán variaciones). Se trata de un capítulo denominado connecting Europe, que sufre una merma de 10.000 millones. El resto, 5.000 millones más, se concentrará en el discutidísimo servicio de acción exterior –condenado, aún más, a la irrelevancia ante la renacionalización de la política exterior comunitaria—y a los gastos de personal. Los eurofuncionarios preparan huelgas para resistirse a lo que parece un tsunami en Europa: el recorte de las estructuras institucionales. Reino Unido ha puesto todo el énfasis posible (y su formidable maquinaria de propaganda) en la reducción de la burocracia comunitaria, y en general ha sido uno de los países que más recortes ha exigido. Alemania no le va a la zaga: un diario alemán publicaba estos días que hay 4.000 funcionarios en Bruselas que cobran más que la canciller Angela Merkel, un dato prácticamente imposible de comprobar. La austeridad, sin embargo, no vale para algunas cosas, como el cheque británico, que permanece más o menos blindado: 3.000 millones de euros anuales. Algunas excepciones son intocables: el cheque permanecería intacto aunque no hubiera acuerdo entre los líderes. Cosas de Bruselas.
¿Qué pasa si no hay acuerdo?
Las perspectivas financieras multianuales, a un horizonte de siete años, tienen todo el sentido para poner en marcha proyectos europeos a largo plazo: inversiones que conecten territorios, que no se puedan concretar en un solo año, y que permitan al continente una cierta convergencia que ha desaparecido con la crisis. Pero por primera vez un fracaso en las negociaciones, pese a que acarrearía graves problemas, no se ve como una debacle: si no hay acuerdo, se elaborarán presupuestos anuales. En ese caso, España se vería perjudicada, como perceptora de fondos estructurales. Reino Unido mantendría –cómo no—su cheque, pero Alemania, Suecia, Holanda y Austria se verían también muy tocados, según fuentes europeas. El país mejor parado sería Francia, cuyos pagos directos en agricultura se prorrogarían.
El interés común y el posible veto de la Eurocámara
A pesar de la fanfarria, los presupuestos europeos han ido perdiendo importancia a lo largo del tiempo. No solo es que las cifras que se manejan no tengan prácticamente incidencia macroeconómica, más allá de las batallitas entre unos y otros y los parches de última hora que permiten salvar la cara en algunas capitales (el de este jueves, en el caso español, será con toda probabilidad un paquete de varios miles de millones de euros para el desempleo juvenil, apartado en el que España es, de largo, campeona europea). Las últimas negociaciones ponen de manifiesto que, una vez más, la austeridad será la clave de los presupuestos, sacrificando las políticas de crecimiento para preservar los intereses nacionales de los grandes países. Incluso en el caso de Francia, que en las ruedas de prensa pide políticas de estímulo pero que a la hora de negociar se resiste con uñas y dientes a rebajar el peso de la agricultura en el presupuesto, en torno a un 40% del total, cuando el sector supone apenas el 4% del PIB europeo. Cada vez más países piden cheques parecidos al británico, y si no soluciones ad hoc para salvar los muebles: “Es como si 27 Margaret Thatchers se sentaran alrededor de una mesa” para sacar lo máximo del presupuesto y aportar lo mínimo, aseguraba hace unos días Alain Lamassoure, presidente del Comité de Presupuestos del Parlamento Europeo, en Le Monde. La Eurocámara, por cierto, se reserva la posibilidad de vetar lo que salga de la cumbre si no le satisface el compromiso alcanzado. Es la primera vez que tiene esa opción, y amenaza con utilizarla si la tijera supera sus líneas rojas. Y no va a estar nada, pero que nada lejos de ellas.
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