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Adiós a una era en el Capitolio

Ochenta congresistas abandonan sus escaños. Muchos son muy conocidos entre el electorado

El Capitolio norteamericano, en receso por la festividad de Acción de Gracias.
El Capitolio norteamericano, en receso por la festividad de Acción de Gracias. Andrew Harrer (Bloomberg)

Una legión de veteranos políticos del Capitolio prepara ya la mudanza. Son unos 80 que deberán abandonar su escaño para la 113 sesión del Congreso, que comenzará el 3 de enero, y que durará dos años. De ellos, 40 se marchan en contra de su voluntad, porque perdieron primarias o elecciones legislativas. Algunos de ellos, como Richard Lugar, llevan tanto tiempo en su puesto que es impensable pasearse por los pasillos subterráneos del Capitolio sin cruzarse con ellos. Otros, como Allen West, han tenido una vida política tan corta que, si no fuera por sus estridencias y salidas de tono, caerían pronto en el olvido.

Imposible de olvidar es el congresista West, republicano por Florida, que se marcha después de dos años en los que ha infringido todas las normas de la corrección política y personal. Ha acusado a los demócratas de ser “esclavistas” y “comunistas” encubiertos. “Si Joseph Goebbels viviera, estaría muy orgulloso del Partido Demócrata”, dijo en otra ocasión. Pidió que el Gobierno censurara las agencias de información ante el caso de las filtraciones de Wikileaks. Y cuando la cadena catarí Al Yazira quiso entrevistarle, y propuso enviarle un coche a recogerle a casa, dijo que tenía la impresión de que querían secuestrarle.

Otro republicano, Richard Lugar, está en las antípodas de West. Es senador por Indiana desde 1977. Un experto en asuntos internacionales, en los años 80 defendió una ley que hubiera impuesto duras sanciones al Gobierno de Sudáfrica si no ponía punto final al apartheid y liberaba a Nelson Mandela -Ronald Reagan la vetó. También ha impulsado en su larga carrera diversas leyes de desarme nuclear. En mayo perdió las primarias de su partido frente a un candidato del Tea Party, Richard Mourdock, que arruinó su carrera al decir que los embarazos que resultan de violaciones ocurren “porque Dios lo quiere”.

Este es el año del adiós de otros viejos conocidos del electorado, y sobre todo de dos legisladores cuyas quijotescas campañas a la presidencia les aportaron fama, pero pocos resultados. En un extremo, Ron Paul, republicano y de Tejas, abanderado del movimiento del libertarismo extremo, que aboga por la desaparición del Estado de la vida privada de los ciudadanos. Aspiró a la presidencia en 2008 y 2012. Dennis Kucinich, de Ohio, ha sido durante 16 años la voz de la izquierda en la Cámara de Representantes. Aspiró a la nominación presidencial en el Partido Demócrata en 2004 y 2008, también de forma infructuosa.

El demócrata Barney Frank, de Massachusetts, que también se retira, lleva 32 años en el Capitolio, y es el político abiertamente gay de más prominencia en el país. Se vio obligado a salir del armario en 1985, cuando un prostituto dijo en el diario The Washington Examiner que había mantenido una relación con él, y el Congreso le amonestó por haber abusado de su influencia para quitar algunas multas de tráfico y otras pequeñas faltas. A sus electores no les importó. Le reeligieron en 15 ocasiones, normalmente con amplias mayorías.

También se marchan mujeres que han hecho historia con sus veteranas carreras en el Senado. Kay Bailey Hutchison, de Tejas, ocupó su escaño en 1993. Olympia Snowe, de Maine, lo hizo en 1995. Ahora dejan paso a una generación renovada de 20 mujeres, en su mayoría demócratas, lideradas por políticos como Elizabeth Warren, que ocupará el emblemático escaño de la familia Kennedy o Tammy Baldwin, la primera senadora abiertamente gay.

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