El primer veterano de Vietnam en el Pentágono
Obama elige a un veterano exsenador republicano para dirigir la política de seguridad. Ahora debe confirmarle el Senado
Cuando en 2007, un periodista de la revista Newsweek le preguntó al poderoso vicepresidente republicano Dick Cheney su opinión del senador Chuck Hagel, compañero de partido, aquel dijo: “Creo firmemente en el undécimo mandamiento expresado por Ronald Reagan: no se debe hablar mal de otros republicanos. Pero es muy difícil cumplirlo cuando se trata de Chuck Hagel”. Cheney, y la plana mayor del Gobierno de George W. Bush, tenían motivos para aborrecer a Hagel, ahora elegido por Obama para dirigir el Pentágono. Verso suelto en el Senado, votó a favor de la invasión de Irak, para convertirse luego en un gran crítico de la estancada misión bélica y de lo que llegó a calificar de “una de las más peligrosas equivocaciones en materia de política exterior desde Vietnam”.
Si el Senado le confirma, Hagel, de 66 años, será el primer Secretario de Defensa que habrá servido en Vietnam, de donde regresó con dos condecoraciones y restos de metralla que aun alberga en su pecho. Tras haber vivido de primera mano la virulencia de una guerra cuyo propósito quedó desdibujado en sus últimos años, Hagel ha defendido siempre que sólo hay que enviar a jóvenes a morir al frente como un último recurso, después de que todas las otras vías hayan quedado agotadas.
Cuando, en 2007, Hagel se convirtió en el único senador republicano que votó a favor de una resolución presentada por el ahora vicepresidente, el demócrata Joe Biden, en contra del envío de 20.000 soldados más al frente iraquí, muchos en su partido le tildaron públicamente de traidor. Previamente, el Capitolio había recibido un informe en el que se revelaba que, del dinero aprobado para la reconstrucción del país tras la caída de Sadam Hussein, sólo se había gastado el 6%. Hagel explotó. “Esto es más que deplorable. Es más que vergonzoso”, dijo en una audiencia pública.
A pocos les sorprendió que Hagel decidiera no apoyar públicamente a John McCain ni a Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008. El estudiado acto de no decantarse supuso en realidad un espaldarazo a Obama, a quien además Hagel acompañó durante la campaña en un viaje a Afganistán e Irak. McCain y Hagel habían sido aliados y amigos en el Senado, ambos veteranos de Vietnam con un gusto especial por saltarse el guión de la ortodoxia republicana. En las primarias republicanas de 2000 Hagel había apoyado a McCain sobre Bush, con quien nunca tuvo buenas relaciones. Pero cuando vio que McCain se convertía en el más ardiente defensor de las políticas de Bush en la campaña de 2008, decidió ponerse discretamente del lado demócrata.
Su relación con los líderes republicanos no siempre fue turbulenta. En 2000, cuando Dick Cheney confeccionó una lista de posibles aspirantes a la vicepresidencia con Bush, incluyó en ella a Hagel, por su experiencia en asuntos internacionales. Finalmente Cheney acabó recomendándose a sí mismo sobre todos los demás y el senador se convirtió en un azote a la Casa Blanca, más crítico, incluso, que muchos demócratas. En una entrevista con la revista Esquire, en 2007, dijo: “El presidente dice que ya nada le importa... Que ya no debe rendir cuentas, algo que no es cierto. Aun se le puede recusar”.
Hagel había ingresado en el Senado, representando a Nebraska, en 1997. Después de sus públicas peleas con la Administración Bush, decidió no presentarse a la reelección y abandonar su escaño en 2009. Hasta entonces había habido rumores de que podría presentarse a las primarias republicanas a la presidencia, algo que finalmente desestimó. Obama, que buscaba conformar un equipo de gobierno bipartidista y equilibrado, también consideró brevemente su nombre para la vicepresidencia. Aquella oportunidad se le escapó, pero ahora tiene enfrente todo el desafío de liderar el Pentágono en tiempos de austeridad y con la obligación de acabar la guerra en Afganistán.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.