Albano Harguindeguy, cerebro de la represión argentina
Fue ministro del Interior durante la última dictadura militar
Sin haber recibido nunca una condena judicial, pero bajo arresto domiciliario mientras era sometido a juicio, murió este lunes, a los 85 años, uno de los estrategas políticos de la última dictadura de Argentina (1976-1983), el exgeneral Albano Harguindeguy. Como en 2003, bajo el impulso del entonces presidente Néstor Kirchner, se derogaron las leyes del perdón y los indultos a los criminales del régimen militar, sus delitos se declararon imprescriptibles y entonces debieron sentarse en el banquillo de los acusados, algunos de ellos ya mayores. Es el caso de Harguindeguy, ministro del Interior durante la presidencia de facto de Jorge Videla (1976-1981), y como tal actuó como cerebro de la represión de los opositores.
“Mi problema como ministro del Interior eran los desaparecidos, era el problema más grande que tenía”, confesó Harguindeguy en el reciente libro Disposición final, del periodista Ceferino Reato. En 2003, antes de que fueran anulados las leyes del perdón del Gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) y los indultos del de Carlos Menem (1989-1999), el exgeneral oriundo de Villa Valeria (Córdoba) había declarado a la televisión francesa que no se arrepentía de su actuación.
Harguindeguy no fue juzgado en el juicio a las juntas militares, en 1985, el proceso que había impulsado Alfonsín contra los máximos jerarcas del régimen. Sin embargo, fue imputado con posterioridad por crímenes de la dictadura. Los indultos de Menem, que beneficiaron a las principales autoridades del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y a los jefes de las guerrillas de los setenta, también libraron de las rejas al exministro.
En 2004 se presentó en la justicia para declarar por crímenes del Plan Cóndor, el plan conjunto de las dictaduras sudamericanas para eliminar opositores, y entonces el juez de la causa ordenó su arresto domiciliario. Se le acusaba de la desaparición de perseguidos por los regímenes de Chile, Uruguay y Bolivia. Desde entonces no ha podido moverse de su casa en Malvinas Argentinas, al noroeste de Buenos Aires. Solo ha debido salir en los últimos tiempos para asistir como imputado al primer juicio oral y público al que era sometido, así como también para ingresar en el hospital por su deteriorado estado de salud.
Harguindeguy murió antes de que se conociera la sentencia del juicio que por presunta asociación ilícita, allanamientos, detenciones, secuestros y torturas en la provincia de Entre Ríos. El exgeneral seguía las sesiones del proceso por teleconferencia desde una sede judicial en Buenos Aires. También se encontraba imputado en otras causas que no habían llegado a juicio: una por un secuestro extorsivo de dos empresarios y otra por los delitos de terrorismo de Estado cometidos en la provincia de La Rioja, en la que iba a compartir el banquillo con Videla.
En abril pasado, la justicia había allanado su domicilio después de que en disposición final él declarara que había elaborado su propia lista de desaparecidos, la había quemado de orden del dictador Reynaldo Bignone (1982-1983), pero aún disponía de una “carpeta chiquitita” con información. Aún no se sabe públicamente qué datos contenía.
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