Sendero Luminoso busca participar en la política de Perú sin condenar la violencia
Los seguidores de Abimael Guzmán crean una organización que se ha infiltrado en las universidades y lucha por la amnistía del líder maoísta
Un fantasma se ha elevado desde una celda de la Base Naval de la Marina, en la provincia constitucional de El Callao, y está amedrentando a millones de peruanos. Ha regresado a las universidades públicas, donde campaba con fuerza hace 20 años, y ha reclamado con el peso de 360.000 firmas que el Jurado Nacional de Elecciones le permita inscribirse como partido político. Es el fantasma del terrorismo. Se presenta con el nombre de Movadef o Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales. Pero todo el mundo lo conoce como el brazo político del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, la organización que entre los años ochenta y principios de los noventa causó 31.331 víctimas mortales en el país. Su principal objetivo es conseguir la amnistía de Abimael Guzmán, fundador de Sendero, capturado en 1992 y preso a sus 78 años en la Base Naval de El Callao.
Movadef rechaza la lucha armada, pero no condena la violencia que llevó a Guzmán a la cárcel. Reivindica la doctrina marxista-leninista-maoísta y… lo que se conoce como “el pensamiento Gonzalo”, que era el nombre de guerra de Guzmán. Su presencia es muy minoritaria en las organizaciones docentes, estudiantiles y sindicales. Pero no ha parado de crecer en los últimos tres años. Y ha colocado a las autoridades ante el dilema de cómo afrontar su lucha. ¿Mano dura o mano implacablemente dura? ¿Denunciar sus vínculos con Sendero mediante atestados policiales, tal como está haciendo el Ministerio del Interior? ¿O aprobar el proyecto de ley sobre negacionismo, que se presentó en agosto en el Congreso y contempla penas de cuatro a ocho años para quien niegue la violencia terrorista? De momento, el Jurado Nacional de Elecciones rechazó su solicitud de inscribirse como partido. Pero hay quienes opinan que la mejor manera de desnudar al fantasma es abrirle las puertas de la política.
“Movadef no es más que uno de los heterónimos de Sendero Luminoso”, señala el periodista César Hildebrandt, director del semanario Hildebrant en sus trece. “Antes se disfrazó con otros nombres como Socorro Popular y ahora adopta este. Guzmán reconoció en 1993 la derrota táctica, pero no estratégica. Movadef no ha renunciado a la violencia. Solo trata de ir acumulando fuerza. Es cierto que su presencia cuantitativa en las universidades por ahora es escasa. Pero ellos no necesitan ser muchos para ser influyentes. En el departamento de Ayacucho, en los años setenta, parecían insignificantes y lo eran. Después, en los ochenta aparecieron unos extravagantes maoístas que colgaban perros en los postes para denunciar la política en China. Parecían casi simpáticos y fíjese en lo que degeneró todo aquello. Por eso en Perú hemos aprendido a no subestimarlos. Pero no creo que la forma de combatirlos sea implantar una ley tan absurda como la del negacionismo, que es un atentado contra la libertad del pensamiento”.
Movadef rechaza la lucha armada, pero no condena la violencia que llevó a Guzmán a la cárcel
Hildebrant escribió que Movadef captaba a sus adeptos entre la juventud de origen provinciano que puebla Lima, entre aquellos que no tienen memoria vívida de las matanzas de los años ochenta. Y tres mujeres jóvenes de la organización le respondieron mediante un vídeo colgado en YouTube. Las jóvenes hablan de un sistema “opresor y explotador”, se refieren a la actividad de Sendero como una “rebelión”, a las matanzas de la época como “la guerra de los años ochenta”. Y explican que esa “guerra revolucionaria” tuvo causas políticas, económicas y sociales.
Ahora, ese mismo mensaje está llegando a las aulas de la universidad limeña de San Marcos, emblema de Sendero Luminoso en los años ochenta. El dirigente estudiantil Said Trujillo, de 20 años, alumno de la Facultad de Letras de San Marcos, explica la forma en que Movadef ha copado ciertos sectores estratégicos de la universidad. “Acá, la gran mayoría los repudia. Son una minoría, pero son los más activos políticamente. Los jóvenes se han despolitizado y ellos se aprovechan de esa circunstancia. Nunca se presentan abiertamente como miembros del Movadef. Empiezan reclamando mejoras en el comedor universitario y en la residencia de estudiantes, como ya hicieron en los ochenta. Y cuando te das cuenta empiezan a pedir la amnistía para Abimael Guzmán. Pero promulgar una ley negacionista sería un disparate porque les permitiría victimizarse. La lucha tiene que ser ideológica y política. Hay que ganarles en su cancha”.
El pasado enero, el embajador de Perú en Buenos Aires, Nicolás Lynch, recibió a una representación del Movadef en la embajada. Las críticas contra el Gobierno de Ollanta Humala arreciaron de tal forma que Lynch tuvo que renunciar a su cargo el pasado mes. “En el Gobierno sobreactúan para no parecer débiles. Y en cuanto a la derecha que pide mano dura… No hay nada peor que un liberal asustado”, comenta Gustavo Gorriti, tal vez el periodista que mejor conoce a Sendero Luminoso. Gorriti precisa que una cosa es el Movadef y otra muy distinta es la rama de Sendero Luminoso que continúa con su lucha armada en la zona del Valle del Río Apurímac y Ene (VRAE). “Cuando Abimael Guzmán cayó preso y reconoció la derrota de Sendero muchos le siguieron. Pero los que se quedaron en la selva pasaron de la adoración cuasi religiosa al odio incondicional. Hay una enemistad absoluta entre la gente del Movadef y los que siguen peleando en la selva. Hay mucha gente en el Gobierno que conoce esto de sobra. Pero no quieren parecer débiles ante la opinión pública”, explica Gorriti.
El antropólogo Rodrigo Montoya cree que el “pensamiento Gonzalo” es “una de las tonterías políticas más lamentables del país”
Gustavo Gorriti cree que el Movadef no debería ser nunca registrado como partido legal mientras no declare su condena al terrorismo. “Pero por otra parte, si quieren hablar y pretenden declarar abiertamente su derrota, me parece una estupidez no aprovechar esa oportunidad”.
Los máximos responsables del Movadef son los antiguos compañeros de lucha y exabogados de Abimael Guzmán: Manuel Fajardo y Alfredo Crespo, secretario general y subsecretario de Movadef. Cuando este periódico preguntó a Crespo si renunciaba a la violencia de Sendero contestó: “Nosotros tenemos solo tres años de existencia, somos una organización distinta al Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Nuestra doctrina es el pensamiento Gonzalo”. ¿Y en qué consiste esa doctrina? “Ahora se ha adaptado a unas circunstancias concretas. Y consiste en la lucha sin armas por una amnistía general de los presos civiles y militares que hubo a causa de los problemas políticos en este país entre 1980 y 1992”, explica Crespo.
Rodrigo Montoya, antropólogo y profesor emérito de la universidad de San Marcos, cree que el “pensamiento Gonzalo” es “una de las tonterías políticas más lamentables del país”. “Guzmán dijo que él era la cuarta espada del movimiento proletario. La primera eran Marx y Engels; la segunda, Lenin y Stalin; la tercera Mao y la cuarta él. Pero la única fuerza de la expresión ‘pensamiento Gonzalo’ es que consiguieron revivir la violencia. Tenían una capacidad de entrega extraordinaria solo comparable a su endeblez ideológica. Y el movimiento se cayó como se cayó, de golpe, con la detención del líder”.
Montoya, igual que otros analistas, creen que se ha sobredimensionado el problema de Movadef, que se ha creado una alarma innecesaria. Y que el gran beneficiado por esa alarma es el expresidente de Perú, Alberto Fujimori (1990-2000), quien se encuentra en prisión desde 2007, por diversos crímenes de Estado en la lucha contra el terrorismo, y está luchando por su indulto. “Las clases populares tienen la impresión de que Fujimori sí que sabía tratar a los terroristas, cuando en realidad lo que sí supo hacer fue asesinarlos”, señala César Hildebrandt.
Diez años después de la derrota de Sendero, Abimael Guzmán y Alberto Fujimori siguen condicionando la vida política del país, cada uno desde su celda. El fantasma del terrorismo no termina de irse.
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