“La presencia de mujeres en primera línea de batalla beneficiará a EE UU”
La primera veterana herida en combate del Congreso, cree que la decisión del Pentágono servirá para "defender mejor al país"
Tammy Duckworth fue de las primeras congresistas de Estados Unidos en aplaudir la decisión del secretario de Defensa, Leon Panetta, de levantar la prohibición que impide a las mujeres entrar en combate en los frentes de batalla. Duckworth es la primera veterana de guerra herida en combate que tiene un escaño en el Capitolio y sabe muy bien lo que significa intervenir en operaciones militares. En noviembre de 2004 el helicóptero que pilotaba fue abatido por una granada teledirigida cerca de Bagdag y Duckworth perdió las dos piernas.
“Esta decisión permitirá que sirvan en primera línea los mejores hombres y las mejores mujeres del Ejército. Como veterana de guerra sé que la inclusión de mujeres en los principales roles de combate no sólo contribuirá a defender mejor América, sino que servirá de acicate a las mujeres de nuestro país”, indicaba el comunicado que la representante demócrata por Illinois emitió la víspera de que el jefe del Pentágono comunicara oficialmente el levantamiento del veto.
Sentada en su silla de ruedas de titanio de 4.000 dólares o encaramada sobre sus dos prótesis, Duckworth nunca pierde la sonrisa que sus ojos rasgados -herencia de su madre Lamai Duckworth, tailandesa nacionalizada estadounidense en los 50- contribuyen a expandir. Aunque se mueve con soltura al frente de su silla, desde que ganó las elecciones es difícil que pueda desplazarse varios metros sin que la rodeen simpatizantes o curiosos que quieren darle las gracias por su contribución como asesora del secretario del Departamento de Veteranos o que le piden que, en los próximos cuatro años, se esfuerce para evitar el desencuentro entre demócratas y republicanos.
En noviembre de 2004 el helicóptero que pilotaba fue abatido por una granada teledirigida cerca de Bagdag y Duckworth perdió las dos piernas
Así, cercada por sus partidarios, atendió a EL PAÍS en un acto organizado en Washington por el Club Nacional de Mujeres Demócratas. Como veterana del Ejército –sigue siendo teniente coronel de la 28 División de Infantería de la Guardia Nacional- su tarea al frente del Departamento de Veteranos de EE UU, durante la primera legislatura de Obama, y antes en la misma Oficina a nivel estatal, ha recibido el reconocimiento por parte del presidente que la escogió para pronunciar uno de los discursos en la Convención Demócrata del pasado verano. “La preocupación de Obama por las necesidades de los veteranos viene de su época como senador de Illinois”, recuerda. “El hecho de que no haya recortado el presupuesto es fantástico, porque cada vez son más los soldados que regresan del frente y que necesitan mucha más ayuda en educación o sanidad, para poder recuperarse de sus heridas”, asegura.
En los 13 meses de convalecencia que Duckworth pasó en el Centro Médico de la Armada Walter Reed en Washington para recuperarse de las heridas de guerra, la congresista aprovechó para asesorar a otros soldados mutilados, además de tener tiempo para leer sobre el conflicto en Irak, reafirmándose en su convicción de que la esa guerra fue un error. Pese a ello, Duckworth se presentó voluntaria para luchar en el país asiático. Su padre combatió con el cuerpo de Marines en la Segunda Guerra Mundial. La tradición militar está arraigada en su familia hasta tal punto que, desde la guerra de la Independencia de EE UU, no hay una generación que no haya intervenido en todos y cada uno de los conflictos bélicos en los que se ha visto envuelto ese país. Ella decidió pilotar helicópteros porque era de los pocos puestos en el Ejército en los que una mujer podía entrar en combate. Tras la decisión de Panetta, en un futuro debería haber posibilidades para las soldados en todos los frentes y áreas.
Como veterana de guerra sé que la inclusión de mujeres en los principales roles de combate no sólo contribuirá a defender mejor América, sino que servirá de acicate a las mujeres de nuestro país”
Su experiencia militar ha servido a Duckworth para lidiar en la vida política y le ha proporcionado una visibilidad que no rehúye. “Perdí las piernas en Irak y esa circunstancia hace que la gente se fije en mí y me escuche. No voy a recuperar las piernas, pero si eso me da una plataforma para poder hablar de asuntos que me preocupan como la educación o el empleo, estupendo”, declaró el año pasado en vísperas de comenzar su campaña electoral.
Pero suvalor político no reside únicamente en el hecho de ser la primera veterana de guerra herida en combate que forma parte del Congreso, la congresista es también un ejemplo del cambio sociocultural de EE UU. Duckworth nació en Tailandia en 1968 y habla tailandés e indonesio. Es la primera mujer asiaticoamericana que representa a Illinois en la cámara Baja (y la primera de origen tailandés que ocupa un puesto en la misma) y una defensora acérrima de los derechos de los inmigrantes y de la mujer, aunque a veces trate de soslayar esta circunstancia: “Los problemas que preocupen a las mujeres asiaticoamericanas no difieren mucho de los que afectan al resto de los estadounidenses: empleo, sanidad, educación…”, asegura, para puntualizar acto seguido: “Si hubiera más mujeres en el Congreso defenderíamos nuestro país mucho mejor”.
Duckworth ha hecho suya una frase de Hillary Clinton: “Hay un lugar especial reservado en el infierno para aquellas mujeres que no se ayudan entre sí”. Por ese motivo ha recibido con tanto entusiasmo la decisión de Panetta de dejar sin efecto la ley de 1994 que prohibía que las mujeres fueran asignadas a pequeñas unidades de combate. Una negativa que no se cumplía siempre, como la experiencia de la propia Duckworth demuestra. Habrá que ver cómo recibe las declaraciones de otras veteranas que se han mostrado en contra de la iniciativa del Pentágono, alegando que no son lo suficientemente fuertes físicamente para estar en primera línea de batalla.
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