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El Gobierno tunecino promete una “limpieza profunda” del extremismo

Detenido el líder de un grupo salafista tras el asalto a la Embajada de EE UU

Dos operarios retiran escombros de la escuela de EE UU atacada el viernes.
Dos operarios retiran escombros de la escuela de EE UU atacada el viernes.CRISTÓBAL MANUEL

El Gobierno islamista moderado de Ennahda, salido de las elecciones de octubre, ha arremetido con inusual dureza contra los salafistas, la corriente más ortodoxa del islam. Los ataques del viernes a la Embajada de EE UU y a la escuela estadounidense parecen haber colmado la capacidad de aguante de Ennahda con los radicales islámicos, algo que le reclama buena parte de la sociedad tunecina. “Vamos a hacer una limpieza profunda de todos los extremistas, incluidos los salafistas”, ha declarado el secretario de Estado de Exteriores, Hédi Ben Abbès.

Mohamed Bajti, jefe de uno de los grupos integrados en la corriente salafista, se encuentra entre el centenar de detenidos por la policía tunecina. “Tenemos pruebas suficientes para arrestarle y llevarle ante la justicia”, ha afirmado Ben Abbès durante una entrevista en la escuela de EE UU, adonde ha acudido junto con otras autoridades para expresar su repulsa por los hechos. El edificio fue incendiado por la turba y operarios del Ayuntamiento colaboran en la retirada de escombros.

Al parecer, Bajti se encontraba entre las primeras filas de la manifestación del viernes pero “se esfumó” cuando los salafistas perdieron el control de la protesta por la entrada de ella de otros elementos. En los enfrentamientos con la policía hubo cuatro muertos y decenas de heridos.

“Túnez no va a ser refugio del terrorismo internacional”, ha dicho Ben Abbès, haciéndose eco del compromiso adoptado en la noche del sábado por las más altas autoridades del Estado reunidas en Cartago, al norte de Túnez capital, para evaluar la situación.

“Hasta ahora hemos aceptado la libre expresión de todos los tunecinos, pero esto es el final de los grupos extremistas. No vamos a tolerar que nadie ponga en riesgo el pacifismo tradicional de Túnez”, ha añadido. Ben Abbès es uno de los fundadores del Congreso para la República (CPR), el partido que lidera el jefe del Estado provisional Moncef Marzuki.

El CPR fue el segundo partido más votado en las primeras elecciones libres de Túnez tras la revolución del jazmín que acabó, en enero de 2011, con el dictador Zine el Abidin Ben Ali. El centrista CPR obtuvo 29 diputados, tras los 89 de Ennahda, en una cámara de 217 escaños.

Allan Bredy, de 55 años y director de la escuela de EE UU —con 640 alumnos—, afirma que “había sido advertido de que se planeaba una manifestación”, por lo que ordenó la salida de todos los estudiantes a las 12.30 de la mañana (una hora más en la España peninsular). Poco después, comenzó la protesta ante la Embajada norteamericana. La sede diplomática está rodeada por un canal para dificultar los ataques con coches bomba, pero los manifestantes lograron acceder saltando una verja lateral a la zona de aparcamiento. Aún pueden verse las carcasas de los coches incendiados.

Frente a ese costado de la Embajada, al otro lado de la autopista, se encuentra la escuela norteamericana. Su director sostiene que el ataque “estaba planeado, porque los primeros que llegaron rompieron las cámaras de vídeo y reventaron la oficina encargada del control de seguridad”. Según Bredy, en el ataque participaron dos grupos diferenciados: “Los barbudos, que incendiaron y actuaron con una motivación política, y la gente del vecindario que, ante el tumulto, penetró en la escuela por la parte de atrás para saquearlo todo”.

Bredy, que lleva tres años en Túnez, no quiere comentar la decisión del Departamento de Estado de EE UU de retirar de Túnez a las familias de los diplomáticos y al personal que no sea imprescindible. “Ellos tienen sus propias reglas”, dice. Por el contrario, “la resolución mostrada por el Gobierno tunecino” en los dos últimos días han llevado a Bredy a creer que “lo peor ha pasado. La tragedia les ha dado firmeza”.

Sin embargo, la rabia antiamericana desatada por la película Inocencia de los musulmanes, la burda sátira del profeta Mahoma que ha incendiado todo el mundo musulmán y asestado otro duro golpe a la imagen de EE UU, sigue movilizando a tunecinos. Hoy, en la segunda ciudad del país, Sfax, una marcha de protesta ha recorrido las principales avenidas gritando consignas contra Washington. Bredy lamenta que ese filme “ofensiva y provocador haya conseguido su objetivo destructor”.

Pero en las calles de la capital tunecina no se percibe ningún odio occidental. Por el contrario, los turistas, en su mayoría europeos, disfrutan del sol de septiembre en las terrazas casi vacías de los cafés y restaurantes, claramente azotados por la crisis económica y el desempleo que alimentan el fanatismo.

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