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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Interminable crisis europea

Estamos en un callejón sin salida: el año 2012 no ha servido para nada en términos de soluciones

Sami Naïr

Cuatro años después del estallido de la crisis, y mientras EE UU, foco de la explosión del capitalismo especulativo, está gradualmente saliendo de la tormenta, Europa, en cambio, se está hundiendo cada día más profundamente. Hemos de preguntarnos el porqué de esta dramática situación. La crisis puso en evidencia los defectos estructurales de la construcción de la zona monetaria. El euro pretendía conllevar una dinámica de homogeneización de la zona, de fortalecimiento de los fundamentos de cada país para formar, rápidamente, un sistema monetario óptimo. La moneda única debía generar, en un círculo virtuoso, la cohesión de los espacios económicos de Los 17 y, más allá, crear las condiciones necesarias para la unificación política. La armonización social y fiscal debía llegar en un segundo momento, una vez integrada la zona monetaria.

Este modelo, aquí esquemáticamente resumido, nunca ha podido elaborarse totalmente ni funcionar de manera coherente. Ya desde los años 2004-2005, Alemania y Francia tuvieron importantes dificultades para mantener su déficit presupuestario dentro del tipo requerido por el Tratado de Maastricht (3%); la deuda pública se disparó en otros países, la inflación, aunque contenida en límites moderados, seguía creciendo lentamente pero de forma segura. ¡Es de justicia recordar aquí que España era, hasta 2009, el país que más seriamente respetaba los requisitos presupuestarios, de deuda pública y de inflación de la zona euro!

Sin embargo, teniendo en cuenta la totalidad de la zona, la dinámica estructural del euro no ha funcionado; peor aún, ha estallado frente a la crisis de la economía mundial. La ilusión era creer que la moneda iba a generar mecánicamente políticas comunes e incluso un grado cada vez más fuerte de integración política. Pero la realidad ha demostrado que los diversos países han actuado por separado para resolver los problemas planteados por sus déficits, ya sean presupuestarios o de deuda. La crisis de la deuda privada y las transferencias de liquidez a los bancos han evidenciado divergencias abismales entre los modelos económicos de los países del euro. La única manera de hacer frente a estos problemas hubiera sido la manifestación de una voluntad política común europea a la hora de establecer estrategias anticíclicas. Ahora bien, la crisis de los países europeos del sur ha demostrado todo lo contrario: fueron Alemania y Francia los que tomaron las riendas del proceso e impusieron su visión de salida de la crisis, basada en una política de austeridad drástica.

Esta política, sin vertiente de relanzamiento económico, no puede solucionar los problemas de estos países. Más bien, las medidas tomadas bajo la batuta alemana han dejado a países como España, Grecia o Portugal en peor situación que en 2010. ¿Por qué entonces se está manteniendo esta estrategia?

Es muy difícil de contestar. Lo que sí parece seguro es que a los países más sólidos de la zona euro les cuesta cada vez más seguir en el mismo tren que los demás. Consideran que pagan demasiado, que estos países no podrán resolver sus defectos estructurales, que la moneda única hoy en día castiga en realidad a los más desarrollados. El sistema de financiación de los rescates concebido en julio pasado en Bruselas no se va utilizar fácilmente: Alemania quiere controlar los rescates, imponiendo en realidad una tutela político-financiera sobre los países que los van a necesitar. Estamos de hecho en un callejón sin salida: el año 2012 no ha servido para nada en términos de solución de la crisis.

La verdad es que esta situación pone en evidencia, por lo menos, dos orientaciones posibles. La primera consiste en la voluntad común de solucionar la crisis obligando a los países necesitados a aceptar limitaciones gravísimas de su soberanía, que podrían paralizar la capacidad de sus gobiernos para conseguir legitimidad democrática (pues ponen en marcha políticas económicas más radicales que las que han vendido para ser elegidos). En este caso, la crisis social, la depresión económica, las revueltas… son ya, y seguirán siendo, el precio a pagar. La segunda es un proyecto, cada vez más enunciado ahora, que consiste en proclamar la impotencia frente a la crisis para, al fin y al cabo, constatar la imposibilidad de seguir en el mismo tren y, desde luego, poner en marcha una Europa de dos o tres velocidades. Aunque no tenemos un aparato ultrasofisticado que nos permita leer lo que ocurre en el cerebro de la emperatriz de Europa, la señora Angela Merkel, sí sabemos, en esta Europa de grandes y pequeños, quién es el gato y quiénes los ratones.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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