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Merkel pide paciencia a los portugueses

La canciller alemana lanza un balón de óxigeno al Gobierno de Passos Coelho y le promete que llegará con éxito a la meta “del crecimiento y la inversión”

Antonio Jiménez Barca
El primer ministro Passos Coelho y la canciller Merkel, durante su visita ayer a la fortaleza de São Julião da Barra, a las afueras de Lisboa.
El primer ministro Passos Coelho y la canciller Merkel, durante su visita ayer a la fortaleza de São Julião da Barra, a las afueras de Lisboa.michael kappeler (EFE)

Angela Merkel, canciller alemana, dirigente europea más poderosa y principal impulsora de la estricta política de la austeridad y el ajuste, ha visitado al país más esforzado y aplicadamente austero, casi hasta el ahogo: Portugal. La visita ha sido fugaz, casi meteórica (cinco horas), pero ha servido para dejar claras dos cosas: que la canciller alemana sigue pensando lo mismo a pesar de las protestas y de las críticas crecientes y que el primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, acusado por la oposición de aceptar sin rechistar las directrices germanas, tampoco va a mudar por ahora de estrategia, a pesar de que su popularidad se desploma desde hace meses y de que la protesta en las avenidas lusas tampoco cesa. Merkel, eso sí, le dio un balón de oxígeno al asegurar que Portugal está respondiendo (“cumple cada uno de los exámenes de la troika”) y que llegará a la meta “del crecimiento y de la inversión”. Esto es: al final del túnel de la recesión y del paro que asfixia al país (3% de caída del PIB en 2012 y un 16% de desempleo). Pero para eso aún falta y por eso ha pedido a los portugueses paciencia. “El éxito es un proceso que lleva tiempo”.

Con un tono a veces profesoral —que corroboró la usada metáfora de la institutriz germana y el buen alumno portugués para referirse a las relaciones entre los dos dirigentes— añadió: “Pero hay que mejorar la productividad. Solo si Portugal se vuelve más competitivo podrá sobrevivir. Los alemanes sabemos por experiencia que hay que hacer las reformas precisas. Solo con las reformas necesarias podremos dejar un futuro feliz para las futuras generaciones”.

Passos Coelho asentía. Al primer ministro portugués no se le puede acusar de no haber emprendido esas “reformas”: desde que fue elegido en junio de 2011 ha abordado privatizaciones, quitado pagas extras, cambiado relaciones laborales abaratando el despido, entre otras medidas, y tiene previsto discutir y aprobar en el Parlamento un presupuesto para 2013 considerado el más restrictivo de la historia de Portugal, que incluye una brutal subida del impuesto sobre la renta.

La oposición le ha acusado de haber sobrepasado el límite de lo tolerable y haber estrangulado la economía y a la sociedad a base de recortes. Y le reprochan haberlo hecho siguiendo, precisamente, las instrucciones dictadas desde Alemania. En una palabra: de haber empobrecido su país obedeciendo órdenes. Passos Coelho se defendió: “La crisis en Portugal hunde sus hondas raíces en la falta de competitividad de la economía portuguesa desde hace muchos años. Es un problema enteramente nuestro”.

Y luego defendió su propio rumbo, la trayectoria política de austeridad a rajatabla como única solución para salir del hoyo. “Todos saben que una política restrictiva va contra el crecimiento. Pero también se sabe que sin lograr que baje la deuda y el déficit no hay crecimiento. No podemos aplicar las mismas recetas que nos han traído hasta aquí para alejarnos de la crisis”. De hecho, el primer ministro ha anunciado hace días una profunda (aunque aún muy poco concretizada) “refundación completa del Estado”, que acarreará un recorte de 4.000 millones de euros en gastos estatales. ¿Dónde se harán? Aún no se sabe. El secretario general del Partido Socialista portugués, António José Seguro, que ha ido endureciendo día a día su discurso, ha negado cualquier tipo de consenso o de colaboración en esa idea. “El primer ministro portugués debe decir a la canciller alemana que su política está fallando”, aseguró ayer.

La visita de Merkel había despertado un enorme interés y una creciente polémica en Portugal. Los periódicos y las revistas de estos días se han llenado de artículos criticando la influencia económica alemana, reportajes describiendo (para bien y para mal) el carácter alemán y dibujos caricaturescos. En muchos de estos últimos, como era de prever, aparecía Passos Coelho como un criado ofreciendo a Merkel una copa de Oporto, llevándole el maletín o extendiendo una alfombra roja de bienvenida.

La llegada de Merkel, que llegó acompañada de un centenar de empresarios con intereses en Portugal, también ha tenido sus episodios chuscos. Un vídeo impulsado por el comentarista político y antiguo líder del partido de Passos Coelho, Marcelo Rebelo de Sousa, se ha convertido en uno de los temas de conversación de la visita. El vídeo tenía por objeto explicar y divulgar en Alemania los esfuerzos llevados a cabo por los portugueses en estos tiempos de crisis.

Asegura que trabajan tanto o más que los alemanes, pagan más impuestos y que, en contra de lo que, según el texto, se piensa en los países del Norte, no tienen más vacaciones ni hacen menos fiestas. Rodado en Lisboa, no es un prodigio del arte de la filmografía y, según sus autores, ha sido prohibido en Alemania, lo que ha desatado cierta controversia añadida a la ya polémica visita de la canciller todopoderosa.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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