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La ambulancia, símbolo de la crisis portuguesa

Torres Vedras, una ciudad de 40.000 habitantes, se ha quedado sin vehículo de urgencias por falta de recursos. Atendía a un área de 200.000 personas

Antonio Jiménez Barca
El coche médico de urgencias de Torres Vedras, aparcado el miércoles delante del hospital.
El coche médico de urgencias de Torres Vedras, aparcado el miércoles delante del hospital.Francisco Seco (EL PAÍS)

En un esquinazo del hospital de Torres Vedras, languidece la ambulancia sin que nadie la use. Todo un síntoma en un país, Portugal, ahogado por los recortes y monitorizado por la troika, que ve cómo se dedican cada vez menos recursos a que funcionen sus propios bienes de Estado moderno en una dinámica circular que empobrece todo. Hasta hace una semana este vehículo era atendido por un médico especialista y un enfermero también especializado que se encargaban de acudir, junto con otra ambulancia conducida por un par de bomberos, a las emergencias de esta ciudad, situada a 40 kilómetros de Lisboa y con una población de 40.000 personas -la ambulancia atiende, sin embargo, a un área de hasta 200.000 personas . “Había días que salía cinco veces y había días, de siete. Se usaba mucho”, explica un bombero en el mismo hospital.

Desde el 1 de septiembre, fecha en que una nueva empresa se ha hecho con la subcontrata del servicio, estos médicos y estos enfermeros se niegan a trabajar debido a que, sin previo aviso, se les ha recortado el salario: de 21 euros a la hora han pasado a ganar 18, sin descontar impuestos. La ambulancia es del Estado, pero como el hospital carece de medios para atenderla, las 15 personas entre médicos y especialistas que se ocupan de ella lo hacen por medio de una empresa intermediaria. “Hubo un nuevo concurso, y en septiembre una nueva empresa, con un precio más económico, se hizo con el servicio. Sin consultarnos a nosotros, nos incluyó en su plan de trabajo,  pero rebajándonos el sueldo hasta un nivel intolerable”, explica Ricardo Márquez, un médico cubano especialista en catástrofes y con más 16 años de experiencia en emergencias callejeras.

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El comandante del puesto de bomberos de Torres Vedras, Fernando Barão, asegura que la situación es grave y que ahora, cuando hay una emergencia, salen solos, sin médicos, y que se limitan a transportar al herido al hospital lo más rápidamente posible. “Luchamos durante mucho tiempo para contar con un coche con médico y enfermero, para que se ocuparan sobre todo de los ataques cardiacos, de los accidentados de carretera, y lo trajeron hace cuatro años. Pero así están las cosas ahora, estamos retrocediendo sin parar...”, explica en su cuartel de bomberos voluntarios con un deje de resignación amargo.

Joana Rodrigues, directora del Hospital de Torres Vedras, aclara que se limitaron a cumplir la ley de un Gobierno empeñado en ahorrar y en cumplir los compromisos de déficit: “Desde hace un año, el Ministerio de Sanidad exige que todos estos contratos y subcontratos de servicios públicos sean, como mínimo, un 10% más baratos. Nosotros nos limitamos a escoger la empresa que cumplía la ley, esto es, que presentaba la oferta ajustada al presupuesto. De dónde recorten ellos, es su problema...”, añade Rodrigues. Asegura que el hospital negocia con la empresa intermediaria para solucionar cuanto antes el problema. Y promete que en los próximos días la ambulancia de emergencias de Torres Vedras circulará de nuevo con su médico y su enfermero.

Mientras, el vehículo —moderno y perfectamente equipado— acumula polvo y consistencia de símbolo en un país asfixiado, rescatado económicamente hace más de un año, con una economía en retroceso y un paro creciente que ya llega al 15,6%. Un país que parece achicarse cada semana, incapaz de sostenerse, presa de estas paradojas algo absurdas.

Otro ejemplo: las autopistas que a causa de las crisis son ahora de peaje están infrautilizadas. Muchos automovilistas, para ahorrar, prefieren volver a circular por las viejas y peligrosas vías nacionales de dos carriles por sentido, como hace muchos años. Semanas atrás, en un periódico portugués, el dueño de un restaurante de carretera nacional en el sur de Portugal aseguraba que ha ganado en los últimos meses un 30% de clientela. Entretanto, las autopistas modernas y eficientes concebidas para desarrollar regiones enteras duermen vacías y sin uso, como si pertenecieran a otro Estado, a otro Portugal.

Hay vecinos de Torres Vedras, como Hernan Figueira, de 84 años, que a la hora de comentar la historia de la ambulancia varada apelan a la rabia y se quejan de la “banda de ladrones que entrega las cosas de todos a otra banda de ladrones”; otros, como María Melo, de 48 años, recurren a la ironía y al humor negro y aseguran que si todo sigue así “los enfermos se morirán por el camino”. Hay otros, como María da Concepção Franco, de 70 años, que no saben salir de la amargura: “Cada vez nos quedan menos cosas”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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