Madre de todas las elecciones
El 7 de octubre es importante porque la derrota del presidente supondría el fin de una autoproclamada revolución que trata de inventar una América Latina furibundamente antinorteamericana
En las presidenciales de 1998 Hugo Chávez Frías, presidente de Venezuela, derrotó a su oponente por 16 puntos; en las de 2000 por 22; y en 2006 lo hizo por 26; y, sin embargo, ante las elecciones del próximo domingo, menudean las opiniones ilustradas —no tanto las encuestas— que aseguran que el líder bolivariano lo tiene mucho más difícil en esa 'madre de todas las elecciones', como la ha calificado Daniel Zovatto, porque de ella depende en gran medida el curso de la política 'interior' latinoamericana. ¿Qué habría cambiado para que Chávez pudiese perder?
Lo nuevo. 1. Chávez tiene cáncer, que es el gran convidado de piedra de la campaña porque nadie lo menciona en público, y ha hecho mucha menos campaña que en elecciones anteriores, mientras que su rival, Henrique Capriles, tiene 40 años y a patica se ha recorrido medio país para que a nadie se le escape el contraste. 2. La oposición está por fin congregada en una Mesa de Unidad Democrática, para no perder ni un solo sufragio antichavista. 3. Al 'majunche' —nadería— como llama el presidente a su rival, no se le puede acusar de haber servido al régimen anterior —IV República— significada por la corrupción y el despilfarro petroleros de la llamada 'Venezuela saudí', ni haber tenido parte en el intento de golpe de Estado contra el chavismo, como si se podía decir del último en probar suerte, Manuel Rosales, en 2006. Y 4. Una explosión de violencia ha convertido a Caracas en la segunda ciudad más peligrosa de América Latina con 80 homicidios por 100.000 habitantes, tras la hondureña San Pedro Sula, que logra pasar de 120. Solo en julio hubo en la capital 511 muertes violentas, y desde la llegada al poder del líder bolivariano en 1999 se han producido 150.000 entierros innecesarios en el país. Todo ello debería favorecer al aspirante.
Pero no faltan permanencias. 1. Las cadenas nacionales, o la facultad de obligar a las televisoras a conectar con los servicios públicos cuando Chávez quiere hablarle directamente al ciudadano. En 2011 el presidente consumió así 75 horas y 20 minutos, con un pico de 9 horas y 49 minutos el 13 de enero. Desde el 1 de julio, comienzo de la campaña electoral, la media de colonización de las ondas ha sido de más de 30 minutos diarios y la semana pasada una cadena interrumpió una intervención televisada de su oponente. 2. Las Misiones, que cubren el campo de la asistencia sanitaria, la educación y todo aquello que las ONG prestan asistencialmente en el Tercer Mundo, son ya una necesidad con la que cuentan de oficio las capas más desfavorecidas de la sociedad. Tanto que Capriles ha dicho que las mejoraría, presumiblemente sin la esencial aportación cubana. Asimismo, el chavismo ha expropiado 3,6 millones de hectáreas de los 30 millones de tierras cultivables de Venezuela, que ha distribuido entre 175.129 nuevos propietarios, aunque la oposición asegura que solo una mínima parte está explotada; y dos millones de empleados públicos tienen buenas razones para creer que lo que les conviene es votar al poder, lo que seguramente harían en su mayoría como agradecimiento por la inflación de burocracia. 3. Las Milicias Bolivarianas, un clon del ejército con fidelidad de tifosi a Chávez, que con 115.000 elementos ya supera en efectivos a las Fuerzas Armadas, en las que comienzan a jubilarse los compañeros de armas del ex teniente coronel. Las Milicias, que en 2009 obtuvieron por ley orgánica el rango de arma independiente, esperan cualquier cosa menos un cambio de presidente. Si ganara Capriles tendría durante los 90 días que median hasta la toma de posesión que vadear una probable gymkhana de obstáculos a cual más insalvable. Y 4. La conexión telúrico-racial de Chávez con parte del gran público, aquel para el que Capriles es un señorito multimillonario, que por muy socialdemócrata —sector Lula— que se diga, no siente que pueda representarlo.
El 7 de octubre es importante porque la derrota del presidente supondría el fin de una autoproclamada revolución que trata de inventar una América Latina furibundamente antinorteamericana, autónoma en su propio ámbito comercial (ALBA), y que disputa, aunque no lo diga, la hegemonía continental a Brasil; de un sistema llamado 'socialismo del siglo XXI', del que uno de sus antiguos inspiradores, el izquierdista alemán Hans Dieterich, abominaba, sin embargo, en un artículo publicado en agosto de 2011, calificándolo de "humilde choza edificada sobre los cimientos de un rascacielos". El del petróleo.
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